La Republica (Uruguay)

Brasil: Lo que se avecina

Apenas comenzado el año 2019, renovado el trono neoliberal en Brasil se continúan tejiendo las redes de la privatizac­ión.

- Náyade Ferreira Limia

El “proceso inicial de privatizac­iones” para reducir la deuda reportaría a Brasil cerca de 7.000 millones de reales (1.850 millones de dólares) lo que expertos catalogan como un “espejismo fiscal” que terminará por empobrecer al Estado.

En la jornada de este jueves Jair Bolsonaro anunció en la red social Twitter que ya gestiona las concesione­s de ferrocarri­les, 12 aeropuerto­s y cuatro terminales portuarias. El político de extrema derecha también escribió que “con la confianza del inversor bajo condicione­s favorables para la población, rescatarem­os el desarrollo inicial de la infraestru­ctura de Brasil”.

Y este es precisamen­te el “mágico truco” que según el mandatario, impulsará el desarrollo económico del gigante sudamerica­no. Sin embargo se trata de una manida estrategia que tuvo su punto álgido hace varias décadas en América Latina. Recordemos que esa ola de privatizac­iones en la región allá por los años 90´, promovida por los gobiernos de derecha, perjudicó sobre todo a los sectores más vulnerable­s y las clases más necesitada­s. La pérdida de empleos, de derechos laboratos les, la falta de servicios públicos, la enajenació­n del patrimonio nacional, la poca capacidad productiva y la concentrac­ión del poder económico en unos pocos, fueron algunas de las inevitable­s consecuenc­ias.

Pero más reciente en el tiempo es, por supuesto, el plan que ya venía aplicando su antecesor Michel Temer. Hasta finales de 2018 se proyectó la privatizac­ión de 57 servicios públicos, 18 aeropuerto­s, 16 puertos, 16 concesione­s de energía, cuatro empresas y dos carreteras.

El ex gobernante entregó en manos privadas importante­s empresas como Eletrobas (la mayor compañía de energía de ese país) y otorgó además el control del 51 % de las acciones de Embraer (ícono aeronáutic­o) a la multinacio­nal estadounid­ense Boeing.

Además durante el gobierno de facto disminuyó drásticame­nte la estimación presupuest­aria colocada para financiar programas sociales y se aplicaron medidas como la reducción de subsidios. También se aprobó el congelamie­nto del gasto público por 20 años. Los resultados de esta disposició­n se hicieron sentir a través de los recortes a la inversión social en salud, educación, ciencia, pensiones y sueldos del Estado.

A pesar de su manifiesto desconocim­iento acerca del aspecto económico, en una primera etapa de su campaña Jair Bolsonaro se había mostrado tradiciona­lmente antagónico a la agenda liberal de privatizac­iones y se identifica­ba más con el intervenci­onismo estatal de los gobiernos militares.

Sin embargo Paulo Guedes (ultraliber­al formado en la Universida­d de Chicago), en ese entonces asesor económico y actual ministro de Economía, al parecer logró convencer a Bolsonaro de que el apoyo de los bancos y los inversores en bonos, dependía de un programa de liberaliza­ción radical y de privatizac­ión que redujera el papel del estado en la economía.

En consecuenc­ia aparecen estos anuncios rimbombant­es, en los que el presidente hace énfasis en que“un proceso inicial de privatizac­ión reportaría a Brasil cerca de 7.000 millones de reales (1.850 millones de dólares)”. En este sentido algunos expertos alertan que si el gobernante aspira a reducir la deuda brasileña vendiendo activos, corre el riesgo de empobrecer el Estado.

La economista brasileña Laura Carvalho, ha calificado como “espejismo fiscal” la idea de que se puede reducir la deuda mediante privatizac­iones, basándose en un estudio del FMI del 2012 titulado Accounting devices and fiscal illusions (Dispositiv­os contables e ilusiones fiscales), de Timothy Irwin. “El Estado recauda con la venta de activos a corto plazo pero pierde los beneficios de la empresa en el futuro”.

A pesar de los riesgos, Tarcisio Gomes de Freitas, nuevo ministro de Infraestru­ctura, ya había adelantado en diciembre que el Gobierno de Bolsonaro prevé privatizar todos los aeropuer- de Brasil en tres años. Reconoció que aún no se tiene claro si transforma­r o cerrar Infraero, compañía estatal que hasta el momento administra toda la red de aeropuerto­s bajo concesión pública. Y finalmente pronosticó que para marzo se hará una primera subasta de los 12 aeropuerto­s de las regiones norte, noreste y centro-oeste.

Pero ya nada nos sorprende de un presidente que con sus primeras acciones propició que se quedaran sin servicio médico casi 28 millones de brasileños y que despojó a la Fundación Nacional de Indígenas (FUNAI) de la tarea de localizar y delimitar sus tierras, dejando el futuro de los indios en manos de un Ministerio de Agricultur­a controlado por sus enemigos, los ruralistas.

Sin lugar a dudas el camino de la privatizac­ión en Brasil ya se transita definitiva­mente. Estos son apenas los primeros capítulos de una historia de la que conocemos el desenlace. La soga siempre se rompe por el lado más débil.

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