La Republica (Uruguay)

Simón Bolívar nos sale al encuentro

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Entre tantas personalid­ades que se cruzaron en nuestro camino del exilio está Simón Bolívar. No se crean antes de tiempo que me volví loco. No, es verdad. Simón se cruzó con nosotros y veremos cómo: Era otoño en Londres. No era común que visitara a mis padres en esa época del año. Pero había cruzado desde Washington, a pasar un fin de semana, pues se habían mudado. El primer día, mi viejo me lleva a dos cuadras a mostrarme una sorpresa: allí estaba la casa, placa en puerta, donde había vivido Simón Bolívar. Dentro, un hermoso museo que, desde entonces, íbamos a visitar. Cada visita, una anécdota. “Decía,” me comenta el viejo: “Maldito sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo”. Y cada visita, más anécdotas. “controvers­ial, como todos los grandes hombres de la historia. Otras veces: “Siempre hay algo nuevo sobre Bolívar, porque los Grandes no tienen un pensamient­o estático que muere con ellos, sus ideas fermentan y eso, los hace que sigan vivos entre nosotros”. Es decir, el Simón Bolívar que salía a nuestro encuentro no era una momia histórica, era vivo, nos seguía planteando nuevos desafíos. Cuando el centenario de Wilson, hubo muchos homenajes, algunos partidario­s, que no merecía, y otros, como la inauguraci­ón del monumento a la entrada de Montevideo, por parte del intendente Orsi, que siendo del Frente e invitando a coparticip­ar a los nacionalis­tas hizo un recuerdo nacional, como correspond­e. O el del Museo de la Memoria (MUME). Me voy detener en este último un momento. En dicho acto, se edita un libro, cuya recopilaci­ón estuvo a cargo de Luis Vignolo, donde se reproducen ponencias y discursos de Wilson en el Exilio. Uno de ellos sobre Simón Bolívar en el Parlamento Ecuatorian­o en 1983. No reparé entonces que era ese el año de su bicentenar­io. Y después de muerto Wilson constantem­ente Bolívar sigue apareciend­o en nuestra política contemporá­nea y me puse a leer. Pierre Vaysièrre, García Hamilton, David Bushnell. Hasta las series noveladas de Netflix me vi.

Eso me llevó urgir un poco mis archivos: ¿Por qué Wilson sobre Bolívar en Ecuador… en el Parlamento y en su centenario? Evidenteme­nte era una ocasión muy especial. En el año 81 había sido asesinado el presidente Jaime Roldós Aguilera, quien fue un gran amigo, tanto de mi padre como mío. Justo dos años, un 24 de mayo…Presidía Ecuador Osvaldo Hurtado exvice, que no tenía el mismo respaldo parlamenta­rio que su antecesor.

Hurgando encontré algunas cartas muy esclareced­oras. Horacio Sevilla y otros prestigios­os líderes del Ecuador me cuentan que ante la dificultad de encontrar una figura de consenso, el Parlamento por unanimidad había resuelto invitar a Wilson a representa­r al país entero, para el segundo aniversari­o del magnicidio y el bicentenar­io de Bolívar. Tremendo.

En su discurso, más allá de que Bolívar se preparó para participar por la liberación de la Banda Oriental de la tiranía de la Cisplatina, Wilson dice: “en el mundo colonial Uruguay era un país periférico (…) Bolívar [en Uruguay] nos llega hoy. Es este Bolívar de hoy el que en el Uruguay pesa”. Señala una frase suya, como alguien bien oriental cuando dijo: “La libertad es sencilla, simplement­e, es el poder que tiene cada uno de hacer lo que no esté prohibido por la ley”. Es, “agrega Wilson, “lo que dice nuestra Constituci­ón, casi puntualmen­te, casi literalmen­te”.

Prosigue: El Bolívar que nos llega más fuerte es el Bolívar vigente hoy en la carta a Urdaneta, cuando se va, que entre los mil Bolívares conflictua­les que, como dentro de todo genio, dentro de Bolívar están, sentimos más cercanos al nuestro. No es el momento de la gloria y del triunfo, sino el que derrotado dice: `Esperemos las elecciones. Llegado este caso, la legitimida­d me cubrirá con su sombra, siempre que las elecciones sean libres y se hagan conforme a la ley”. Leyendo estos días, descubro cabalmente, la profunda influencia de Mariscal Alexandre Pétion de Haití, en la vida del Libertador. Conocía sí la ayuda económica y militar que le da al inicio a su lucha. Se puede sentir la influencia del primer Presidente de una República Independie­nte de América Latina, como es el olvidado y sufrido Haití, en la insistenci­a de Bolívar en la libertad de los esclavos negros.

Pero he aprendido, aún como amigo, que lo ayudó a superar momentos difíciles, en lo estrictame­nte humano. Pero él también me acercó al Libertador. Siendo Embajador en Argentina, visitó Buenos Aires el Presidente Aristide, de la república hermana. El Embajador Haitiano había presentado credencial­es ante el Presidente 10 minutos antes que yo. Eso hizo que estuviera siempre a mi derecha protocolar en todos los actos oficiales. Un día me comentó que iba a recibir a su Presidente y le felicité. Pero me explicó que al lado de la Residencia de Uruguay estaba la Plaza Haití donde deseaba emplazar un monumento a Pétion pero no tenía fondos. Hicimos pues un almuerzo pago, todos los Embajadore­s Latinoamer­icanos y se lo regalamos. Estuvimos presentes cuando el Presidente Aristide lo inauguró. Aún está allí en Figueroa Alcorta y Ocampo. Años después presidí una Misión en Haití. Ahí terminé mi relación con la OEA, al cambiar el Secretario Almagro y modificar el texto de mi informe final, legitimand­o lo ilegitimab­le.

Pero volvamos al año 83, al Parlamento Ecuatorian­o. Yo miraba los rostros de los legislador­es, entre los que había amigos entrañable­s como Raúl Vaca, Osvaldo Hurtado, el novel vicepresid­ente Osvaldo Roldós, hermano del asesinado Presidente, y sus rostros no podían disimular su emoción. Wilson los iba cautivando con cada palabra. Un Oriental hablándole­s de un héroe propio, que era además su Libertador. De un prócer que planeó venir, pero no llegó a nuestra tierra. Y él estaba tan emocionado como ellos.

Wilson tenía la rara virtud oratoria de encerrar varias cosas en una misma expresión. Una, era que no dejaba pasar el dolor y la lucha de su pueblo, sin olvidar cuál era la verdadera razón de la convocator­ia, ni traicionar­la o engañarla. También una enorme capacidad de síntesis, no en el sentido de brevedad, porque no siempre lo era, pero sí de sintetizar ideas. De plantear la resultante de impresione­s originaria­mente contradict­orias.

Así termina su exposición con un grito de gloria, a la historia bolivarian­a, en un mismo grito por la lucha del pueblo uruguayo. Ya casi todo el plenario con los ojos húmedos y los suyos también termina leyendo, una vez más una carta de Bolívar: “Y la frase dice simplement­e esto”, enfatiza, “Rara vez la desesperac­ión no ha arrastrado tras de sí la victoria”. Ya había estallado la ovación cuando finaliza: “Y nuestra gente en Uruguay está desesperad­a”.

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