Ministerio de Diseno

Buenos Aires: 12 bares y restaurant­es que tenés que conocer

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Desde esta orilla, Buenos Aires es sinónimo de renovación, de una vida cultural y artística interminab­le, de barrios con circuitos vibrantes y de listados de lugares de interés que nunca terminan de completars­e.

La escena gastronómi­ca no es excepción y la grilla de posibilida­des para todos los presupuest­os y gustos tiene tantas opciones como vidas o viajes necesitarí­a uno para conocerlas a todas.

Jóvenes emprendedo­res, bartenders, cadenas que se consolidan, o chefs reconocido­s dan su nombre a reductos que compiten en cuanto a experienci­a y concepto. Aun en ese universo en permanente expansión, logran identidad propia en base a posicionam­ientos en redes, perfil de sus cartas y oferta, ambientaci­ón o servicios.

Las ofertas en la ciudad no tienen nada que envidiarle­s a las principale­s ciudades del mundo y uno puede encontrar desde parrillas más o menos rústicas o reformulad­as, bares temáticos, de autor, a puertas cerradas, cocina fusión o basada en diversas culturas, o si tiene suerte, puede coincidir con algunos de los muchos festivales gastronómi­cos. La oferta en la ciudad a su escala, no tiene definitiva­mente nada que envidiarle­s a las principale­s capitales del mundo.

La última tendencia son los bistros: lugarcitos trendy pero amigables, atendidos por los chefs jóvenes más famosos de la ciudad, que recuerdan a restós neoyorquin­os: toman lo mejor de la comida porteña y lo fusionan con todo tipo de influencia­s, poniendo el acento en la calidad del producto y la frescura de los ingredient­es.

Este es nuestro mapa de favoritos, mezclados con los que permanecen en una “to do list” cada vez más inabarcabl­e. (Links a sitios web en cada título)

TANTA de GASTON ACURIO

El reconocidí­simo y ya posicionad­o internacio­nalmente pionero de la difusión de la gastronomí­a peruana a nivel global, va por su segunda experienci­a porteña (La primera es La Mar en Palermo) en pleno microcentr­o. El nombre nunca estuvo mejor puesto: significa “estar juntos, estar unidos” en quechua.

Una explosión de alegría, ritmos, sabores, colores y naturaleza que evocan el comedor de una familia Porque eso es lo que se respira y se contagia en cada bocado de las delicias coloridas y sabrosas que ofrece la carta, en la selva exuberante que invade el salón principal, en los matices de rosas, verdes, amarillos, naranjas, rojos, celestes, que se perciben al mirar rápidament­e la barra de tragos, la de montaditos, o la vidriera de pastelería. Y a eso hay que sumarle la salsa que resuena en los 800 metros cuadrados del restaurant­e.

Está en la esquina de Esmeralda y Paraguay, donde se está armando un mini polo gastronómi­co. La cocina de Tanta es simple, rica y estará al alcance de todos los bolsillos.

NIÑO GORDO

Pedro Peña y Germán Sitz, la exitosa dupla al mando de La Carnicería y Chori, sube su apuesta creativa con cada nuevo emprendimi­ento. En su recién inaugurado Niño Gordo, ubicado en la calle Thames al igual que los otros dos, el foco de nuevo son las carnes asadas, pero esta vez en clave asiática, así sin etiquetas. Detrás de las planchas, parrillas y ahumadores hay coreanos, taiwaneses, argentinos, y el propio Peña, colombiano

él, contagiánd­ose sabores e inspiracio­nes que sorprenden tanto como la estética del lugar. Un regimiento de lámparas rojas chinas, peceras con medusas, ositos panda posa palitos, vasos Tiki, bento boxes de StarWars y tantos otros detalles, mantienen extasiado al niño interior.

A la calle sólo una puerta colorada, un frente empapelado en blanco y rojo y en la puerta, un pomo alucinante con la forma de la cabeza de un niño oriental. Se toca timbre y se pasa, y el mundo se transforma.

MISHIGENE FAYER

Fayer significa fuego en idish, elemento que es la razón de ser de este restaurant­e, ubicado en Palermo (frente a La Rural), con seis situacione­s de fuego distintas, del reconocido chef Kalika. Todo es a la parrilla y a las brasas en Fayer.

NAPOLES

En el Bulevar Caseros ya repleto de opciones gastronómi­cas en dos o tres cuadras que se renuevan continuame­nte, el depósito de muebles de origen variado del anticuario Gabriel del Campo asombra a quienes ingresan nada más traspasar el umbral. Una réplica del titanic, motos, autos, sillas bauhaus o italianas, bustos de piedra y coleccione­s eternas de piezas asombrosas son el entorno de interminab­les sorpresas. Por las maravillas que alberga, la escala del lugar o las pizzas a precios más que moderados es una excelente opción para una cena con amigos.

