El gabinete doctoral
El presidente electo Lacalle Pou presentó su gabinete. La primera observación de la foto fue de hombres vestidos de traje y corbata y mujeres vestidas sobrias pero muy presentables y formales. Esa primera sensación fue de algo un poco antiguo, muy formal y de un ambiente “profesionalizado”; pudo haber sido la presentación de un staff de una empresa de primer orden o de una convención de especialistas internacionales en alguna materia.
Sin pretender ser peyorativo ni mucho menos, digamos que el perfume a pueblo se sintió lejano y ausente. Como sensación térmica, para ponerle un término justo al comentario y que no se malinterprete.
La historia siempre nos enseña a comprender ciertas cosas.
Nuestro convulsionado siglo XIX generó divisiones irreconciliables entre las divisas y también entre las diferentes clases sociales. De manera transversal a las divisas subyacía un conflicto y odios viscerales en la sociedad que se resumía en “caudillos vs doctores”, donde cada uno de ellos hacía una lectura -en general diametralmente opuesta- sobre las causas de los males del país y los quistes que eran necesario extirpar para lograr el tan ansiado desarrollo.
Los “Doctores” eran universitarios, ilustrados, debatían en general sobre cosas muy intelectuales pero con escasa capacidad para analizar y sentir las verdaderas realidades y las penurias del país. En contrapartida eran cultos, formados y capacitados a la hora de mirar hacia adelante, con un mayor apego a la institucionalidad y partidarios del liberalismo que eran ideas de avanzada en la época.
Para ellos los “caudillos” eran a la vista de los doctores la gentuza, el populacho, la gente sin cultura y apegada a la barbarie. Provenían fundamentalmente del medio rural, algunos de ellos eran poseedores de grandes extensiones de tierra y con gran ascendencia sobre los habitantes de los espacios que ocupaban.
Las divisas coloradas y blancas tenían dentro de su seno ambos sectores. Muchas veces sectores doctorales del Partido Colorado se sentían más cercanos a los sectores doctorales del Partido Nacional y viceversa; lo mismo pasaba con los caudillos.
El talante del nuevo gabinete del gobierno electo es “doctoral”. Algunos números y detalles que brindaremos a continuación reflejan y refuerzan esta hipótesis. De los 44 cargos designados entre ministros, subsecretarios, director general de cada Ministerio, OPP, CND y secretario y prosecretario de la Presidencia el 80% de los cargos son ocupados por profesionales universitarios. Del restante 20% que no tienen una profesión universitaria dos de ellos son coroneles retirados, otros con un perfil empresarial y solo 6 tienen perfil exclusivamente político.
Entre estos últimos se destaca el futuro ministro de Transporte y Obras Públicas Luis Alberto Heber quien aparece como de los pocos que tiene amplia experiencia parlamentaria y capacidad de diálogo fundamentalmente con la oposición.
La preeminencia en las profesiones son de carreras vinculadas al derecho, en contraposición a los gobiernos progresistas que las profesiones vinculadas a la ciencia y la tecnología (fundamentalmente ingenieros) venían ganando amplio espacio ante los abogados que estaban casi en extinción. Son 16 abogados y 1 escribano que representa casi el 40% de los cargos designados; todo un perfil. Las carreras vinculadas a la ciencia tienen apenas 2 ingenieros, 2 doctores en medicina, 1 veterinario y 1 agrónomo. Claramente un perfil muy minoritario en todo el gabinete.
Parece importante valorar la participación de “profesionales” en el ejercicio del gobierno, pero cuando el acento es tan marcado, cuando resulta casi ausente la otra pata tan necesaria en la gestión política, cuando el perfil es tan “doctoral” se corren serios riesgos de tener una distancia importante con la gente y sus verdaderos problemas y observar el mundo desde la academia de manera predominante.
Se podrá decir que muchos de esos profesionales son respaldados por el voto de la gente y que tienen mucho territorio andado, lo cual seguramente es cierto. Pero el talante, el perfil, la mirada, las vivencias directas, el acento tienen un sesgo inevitable; hay cosas que resultan imposibles comprar en una farmacia.
El perfil “Doctoral” del futuro Gabinete tiene razones bien determinadas.
En primer lugar la concepción de “la Ley” como axioma fundamental e inmutable es una concepción política y filosófica. La defensa de las leyes y su aplicación como principio rector de la actividad política es una concepción profundamente conservadora. La ley es lo que está, es lo que hay que aplicar, es el valor a conservar. Todo cambio a la ley que signifique un avance en la sociedad o que modifique las relaciones sociales, productivas o económicas vigentes tiene casi como un resorte un sentimiento de oposición. No cambiar la ley es dejar en el mismo estado y lugar las cosas; y si estas cambian es para restaurar el viejo orden establecido. La ley es una impronta protestante, cuasi-religiosa cuya mera infracción -por más leve que sea- debe ser castigada con las máximas penalidades posibles. Único correctivo para que ella sea siempre aplicada y asegurarse que en caso de querer cambiarla, la ley vigente tenga una aceptación tal, que sus argumentos deban ser muy fuertes y cuidadosos de no romper el estatus vigente.
Los progresistas pensamos distinto. La ley es un instrumento que la sociedad tiene como mejor aproximación para una convivencia armoniosa, pero ella no es ni sacrosanta y mucho menos inmutable. El instinto de cambio y de saltos progresivos y cualitativos la hace analizarla en permanente revisión y superación hacia una sociedad más equitativa. Su violación no se premia, pero a veces es necesaria para generar correlaciones de fuerza que permitan realizar cambios de fondo en las relaciones económicas, sociales y de producción de una sociedad.
Para tener una sociedad “apegada a la ley” se necesitan muchos profesionales del derecho o con una impronta de ese sesgo. No es casualidad por lo tanto la abrumadora mayoría de estos perfiles. En segundo lugar, tampoco es casualidad que en la costa montevideana -donde están los barrios más privilegiados y de mayor poder adquisitivo- las fuerzas de la coalición multicolor fueran amplias mayorías y en los barrios de obreros, trabajadores o de extrema pobreza la izquierda tuviera una expresión electoral mucho más significativa. Del 68% de votación del Frente Amplio en algunos barrios más carenciados al 33% en el barrio de mayor poder adquisitivo del país, también hay perfiles que se van delineando.
Las clases dirigentes de los partidos multicolores reflejan en parte la base de su electorado. La ausencia de representantes de los trabajadores, de organizaciones sociales de diferentes colectivos no es más que una consecuencia lógica de la construcción política realizada. En contrapartida la presencia del vicepresidente de la Federación Rural como ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca nos indican el peso de las principales organizaciones empresariales en apoyo, sostén político y social de la nueva coalición. La división entre “Doctores y Caudillos” que más adelante se convirtiera en “Principistas vs Candomberos” en una versión más metropolitana adquiere relativa vigencia en la composición del nuevo gabinete. Una división que no es exacta ni mucho menos, pero que puede observarse aggiornada con nuevos conceptos a estos nuevos tiempos.
Pero conceptualmente encierran la misma discusión del Uruguay entre las fuerzas de cambio y las fuerzas conservadoras, que ha estado presente en toda nuestra historia desde nuestro nacimiento.