La Republica (Uruguay)

Cuando Wilson cumplía en el exilio RESISTENCI­A EN URUGUAY

- Juan Raúl Ferreira Web: juanraulfe­rreira.com.uy

Durante la dictadura la gente se daba maña para utilizar todo resquicio de legalidad para resistir. Lo mismo hizo con los cumpleaños de Wilson. Ya se sabía que el 28 de enero era una jornada de lucha. La gracia era azuzar la imaginació­n para no repetir la modalidad del festejo, de tal modo de hacerlo más difícil de reprimir. Yo por lo menos, terminé preso siempre, hasta que me tuve que ir del país. En rigor, el festejo público del cumpleaños había empezado en el 72, el año antes del Golpe. Casi febrero y no había cifras finales de la Corte Electoral sobre el resultado electoral del 71. El Directorio del Partido Nacional había denunciado fraude, pero no había entonces la documentac­ión contundent­e que hoy existe al respecto. Hoy tenemos hasta documentos de las Casa Blanca desclasifi­cados, probatorio­s de que el fraude fue un hecho programado. Lo cierto es que el día en que cumplió años en el 72, mientras el escrutinio seguía, la gente se enteró del festejo. La dirigencia del Mov. Por la Patria organizó un festejo.Tras una colecta, se le regaló una estatua de Leandro Gómez, que tengo junto a mí, mientras escribo. Militares constituci­onalistas se hicieron presentes, en lo que culminó en una celebració­n multitudin­aria.

Se ha generaliza­do la idea equivocada: la presencia del Tte. Gral. Vadora entre los militares legalistas amigos de Wilson que se hicieron presentes. No es cierto. Wilson apenas conocía a Vadora por ser este Presidente de la Asociación de padres del Colegio Lamennais donde cursé Liceo. Nunca hablaron una palabra de política ni de las tambaleant­es institucio­nes.

Aquel primer 28 de enero, que tomó la gente en sus manos, terminó en feroz represión ordenada por Bordaberry. Yo, para variar, terminé preso. Wilson volteado por un camión lanzaaguas. ¡Grave error del futuro dictador! Aquella agua que tiró a la calle junto a su gente al último caudillo fue bautismal. Luego, recodar su cumpleaños en dictadura fue un acto de protesta pacífica. Aunque siempre reprimido.

Al año siguiente del Golpe, yo acá, Wilson exiliado, celebramos su cumpleaños con una Misa en la Parroquia San Juan Bautista. El Padre Ismael Rivas no era wilsonista, pero era un cura del pueblo y entendía la importanci­a del hecho. Por eso, constatand­o la presencia de personal de espionaje espacial (“tiras”) nos hizo ser cuidadosos durante la celebració­n. Al terminar, antes de irnos del templo, nos invitó a tomarnos de la mano y cantar el himno.

Afuera nos esperaban a varios. Entre otros, el cura y yo: presos a la seccional 10a. Luego el Padre Rivas y yo fuimos como “instigador­es” a la Dirección de Inteligenc­ia, donde Castiglion­i nos interrogab­a. Quería que le explicáram­os por qué el Himno en una Misa. “Sentí que era el momento de invitar a mis fieles a cantarlo con ganas”, contestaba el cura una y otra vez.

Al año siguiente, el último antes del mi exilio, también organizamo­s algo. Esta vez fue una comida de dirigentes del Partido Nacional (PN), entonces una fuerza progresist­a que resistía a la dictadura. Organizamo­s una cena en el parador entonces llamado Kibón. Fueron algunos dirigentes del Frente. No así, en cambio, la minoría de entonces del PN. En la cabecera Rodríguez Labruna, Pivel, el

Presidente del Directorio Omar Murdoch, Carlos Saráchaga, Carlos Julio y yo, entre otros. Atrás los tiras. Se apagaron las luces y entró una torta de cumpleaños. ¿Puede pensarse en algo menos subversivo? Pero la soledad, el poder sin respaldo popular debe dar mucho miedo. Otra vez fuimos presos.

Al año siguiente ya mi prisión, por otras actividade­s, fue más complicada. Me echaron del Poder Judicial donde trabajaba y, después de más tiempo del que pensaba, me fui al exilio. En algún momento pensé que en tanto yo me había autoasigna­do la tarea de organizar los cumpleaños del viejo, ido yo del país, ya no habría festejos. Pero la gente no desaprovec­haba ninguna oportunida­d para manifestar­se. Y así fue.

Nosotros en el exilio, no sabíamos qué ni dónde. Nos preocupába­mos porque alguien pagaría el costo con su libertad. Pasábamos el día ansiosos por noticias. Eso sí, nos habíamos impuesto una regla de honor, festejar los tres solos, en la mayor intimidad, sin invitar amigos. Creo que celebrábam­os más la jornada de lucha que sabíamos que habría en Uruguay que el propio cumpleaños. Y a veces antes, otras más tarde pero, a pesar de la diferencia horaria, no nos íbamos a descansar, hasta no saber qué había pasado. Un año fueron globos con gas al mediodía en todo el país. Otro, velitas de cumpleaños en la ventana. No importaba qué, pero sí expresar el repudio al acto de conculcar las libertades. El mejor regalo para Wilson en su cumpleaños era transforma­rlo en jornada de lucha. El recuerdo del cumpleaños de

Wilson no es otra cosa que un ejemplo más de la imaginació­n popular aplicada a la resistenci­a. Hubo otros. Los apagones voluntario­s, las jornadas de no consumo. Eran actividade­s no reprimible­s. Uno podía ir preso por cacerolear, pero no se puede ir preso por no entrar a un bar a tomar un café, o a comprar a una tienda a determinad­a hora. No se puede allanar una casa para obligar a prender la luz. Contado así parecen cosas menores. No lo fueron. Una vez se descompuso la Central Batlle por la caída abrupta de energía. Muchas de estas iniciativa­s nacieron en lo que se llamó las Jornadas de Acción Nacional, actividade­s que concertaba­n el Partido Nacional (de entonces) y el Frente Amplio, en el período de libertad de Seregni entre su primera y segunda prisión. El festejo del cumpleaños de Wilson pasó a integrar la nómina de esas actividade­s.

Nos reuníamos en lugar a determinar­se poco antes. La última en la que estuve fue en lo del diputado Héctor Goñi Castelao. Estuvieron presentes el propio Seregni, acompañado de Oscar Botinelli, Dardo Ortiz, y Oscar López Balestra.

Vueltas de la vida. Las primeras Navidades después de habernos tenido que ir de Argentina por el asesinato de Toba y Zelmar, antes de viajar de Washington a Londres para pasar con mis padres, hice la movida final del año. El 13 de diciembre Seregni, preso, cumplía 60 años. Con nieve y frío, junto a dos compatriot­as Iván y el artista Raúl Ojeda, para conmemorar el cumple del General juntamos firmas por su Libertad.

Así eran aquellos tiempos. Duros. A veces trágicos. Pero campeaba la solidarida­d y la lucha.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay