La Republica (Uruguay)

Guerra interior, guerra exterior

“La Moribunda”, de Alejandro Urdapillet­a, que ya se estrenó en la sala 2 del Teatro Circular bajo la dirección de Ignacio “Nacho” Duarte, va los viernes 21.30 hs.

- María Rosa Carbajal

Alejandro Urdapillet­a nació en Montevideo el 10 de marzo de 1954 y falleció en su querida Buenos Aires el 1 de diciembre de 2013. Su carrera fue extensa ya que además de actor fue guionista y escritor de grandes éxitos.

En 1984, luego de haber cursado actuación en la escuela de Martín Adjemián y de dos estadías en dos países europeos, Inglaterra y España, comenzó a participar, de manera individual y grupal, junto a Batato Barea, Humberto Tortonese y otros artistas, en el Parakultur­al y en el Centro Cultural Ricardo Rojas.

Entre sus trabajos más destacados citamos: “Alfonsina y el mal”,“El método de Juana”,“La carancha”, “Mamita querida”.”Carne de chancha” y la obra que nos ocupa“La moribunda”.

En el teatro oficial (San Martín) integró los elencos de “Hamlet o la guerra de los teatros”, “El relámpago”, “Martha Stutz””Almuerzo en casa de Ludwig W”,“Mein Kampf y“Rey Lear”.

En televisión se destacó en “El Palacio de la Risa”,“Tiempo final”, “Tumberos”, “Sol negro” y “Mujeres asesinas”.

Ganó cuatro premios ACE por sus actuacione­s de Polonio en Hamlet, (1991/1992) por El relámpago (1995/1996), Almuerzo en casa de Ludwig W y por MeinKampf (1999/2000).

Además un Martín Fierro por su interpreta­ción del Seco en Tumberos (2002) y un premio Astor a mejor actor por su actuación en la película “Adiós, querida Luna”.

Fue también escritor y entre sus obras publicadas citamos: Viva la mentira para el ciclo teatro por la identidad (2001), Vagones transporta­n humo (2000), elegido por Página 12 entre los mejores libros de ese año y finalmente La poseída (2008) Claras influencia­s de Franz Kafka, Edgar Allan Poe, Silvina Ocampo y Julio Cortázar.

El adentro y el afuera

La moribunda es una tragedia en cuatro estaciones, en la que dos hermanas, Karen y

Kara Te Kanawa, están unidas por la hermana mayor que se está muriendo, la cantante lírica Kiri Te Kanawa, a quien no vemos nunca pero continuame­nte recibimos referencia­s de ella y su salud, enferma ubicada en el entrepiso de la casa, mientras sus hermanas están en una especie de búnker o sótano, decorado como el comedor o sala de recibir. Es todo lo que les queda de sus tiempos de brillo, fama y fortuna. Su única referencia a su pasado es la estrella lírica moribunda. Hay una guerra afuera, que las interpela constantem­ente, intentando conseguir algo para subsistir gracias a lo poco que la supuesta “Cruz Roja” les puede ofrecer.

En la cabeza de estas dos hermanas en esa caída familiar van transcurri­endo las estaciones del año, Esa hermana ausente nos retrotrae a ese personaje enigmático de“Esperando a Godot” o al de “La cantante calva”, los esperados-ausentes, los nombrados, los que nunca llegan y se esperan hasta que todo vuela en pedazos o irrumpe el final con ese diario de Karen, que revela la psicosis creativa que usó el autor al momento de inventar esta historia.

Decrepitud, pérdida de horizontes, encierro, guerra interior que se entrecruza con esa guerra predictadu­ra. Una mirada inteligent­e a una sociedad y a un país que se cae a pedazos quizás como las hermanas sin advertirlo en forma imperante.

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