Nuestra tarea
Con el emergente Bolsonaro en Brasil, muchas barbas se pusieron en remojo. Algunas con preocupación cierta, y otras como forma de parecer.
De todas formas, es importante analizar este episodio de la política regional además de movilizarnos lo que sea necesario para que no avance.
Una de las cosas que aparece con fuerza, ante la emergencia de Bolsonaro es la necesidad de convencer y defender la democracia.
Se reinstala el tema de la democracia y su defensa ya que los mensajes de Brasil son inciertos con respecto a la defensa de la institucionalidad existente.
Sin embargo, no se menciona demasiado cómo fue el proceso de destitución de Dilma y la democracia funcionando a medias. Cuando sucedió eso, no todos los que ahora salen alzaron la voz ante un episodio que a las claras daba cuenta de una desestabilización institucional y de una alta fragilidad de la democracia.
De hecho, la estrategia que ha construido la derecha internacional para torcer ciertos procesos con énfasis en la justicia social se basó en ciertos actores de la Justicia como plataforma de intentos de desestabilización. Ahora bien, mayoritariamente se instala la defensa de la democracia como si solo fuese un factor vinculante a la transparencia de procesos electorales, la separación de poderes, etc.
En esta definición quedan bastantes aislados otros aspectos de la democracia que tienen ver con el acceso a los derechos fundamentales.
¿Dónde está el éxito de sistemas democráticos cuya premisa es que el 1% de la población mundial tiene y acumula más riqueza que el resto? Acaso no debería ser un tema fundamental para defender la democracia, no importa dónde, que pueda contemplarse la vivienda, el trabajo, el transporte, etc. de toda la ciudadanía. La democracia debería aparece en los diccionarios del mundo como antónimo de“pobreza”. Porque en definitiva, si habláramos en serio, más democracia debería implicar menos capitalismo.
Muchos hacen gárgara con el fracaso de los socialismos en el mundo, en distintas épocas; pero pocos logran identificar los éxitos del capitalismo en los “sures” del mundo.
El discurso que instala la derecha internacional hoy, es enfatizando en el enfrentamiento
y el odio a lo distinto. El odio hacia todo aquello que no puedo “normalizar”, es el arma más letal para nuestras sociedades. Es un discurso que refuerza el sálvese quien pueda y a costa de quien sea. Mientras no lo toquen a uno, lo mejor es no decir, no apoyar, no preguntar...por si acaso.
Instalar ese relato no es tarea fácil, pero una vez que se instala corre rápido y más en contextos donde las fuerzas de izquierda abandonaron todos los terrenos de la disputa del mundo cotidiano. Hoy las fuerzas de izquierda combaten y disputan sentido común desde las redes sociales; a veces desde alguna oficina o sala del centro de la ciudad en discusiones acaloradas señalan los caminos para transitar. De construir en los barrios, entre la gente, disputando el sentido común que viene instalando la derecha, evitando que el fundamentalismo político-religioso se apodere de más territorios, de todo eso, poco y nada.
Este discurso de Bolsonaro, ya llegó. Está instalado y si se desarrolla con más intensidad quienes van sufrir las consecuencias peores son los más pobres de la sociedad. Siempre fue así, son los que menos tienen y sin embargo más pierden. Porque entre otras cosas, el neoliberalismo logró instalar la idea de que algo peor al miedo a perder el trabajo es el miedo a no encontrar nunca trabajo.
Ese discurso ya está presente en nuestro país, la única forma de contrarrestarlo es a través de las organizaciones existentes en nuestra sociedad. Es el diálogo e intercambio permanente entre quienes pensamos distinto.
Nos queda asumir que no podemos salvarnos solos, que es inadmisible que un puñado de hombres y mujeres transiten la vida, y otros miles y miles apenas puedan esperar que una oportunidad les llegue para salir del lugar donde hace más de tres generaciones están.
Debemos ser capaces de que nuestros actos desafíen las posibilidades, recordando que los logros de ayer fueron hechos de lo que antes, parecía imposible.
La tarea es construir puentes, tender puentes que nos permitan juntar, seguir juntando a una gran mayoría en la sociedad que asuma la necesidad de continuar transformando la realidad, para que por fin, los más infelices sean los más privilegiados como sentenció Artigas.