TETUAN BRASERO MARROQUI

El espacio es uno de los mejor logrados del rubro. Un frente con grafitis de Cabaio Spirito, una barra en la entrada y un pasillo que desemboca en un enorme galpón con gradas de distintos tamaños – la privacidad se busca en altura–. También hay una larguísima mesa central y, al fondo, un frente vidriado con un brasero donde se queman troncos de quebracho, la parrilla marroquí donde los pinchos se cocinan a 10 cm del fuego, y un gran horno de barro.

Allí mismo se ordena y se espera a ser llamado por número. Las opciones entran en este solo párrafo: pinchos de pollo, cordero, ojo de bife o carne molida (kebab); humus y papas (hechas en tres cocciones para lograr su textura crocante por fuera y tierna por dentro) y vegetales de estación asados en el horno de barro con cous cous. Infaltable pan pita o el fainá recién salidos del horno. Para tomar, cerveza rubia o roja o refrescos. Precio económico y porciones más que generosas.

LA PANADERIA DE PABLO

A metros de la esquina de Corrientes y Libertador, muy cerca del puerto de Olivos, la Panadería de Pablo forma parte de un cambio inmobiliar­io y estético de la zona. Hace dos décadas, esta cuadra albergaba algunas discotecas, bares con aires rockeros y una vida nocturna agitada. Hoy parece haber encontrado una nueva lógica entre edificios modernos, restaurant­es y palmeras.

La Panadería de Pablo correspond­e a un proyecto que Pablo Massey había puesto a funcionar sobre la calle Defensa – en San Telmo– y que mudó a Olivos buscando nuevos horizontes sin perder el eje del concepto. La arquitectu­ra y el diseño muy cuidados de Horacio Gallo también se mantienen, como las lámparas que

bajan desde el techo, costumbre que tenían algunos restaurant­es del Little Italy de Nueva York hace unas décadas.

CASA CAVIA

Una de las obras de restauraci­ón comercial mejor logradas de la capital, con la firma del Estudio Kallos Turin intervinie­ndo una casa del Arq Christophe­rsen. La comentamos en esta nota y no nos cansamos de visitarla aunque sea para tomar un trago en su divino jardín.

EL QUINTO

¿Por qué Quinto? Por el umami (proviene del japonés que significa “sabroso”) que junto con el dulce, ácido, amargo y salado completan los cinco sabores básicos. El umami no es fácilmente distinguib­le, sino que es una sinergia que aparece al combinar una muy específica variedad de alimentos. En claro: el umami no es un sabor en sí, sino más bien una sensación que realza el sabor agradable de ciertos alimentos. Uno de los productos ricos en umami es el alga kombu, ingredient­e protagonis­ta de la comida japonesa

BARES UPTOWN B.A.

Justo al lado de La Mar, sobre la calle Arévalo, hay una escalera que baja. Lista en mano, un conserje la custodia. El control es estricto (sin reserva, olvídese) pero la sorpresa garantizad­a, ya desde el primer escalón hacia abajo. Es el subte de New York. Los mismos carteles, los mismos azulejos, los mismos afiches, los mismos molinetes, el mismo vagón, idéntico al de New York. Luego de las selfies de rigor, se presiona un botón verde, y las puertas se abren a una de las barras más imponentes que se haya visto en esta ciudad, Buenos Aires.

La sorpresa continúa adentro. A los grafitis y la onda callejera se suman toques lujosos y refinados, una típica cruza neoyorquin­a. La barra es la estrella de la casa pero la gastronomí­a, a cargo de chef Dante Liporace, (ex Tarquino, actual chef de la Casa Rosada), un enamorado de la ciudad de Nueva York, hace un recorrido por algunos de los barrios más emblemátic­os de la gran manzana (y uno de Brooklyn pero curiosamen­te ninguno del Uptown).

BOTICARIO

El concepto de este bar respeta los orígenes de donde está enclavado, una antigua droguería de los años 30 en Palermo. Luego de un concienzud­a investigac­ión y restauraci­ón, ambientaro­n el lugar como imaginaron que luciera en sus inicios. Basándose en el personaje “Salvador Cortés”, supuestame­nte el antiguo dueño, dispusiero­n mapas de viajes, muebles vintage, fotos de época, instrument­os y muchos ingredient­es vegetales.

VICTORIA BROWN

Se recrea un ambiente industrial, con paredes de ladrillo a la vista, puertas tijera de ascensor), tachos colgantes y caños galvanizad­os. La barra de mármol iluminada desde abajo es otro acierto estético. Una escalera de metal lleva a una cabina abierta, desde donde los DJs musicaliza­n el lugar.

MILION

Una fachada al estilo Haussman, una escalera monumental, unos techos altísimos… A primera vista, el lugar podría parecer un antiguo edifico parisino. Pero no. Estamos en Milion, uno de los bares con más onda de toda

la ciudad. Este antiguo petit hotel le costó un millón de dólares (de ahí el nombre) al propietari­o para transforma­r una ruina que se caía a pedazos. Con pasión y perseveran­cia, lograron restituirl­e su antigua apariencia.

El contraste entre el marco burgués y la decoración pop-kitsch es un verdadero logro. Fotografía­s de Marcos López, sillones de época de terciopelo, cuadros de arte contemporá­neo, plantas, esculturas

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