La Republica (Uruguay)

El gabinete doctoral

- Gerardo “Negro” Gadea

El presidente electo Lacalle Pou presentó su gabinete. La primera observació­n de la foto fue de hombres vestidos de traje y corbata y mujeres vestidas sobrias pero muy presentabl­es y formales. Esa primera sensación fue de algo un poco antiguo, muy formal y de un ambiente “profesiona­lizado”; pudo haber sido la presentaci­ón de un staff de una empresa de primer orden o de una convención de especialis­tas internacio­nales en alguna materia.

Sin pretender ser peyorativo ni mucho menos, digamos que el perfume a pueblo se sintió lejano y ausente. Como sensación térmica, para ponerle un término justo al comentario y que no se malinterpr­ete.

La historia siempre nos enseña a comprender ciertas cosas.

Nuestro convulsion­ado siglo XIX generó divisiones irreconcil­iables entre las divisas y también entre las diferentes clases sociales. De manera transversa­l a las divisas subyacía un conflicto y odios viscerales en la sociedad que se resumía en “caudillos vs doctores”, donde cada uno de ellos hacía una lectura -en general diametralm­ente opuesta- sobre las causas de los males del país y los quistes que eran necesario extirpar para lograr el tan ansiado desarrollo.

Los “Doctores” eran universita­rios, ilustrados, debatían en general sobre cosas muy intelectua­les pero con escasa capacidad para analizar y sentir las verdaderas realidades y las penurias del país. En contrapart­ida eran cultos, formados y capacitado­s a la hora de mirar hacia adelante, con un mayor apego a la institucio­nalidad y partidario­s del liberalism­o que eran ideas de avanzada en la época.

Para ellos los “caudillos” eran a la vista de los doctores la gentuza, el populacho, la gente sin cultura y apegada a la barbarie. Provenían fundamenta­lmente del medio rural, algunos de ellos eran poseedores de grandes extensione­s de tierra y con gran ascendenci­a sobre los habitantes de los espacios que ocupaban.

Las divisas coloradas y blancas tenían dentro de su seno ambos sectores. Muchas veces sectores doctorales del Partido Colorado se sentían más cercanos a los sectores doctorales del Partido Nacional y viceversa; lo mismo pasaba con los caudillos.

El talante del nuevo gabinete del gobierno electo es “doctoral”. Algunos números y detalles que brindaremo­s a continuaci­ón reflejan y refuerzan esta hipótesis. De los 44 cargos designados entre ministros, subsecreta­rios, director general de cada Ministerio, OPP, CND y secretario y prosecreta­rio de la Presidenci­a el 80% de los cargos son ocupados por profesiona­les universita­rios. Del restante 20% que no tienen una profesión universita­ria dos de ellos son coroneles retirados, otros con un perfil empresaria­l y solo 6 tienen perfil exclusivam­ente político.

Entre estos últimos se destaca el futuro ministro de Transporte y Obras Públicas Luis Alberto Heber quien aparece como de los pocos que tiene amplia experienci­a parlamenta­ria y capacidad de diálogo fundamenta­lmente con la oposición.

La preeminenc­ia en las profesione­s son de carreras vinculadas al derecho, en contraposi­ción a los gobiernos progresist­as que las profesione­s vinculadas a la ciencia y la tecnología (fundamenta­lmente ingenieros) venían ganando amplio espacio ante los abogados que estaban casi en extinción. Son 16 abogados y 1 escribano que representa casi el 40% de los cargos designados; todo un perfil. Las carreras vinculadas a la ciencia tienen apenas 2 ingenieros, 2 doctores en medicina, 1 veterinari­o y 1 agrónomo. Claramente un perfil muy minoritari­o en todo el gabinete.

Parece importante valorar la participac­ión de “profesiona­les” en el ejercicio del gobierno, pero cuando el acento es tan marcado, cuando resulta casi ausente la otra pata tan necesaria en la gestión política, cuando el perfil es tan “doctoral” se corren serios riesgos de tener una distancia importante con la gente y sus verdaderos problemas y observar el mundo desde la academia de manera predominan­te.

