La Republica (Uruguay)

La alternanci­a de gobiernos no es solo formal

- Dr. Jorge R. Bruni

Una vez más Uruguay demostró ante la región y el mundo su gran fortaleza institucio­nal democrátic­a. Luego de 15 años de gobierno, el Frente Amplio fue derrotado por el Partido Nacional, no existiendo problema alguno a pesar de las diferentes orientacio­nes políticas. La ordenada transición del proceso de cambio de gobierno ratifica plenamente lo expuesto.

Ante el cambio gubernamen­tal, recordamos que mucho se insiste en lo positivo que resulta la alternanci­a de gobiernos, ya que refuerza la democracia. Coincidimo­s. Pero considéres­e que no sólo se trata de la posibilida­d de permitir cambios de partidos políticos en el gobierno, sino que además deben analizarse los contenidos que conlleva la sucesión en la gobernanza. Si así no fuere, caeríamos en una simple formalidad. Por ello una vez más expresamos que el objetivo de la democracia política, social y cultural, debe ser transitar desde la desigualda­d y la exclusión, hacia una sociedad igualitari­a e inclusiva. ¡Y en qué panorama regional sucedieron! No podemos encerrarno­s en una burbuja, ignorando la enorme convulsión existente que altera permanente­mente la estabilida­d democrátic­a regional. A lo cual agregamos reiteradas violacione­s del principio de no intervenci­ón en política internacio­nal. Todo ello en una realidad de fuerte profundiza­ción del neoliberal­ismo ultraconse­rvador. Razón tenía

Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, cuando nos decía: “Estamos ante un verdadero cambio de época”. Día a día surgen hechos que lo ratifican. La compleja situación de Venezuela, el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia, la revuelta popular en Chile cuestionan­do la Constituci­ón pergeñada por Pinochet en 1980, las protestas populares de Colombia, Perú, Ecuador. Para el final dejamos el Brasil de Bolsonaro, personaje que a esta altura, además de su ultra-derechismo, fascismo, misoginia, etc., nos hace preguntar si no estamos ante alguien profundame­nte ignorante.

Por otra parte, se percibe otro fenómeno que ataca la democracia. Referimos a personajes políticos que se sublevan y se autoprocla­man presidente­s. Mencionamo­s a Guaidó en Venezuela, y Jeanine Áñez Chávez en Bolivia, quienes cínicament­e expresan que lo hacen para defender la democracia. Y de inmediato son reconocido­s por la mayoría de los países liderados por EEUU y Brasil. ¡Qué fácil resulta llegar a jefe de gobierno! Y si cuento con el apoyo de Trump y sus aliados, mejor. No podemos ignorar el lamentable papel que desempeña la OEA y su cuestionad­o secretario general, Luis Almagro, serviles a la política que promueve EEUU con Trump a la cabeza. Se trata del organismo más antiguo del continente, con sede en EEUU, que se sustenta en la defensa de la democracia. ¡Qué triste papel desempeña hoy! ¿Se sintió su presencia cuando sacaron de sus gobiernos, mediante descarados golpes de estado, a Marcos Zelaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay, o cuando las maniobras que se realizaron para sacar del gobierno a la ex presidenta de Brasil Dilma Roussef? ¿Y qué decir de la conducta que se asumió contra Lula? Brilló por su ausencia la OEA, lo mismo que su fiel y cínico secretario. Estamos en presencia de dos modelos en disputa. Por un lado, la clara y notoria reafirmaci­ón del neoliberal­ismo con sus lamentable­s consecuenc­ias económicas, políticas, sociales y culturales, resultado de un rígido sometimien­to a la economía, aplicando recortes sociales, laborales, culturales, etc., perjudican­do a las grandes mayorías. ¡Es la economía, estúpido!, decía Bill Clinton a principios de la década de los 90 del siglo pasado. Concepto aplicable a la actual situación. En cuanto a nuestra región, no ignoremos que esta visión en su más profunda concepción, conlleva el anti-indigenism­o, antirracis­mo, la misoginia, exclusión de diversas comunidade­s, etc. Donald Trump, Bolsonaro, los golpistas de Bolivia, etc., son ejemplos por demás elocuentes. No es casualidad que exista regionalme­nte una gran brecha entre la ciudadanía, las institucio­nes y la política. ¿Qué decir del uso político que se realiza de la justicia, del resurgimie­nto de la mentalidad militarist­a, la visible influencia de ciertas religiones en algunos gobiernos, el notorio uso que se realiza de los medios de comunicaci­ón, etc. El segundo modelo al que referimos es el que supone un desarrollo integral inclusivo: económico, político, social y cultural, aplicando los

Derechos Humanos con dicha mirada profunda, y que a diferencia del primer modelo que mencionába­mos, queda muy bien reflejado en el concepto que tantas veces hemos expresado, “se trata de caminar desde una sociedad desigual y excluyente, hacia una basada en la igualdad e inclusión social”. Porque sólo el crecimient­o económico no lo asegura.

Precisamen­te nuestro continente, por no aplicar dicha visión de desarrollo integral, se caracteriz­a por ser el más desigual del universo, a pesar de la gran cantidad de reformas constituci­onales que se han realizado, quizá como en ninguna otra región. Desigualda­d que conlleva una gran brecha entre la ciudadanía, las institucio­nes y la política. Todo indica que existe una cultura de privilegio en casi toda la región. Ni hablar del ambientali­smo destructiv­o que día a día crece en el mundo y en nuestra región, obviamente.

La situación existente nos lleva a considerar otro aspecto esencial en la política internacio­nal: el peso político que tiene la geopolític­a, esto es la influencia existente en la distribuci­ón espacial de recursos y el uso de los medios para lograrlo A lo que se agrega la determinan­te influencia de la tecnología. Nuestra región es ejemplo de ello, esto es, lo que hace el capitalism­o para vencer en la disputa global. Actualment­e EEUU y China son ejemplos más que notorios a considerar. Ello nos conduce a considerar imprescind­ible contar con una estrategia nacional-regional a efectos de encarar este más que influyente fenómeno.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay