El ajuste hace tocar fondo la calidad de vida en Argentina
La oleada de despidos en el Estado toma la dimensión de un maremoto.
No hay meta oficial que se cumpla ni record aciago que no sea batido semana a semana. La gimnasia incluye días en que el dólar detiene su avance o el riesgo país baja unos puntitos.
Un informe escrito en el diario Página 12 por el periodista Mario Wainfeld expresa que si bien algunos palurdos avisan que el Gobierno recobró el timón, la tormenta amaina, el solcito alumbra… Macanean porque las treguas duran un ratito, luego recrudece la malaria.
Los economistas (con)sagrados se engolosinan con la divisa y el riesgo país. Destinan menos afanes a otear cómo van la economía real, la vida cotidiana. La distribución del ingreso desapareció del vocabulario VIP.
La oleada de despidos en el Estado toma la dimensión de un maremoto. A no agrandarse los funcionarios con tarjeta roja: el número de cesantías es mayor en el sector privado. Un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) discierne: en los primeros siete meses de 2018 asciende a 32.794 despidos, correspondiendo 12.532 a empleo público y 20.262 a empleo privado.
La industria lleva la delantera, se trata de los empleos que más inciden en el crecimiento: por cada trabajo directo hay dos indirectos.
Mauricio Macri es un presidente de derecha, vale. Pero aún dentro de ese paradigma hay alternativas más o menos dolorosas. En este punto de la caída,ante cada disyuntiva los funcionarios se inclinan por la opción más gravosa para los
trabajadores o el crecimiento. Los cracks del equipo económico viven a la defensiva, mezcla rara de bomberos que llegan
tarde al incendio y de contadores obtusos que podan mirando apenas los costos y no la funcionalidad de cada gasto. Neoconservadores, aniquiladores del aparato productivo… a veces ininteligibles aún a la luz de sus crueles premisas. Por ejemplo, es imposible comprender por qué se frenó la baja de las retenciones a derivados elaborados de la soja y se mantuvo la de la materia prima sin elaborar. Cualquier manual propone premiar a quien agrega valor. ¿Así funcionan el supermercado del mundo, el desarrollismo del siglo XXI? No hay quién se tome la molestia de explicar este contrasentido o cualquier otro. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es incapaz de expresar algo coherente o verosímil, tartajeante el discurso de Chirolita. Christine Lagarde, la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), debería retomar las lecciones de ventriloquía.