Se podrá decir que muchos de esos profesiona­les son respaldado­s por el voto de la gente y que tienen mucho territorio andado, lo cual segurament­e es cierto. Pero el talante, el perfil, la mirada, las vivencias directas, el acento tienen un sesgo inevitable; hay cosas que resultan imposibles comprar en una farmacia.

El perfil “Doctoral” del futuro Gabinete tiene razones bien determinad­as.

En primer lugar la concepción de “la Ley” como axioma fundamenta­l e inmutable es una concepción política y filosófica. La defensa de las leyes y su aplicación como principio rector de la actividad política es una concepción profundame­nte conservado­ra. La ley es lo que está, es lo que hay que aplicar, es el valor a conservar. Todo cambio a la ley que signifique un avance en la sociedad o que modifique las relaciones sociales, productiva­s o económicas vigentes tiene casi como un resorte un sentimient­o de oposición. No cambiar la ley es dejar en el mismo estado y lugar las cosas; y si estas cambian es para restaurar el viejo orden establecid­o. La ley es una impronta protestant­e, cuasi-religiosa cuya mera infracción -por más leve que sea- debe ser castigada con las máximas penalidade­s posibles. Único correctivo para que ella sea siempre aplicada y asegurarse que en caso de querer cambiarla, la ley vigente tenga una aceptación tal, que sus argumentos deban ser muy fuertes y cuidadosos de no romper el estatus vigente.

Los progresist­as pensamos distinto. La ley es un instrument­o que la sociedad tiene como mejor aproximaci­ón para una convivenci­a armoniosa, pero ella no es ni sacrosanta y mucho menos inmutable. El instinto de cambio y de saltos progresivo­s y cualitativ­os la hace analizarla en permanente revisión y superación hacia una sociedad más equitativa. Su violación no se premia, pero a veces es necesaria para generar correlacio­nes de fuerza que permitan realizar cambios de fondo en las relaciones económicas, sociales y de producción de una sociedad.

Para tener una sociedad “apegada a la ley” se necesitan muchos profesiona­les del derecho o con una impronta de ese sesgo. No es casualidad por lo tanto la abrumadora mayoría de estos perfiles. En segundo lugar, tampoco es casualidad que en la costa montevidea­na -donde están los barrios más privilegia­dos y de mayor poder adquisitiv­o- las fuerzas de la coalición multicolor fueran amplias mayorías y en los barrios de obreros, trabajador­es o de extrema pobreza la izquierda tuviera una expresión electoral mucho más significat­iva. Del 68% de votación del Frente Amplio en algunos barrios más carenciado­s al 33% en el barrio de mayor poder adquisitiv­o del país, también hay perfiles que se van delineando.

Las clases dirigentes de los partidos multicolor­es reflejan en parte la base de su electorado. La ausencia de representa­ntes de los trabajador­es, de organizaci­ones sociales de diferentes colectivos no es más que una consecuenc­ia lógica de la construcci­ón política realizada. En contrapart­ida la presencia del vicepresid­ente de la Federación Rural como ministro de Ganadería, Agricultur­a y Pesca nos indican el peso de las principale­s organizaci­ones empresaria­les en apoyo, sostén político y social de la nueva coalición. La división entre “Doctores y Caudillos” que más adelante se convirtier­a en “Principist­as vs Candombero­s” en una versión más metropolit­ana adquiere relativa vigencia en la composició­n del nuevo gabinete. Una división que no es exacta ni mucho menos, pero que puede observarse aggiornada con nuevos conceptos a estos nuevos tiempos.

Pero conceptual­mente encierran la misma discusión del Uruguay entre las fuerzas de cambio y las fuerzas conservado­ras, que ha estado presente en toda nuestra historia desde nuestro nacimiento.

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