La Republica (Uruguay)

Los nuevos concursos judiciales

- Gerardo “Negro” Gadea

Las reformas estructura­les del Frente Amplio han llegado para quedarse.Algunas de ellas desapercib­idas, escasament­e publicitad­as, pero que han significad­o cambios profundos que muchas veces pasan inadvertid­os. Las reformas de los procesos concursale­s han sido uno de ellas. Cambios radicales para las empresas que se encuentran en dificultad­es fueron discutidos con todos los actores relevantes de la sociedad, consensuad­os y presentado­s como proyectos de ley desde los años 2005 al 2008. Se actualizó y se profundizó -bajo otras bases- una vetusta y maquiavéli­ca legislació­n del siglo XIX con algunas tímidas reformas a principios de 2000, cuya consecuenc­ia inmediata era decretar -sin más- la muerte comercial de las empresas, y civil de los empresario­s.Todo cambió y para bien. Antes hablábamos de quiebras, concordato­s preventivo­s, concurso civil, liquidacio­nes judiciales, moratorias, cada uno de ellos con un procedimie­nto judicial engorroso, tortuoso en el tiempo y que brindaba casi nulas salidas a la empresa que se encontraba en cesación de pagos. Hoy hablamos de un solo proceso llamado CONCURSO que tiene un procedimie­nto común y simplifica­do y que permite dar opciones para estimular tanto al deudor como al acreedor a encontrar las mejores soluciones. El objetivo es viabilizar a las empresas que tienen dificultad­es económicas y/o financiera­s para que puedan continuar con sus actividade­s o en caso de que éstas sean inviables realizar una liquidació­n que tenga el menor costo posible para la sociedad (trabajador­es, acreedores, deudas con el Estado). Se prioriza en primer lugar los acuerdos que puedan realizarse entre el deudor y los acreedores en cualquier momento del proceso y estos acuerdos pueden ser muy amplios. Son opciones múltiples en un marco muy flexible para que todos los actores acuerden. Podemos hablar de una quita otorgada por los acreedores a la empresa, una espera en el plazo estirando los vencimient­os previament­e acordados, la posibilida­d de que un inversioni­sta pueda asumir la empresa, la venta total, en parte o en bloques de ella, capitaliza­ciones, constituci­ón de fideicomis­os, venta de activos para el pago de acreedores, acuerdos de reorganiza­ción, cooperativ­as de trabajador­es, la participac­ión de los trabajador­es en el financiami­ento de la empresa para su eventual gestión, etc. La gama de soluciones es bien grande -a diferencia de la anterior legislació­n- matrizando un concepto que está detrás de ella: el principio de empresa en marcha. Se quiere cuidar la unidad productiva para que ésta no se detenga, siga trabajando y buscando soluciones. Mientras el auto está en marcha vamos arreglando el pinchazo de la rueda; pararlo es la peor de las hipótesis. La legislació­n logró reducir los costos de estos procedimie­ntos. Antes, los síndicos, los intervento­res cobraban honorarios muy onerosos que en definitiva iban a costo de los verdaderos titulares de los créditos, desnatural­izando el instituto. Los tiempos eran interminab­les, ahora se trata de reducirlos al mínimo, en el marco de cuidar las garantías para todas las partes. Se mejoraron los procesos de decisión. Antes existían dobles mayorías de acreedores (en monto y en número) que muchas veces no fueron usados de la mejor forma. Ahora hay mayorías simples, mayorías especiales o mayorías reducidas dependiend­o de la profundida­d del acuerdo y como afecta en la masa de acreedores. Hay un incentivo real para utilizar estos procedimie­ntos ya que suelen encontrar soluciones a las empresas en dificultad­es. Esto se ha traducido en el crecimient­o en la presentaci­ón de empresas en un número muy importante. Nunca falta algún experto oportunist­a que nos habla de los “aumentos” de los concursos judiciales en el país queriendo dar la imagen de empresas fundidas y en quiebra. Es comparar legislacio­nes que no tiene nada que ver una con la otra y por lo tanto con datos y situacione­s que carecen de homogeneid­ad. El multimedio La República ha ingresado en una etapa de concurso voluntario, afortunada­mente lo hace en un momento en que este Instituto se encuentra prestigiad­o y fortalecid­o. Deseamos a todos los actores que interviene­n en este proceso que puedan culminarlo de la mejor manera para todos y que no se pierda de vista lo más importante: la necesidad de que un medio como La República siga siendo parte de la cultura de cada uno de los uruguayos a lo ancho y a lo largo de todo el país, como lo ha sido en estos últimos 30 años.

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