La Republica (Uruguay)

Adela Reta: un estilo de liderazgo

- Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER)

Nada más vigente que el reconocimi­ento múltiple que se le está realizando a Adela Reta, que fue un ser fenomenal en casi todas las áreas en las cuales actuó en nuestra sociedad. Mi mirada es muy personal y cercana, además de ser afectuosa. Pude conocerla ampliament­e y trabajé con ella diariament­e durante muchos años. Más que trabajar, fue una colaboraci­ón estrecha y un aprendizaj­e de vida. Compartir con Adela como Director del Instituto del Libro entre 1987 y 1990 cuando ella fue Ministra de Educación y Cultura y como Vicepresid­ente del Sodre entre 1995 y el 2000 cuando ella era la Presidente del

Consejo Directivo, fue más que una experienci­a y una honra, un efectivo posgrado de vida y una experienci­a muy especial de valores, principios y procedimie­ntos. Para mí, incluso más que un aprendizaj­e y una amistad fue una nueva tía que la vida me dio. El honor fue mayor, en tanto ella incluso casi condicionó su aceptación al Sodre a que yo la acompañara, cosa que fue complejo en la normal distribuci­ón de cargos, al ser los dos miembros del mismo grupo del Presidente Sanguinett­i. Es imposible no rememorar en estos días las cientos de anécdotas e historias compartida­s, pero quiero observar su faceta de gestora, y su modelo de gobernanza y de liderazgo.

Durante esos años todas las semanas teníamos largas horas de sesión tanto del Consejo Directivo del Sodre, junto con los otros consejeros Hugo Ferrari, Germán Arias y Ortiz de Taranco, como de la Comisión que gerenciaba la obra del Complejo de Espectácul­os y en la cual los arquitecto­s de la obra, los equipos técnicos del Ministerio de Transporte y Obras Públicas y el Sodre nos reuníamos semanalmen­te en Presidenci­a de la República. Allí pude observar y valorar un estilo de liderazgo colectivo y horizontal, que conocí más en profundida­d en los miles de breves o largos encuentros en su oficina, cuando abría su puerta y le decía: ‘Hola Doctora, ¿me permite un momento?’, y arrancábam­os para el seguimient­o de los cientos de temas del Sodre. De las caracterís­ticas de la Dra. Reta que más me han marcado, era su concepción y manejo del ejercicio del poder y de la gestión estructura­da sobre la base de construir consensos y equilibrio­s. Era una notable gestora en la capacidad de construir dinámicas de trabajo colectivas y en delegar responsabi­lidades. La creación de espacios de confianza era una de sus fuertes cualidades. Ella sostenía que incluso su forma de gobernar era una concepción femenina y la contrastab­a en las conversaci­ones que teníamos con un tipo de ejercicio del poder y la gestión masculino, con una mirada más jerárquica y ejecutiva como forma de gestión, y menos atento a las sensibilid­ades de las personas y la creación de dinámicas y equipos de trabajo armónicos. Yo argumentab­a que no era exclusivo de una mirada femenina, pero reconocí siempre que es más marcado ese liderazgo en las mujeres. Su gestión era política en el mejor sentido de la palabra, de sopesar intereses y valores, marcos legales y políticas, de mirar a corto y largo plazo y de integrar a todos en esos procesos de análisis, consultas y decisiones. Tanto dentro como fuera del Sodre llamaba directamen­te a los funcionari­os a cargo de los temas para interesars­e en ellos y dar su mirada sobre expediente­s problemáti­cos. A pesar de sus limitacion­es físicas estaba permanente­mente en contacto con todos los actores, tanto de los temas administra­tivos, culturales o jurídicos. Cuando los expediente­s llegaban al directorio ya su mirada habían sido incorporad­a o tenía informació­n relevante y precisa, dotándola de una fina capacidad anticipato­ria de problemas y soluciones. No actuaba solamente sobre los cuadros intermedio­s de la administra­ción, sino intercambi­ando informació­n y mirada con los funcionari­os en todos los niveles, que se sentían parte, y que para ella era una tarea titánica para sus años y que la mantenía sentada en el escritorio largas jornadas sin casi moverse y en reuniones y al teléfono. El sentido de la responsabi­lidad y el deseo de estar informada era una de sus grandes cualidades, aún en las áreas como las tecnológic­as que ya estaban lejos de su radar. En las reuniones de los órganos y ámbitos directivos, sus observacio­nes y comentario­s a los temas en general se producían al final de las miradas de los diversos actores, en las cuales ella sopesaba la informació­n documental y los análisis de los participan­tes, e integraba el sentir colectivo o agregaba informació­n muy pertinente al problema. Cuando faltaba alguna participac­ión que preveía importante incitaba a los miembros de la reunión a dar su opinión. Cuando correspond­ía al final era capaz de dictar con una precisión casi matemática las resolucion­es administra­tivas con todos sus antecedent­es y consideran­dos. En sus últimos años, su ceguera y los tiempos le limitaban poder leer todos los expediente­s y era yo que en el Consejo los presentaba. Desde las primeras reuniones me preguntó “dónde está el cangrejito” que no entendí en un primer momento, asociado a cuál era el problema real que estaba atrás del expediente, o cuál era el interesado que lo “hacía caminar” al trámite. Buscaba desvelar la causa más profunda de los temas y los actores sociales o individual­es por detrás. Era una mirada más allá de la superficie fría del expediente que no siempre muestra las realidades profundas que se esconden. Era una mirada hacia el fondo de los temas adonde me llevaba de la mano. Con su criterio legal y administra­tivista, y siempre muy cuidadosa de las posibles observacio­nes del Tribunal de Cuentas, que era como si estuviera sentado en la mesa, tampoco miraba exclusivam­ente desde estándares y procesos sino que buscaba atender con una mirada humana las situacione­s personales pero sin entrar en la casuística como modelo de gestión pública. En los últimos tiempos su salud estaba muy resentida, pero seguía al firme. Creo que la adrenalina de haber avanzado en la consolidac­ión de la construcci­ón del Sodre, le daba la vitalidad que el cuerpo le estaba lentamente negando. El Sodre le alimentaba su vida, y ella se la dio al propio organismo, que fue el cierre de una muy larga carrera republican­a y humana por el Uruguay, que me dio el honor de poder compartir algunos años.

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