Los programas de la derecha
Estamos en plena campaña electoral hacia octubre de 2019, con una serie de interrogantes. En algunos partidos no están claras las candidaturas a la Presidencia, como es el caso del Frente Amplio. En el partido Colorado surgen tres nombres: Ernesto Talvi, Amorín Batlle y Amado- Pero las encuestas le otorgan muy bajas posibilidades de acceder al ballotage. La vuelta de Julio María Sanguinetti y la novedosa presencia de Talvi no aparecen como suficientes para alcanzar algún tipo de repunte electoral.
El partido de la Gente, con Novick como candidato. El partido Independiente con Pablo Mieres como candidato y la Unidad Popular surgen con adhesiones muy bajas y ninguna chance de acceder a un ballotage ni a la presidencia de la república. En esencia, lo más probable en la actualidad es que estaremos en presencia de un ballotage entre el Frente Amplio y el Partido Nacional.
Hay diversos candidatos en el partido Nacional, pero nítidamente sobresalen Lacalle Pou y Larrañaga. El Frente Amplio va a aprobar en su congreso del 1º de diciembre los nombres de los que disputarán sus posibilidades en junio de 2019. El Frente Amplio está avanzando en la elaboración programática que culminará en su congreso del 1 de diciembre. Pero del partido Nacional muy poco se conoce de sus bases programáticasDifícil que tengan una unidad de programas como la consigue el FA. Lacalle Pou ha realizado propuestas sobre algunos temas específicos, pero no le conocemos como va a resolver los problemas centrales de la economía. En principio, como gobierno de derecha, estarían cerca de los EEUU, y como consecuencia de ello, de los organismos financieros internacionales donde predominan los EEUU, como el FMI y el Banco Mundial. Las propuestas del gobierno de los EEUU no le ayudan, porque bajo la presidencia de Donald Trump se inicia una etapa de proteccionismo, para defender empleos internos y mejorar sus balances comerciales. De estas medidas de aumentos arancelarios, destacan las que enfrentan a China, primer exportador mundial de bienes, que han generado una verdadera guerra comercial con consecuencias económicas y políticas de muy difícil previsión.
La concepción económica prevaleciente en los organismos financieros internacionales que podría aplicar un gobierno de Lacalle Pou, se asemejarían al neoliberalismo para el crecimiento, a los ajustes económicos para la política macroeconómica y la acción del mercado para atender los temas sociales. Todo ello se inscribe en un modelo económico centrado en el libre juego del mercado y la presencia de un virtuoso sector privado nacional y extranjero. Esto significa una mínima participación del Estado, cuyo papel central sería atender la seguridad y la defensa nacional, y en lo económico asegurar el pago de los servicios de la deuda y la estabilidad económica, desmontando otras acciones existentes. La crisis financiera de los EEUU en 2008 mostró que los bancos no eran muy virtuosos y que el mercado no estaba en condiciones de resolver los graves problemas existentes. Tuvo que intervenir el Estado y la política para resolver dicha crisis.
Los temas centrales del crecimiento pasan por la liberalización, desregulación, privatización y flexibilidad laboral. Liberalización significa apertura unilateral y rebaja arancelaria. La apertura comercial va a afectar rubros de la industria manufacturera y los servicios. Las rebajas arancelarias afectarían al Mercosur y alas exportaciones a Brasil y a Argentina. La desregulación limitaría las regulaciones bancarias de efectos positivos, derivadas de la crisis del 2008. Las privatizaciones no tienen buena acogida en la sociedad uruguaya, como lo demuestra el intento de la presidencia de Lacalle Herrera con respecto a Antel. La flexibilización laboral afectaría a los trabajadores. Sería una forma de privilegiar al capital en las relaciones capital-trabajo y afectaría logros salariales y seguramente generaría duros enfrentamientos con los sindicatos de los trabajadores.
La política macroeconómica se centraría en asegurar el pago de los servicios dela deuda, como lo están exigiendo las calificadoras de riesgo, y la estabilidad económica. En la medida que hay entrada de capitales, el tema central pasa a ser el déficit fiscal, que aparece como la causa de todos los males. Ello requiere ajustes que significa bajas del gasto público, de los salarios y de los créditos, con tributación centrada en impuestos indirectos. Esto significa una baja de la demanda interna, caída del PBI y aumentos de la desocupación, con regresiva distribución del ingreso, como lo muestran distintas experiencias históricas y hoy la Argentina.
Las propuestas de la derecha no tienen en cuenta la igualdad que es el paradigma para la izquierda, y suponen que el crecimiento y el libre juego del mercado resolverían los problemas sociales. No hay propuestas para atender el desempleo, el subempleo ni la informalidad. El descenso del gasto público derivados de los ajustes económicos afectarían el gasto público social, que fue central para atender la pobreza y los requerimientos de la educación, la salud, la vivienda, los cuidados y la seguridad social. Los salarios se verían afectados por nuevas relaciones capital-trabajo en favor de los empresarios y derivado de la flexibilización laboral. En materia tributaria se limitarían los impuestos directos, sobre todo los que pudieran afectar a los empresarios y a las rentas del capital. En esencia, la aplicación del modelo significaría mayores desigualdades sociales, probablemente también generacionales y no tendrían en cuenta las desigualdades étnicas. Surgen interrogantes sobre la equidad de género donde los movimientos feministas han obtenido logros muy significativos en los últimos años.
La aplicación de este modelo en los actuales gobiernos de Brasil y Argentina es una buena demostración de sus resultados negativos. Ni el mercado resuelve todos los problemas, ni el sector privado es siempre virtuoso y la intervención del Estado es fundamental para enfrentar crisis y avanzar hacia la igualdad. El modelo de la derecha no atiende la protección social que está muy arraigado y reconocido por la sociedad uruguaya.