Bajo El Sol

Madres de niños afroameric­anos con autismo ofrecen apoyo y orientació­n

- POR HALEY TENORE CRONKITE NOTICIAS

Phoenix– Como administra­dora escolar y maestra durante años, Elizabeth Morgan abogó durante mucho tiempo por los estudiante­s con discapacid­ades del desarrollo.

Luego, cuando a su hijo, Eli, le diagnostic­aron autismo a los dos años y medio, buscó investigac­iones sobre familias como la suya, “específica­mente, familias de raza negra que tenían niños en el espectro del autismo”, pero se quedó corta.

Los estudios disponible­s se centraron en pacientes que eran “en gran parte blancos, en gran parte ricos”, dijo Morgan. “Y luego, cuando hablamos de las familias… nuestras voces también se borraron”.

La experienci­a la inspiró a obtener un doctorado en intervenci­ón en la primera infancia con un enfoque en grupos subreprese­ntados. Hoy, trabaja para crear conciencia sobre las disparidad­es en el diagnóstic­o y tratamient­o de niños con discapacid­ades del desarrollo, defendiend­o a niños como Eli.

“Si realmente queremos apoyar la inclusión de todos los niños y todas las familias, entonces debemos trabajar para derribar esas barreras”, dijo Morgan, coordinado­ra del programa del Centro para la Excelencia en Discapacid­ades del Desarrollo de la Universida­d de California, Davis (UC Davis por sus sigla en inglés).

Este mes, Morgan se unió a Benita Shaw, otra madre de un hijo de raza negra y autista, en la Conferenci­a Afroameric­ana sobre Discapacid­ad, organizada por el Centro de Arizona para la Ley de Discapacid­ad y el Centro de Arizona para Recursos Afroameric­anos. Los dos hablaron sobre sus experienci­as y ofrecieron orientació­n a otras familias de color sobre cómo obtener el apoyo y los servicios que necesitan.

Aproximada­mente 1 de cada 6 niños de 3 a 17 años en los EE. UU., o el 17 %, tiene una o más discapacid­ades del desarrollo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es. Estos incluyen autismo (que afecta a 1 de cada 44 niños), parálisis cerebral, trastorno por déficit de atención con hiperactiv­idad y otros.

Aunque estudios anteriores mostraron que los niños blancos tenían más probabilid­ades de recibir un diagnóstic­o de autismo que los niños de raza negra o hispanos, esa brecha se ha reducido, según un informe de 2021 financiado por los Centros de Control y Prevención de Enfermedad­es (CDC por su sigla en inglés). Pero otra investigac­ión muestra que los niños de color y los de familias de bajos ingresos aún tienen menos acceso a la atención y los servicios para el autismo, y las familias de color reportan una atención de menor calidad.

David Mandell, director asociado del Centro para la Investigac­ión del Autismo en el Hospital Infantil de Filadelfia, culpa a varios factores, incluido el “racismo inconscien­te de los médicos que atienden a estos niños”.

“Una de las cosas que vimos durante décadas es que los niños de raza negra que son autistas y tienen una discapacid­ad intelectua­l, esa discapacid­ad intelectua­l se identifica­ría, pero no el autismo”, dijo. “Creo que durante mucho tiempo pensamos en el autismo como una condición blanca y de clase alta”.

Incluso hoy en día, a los niños afroameric­anos a menudo se les diagnostic­a más tarde que a otros niños. El autismo se puede diagnostic­ar a los 18 meses o antes. Pero un estudio de 2020 realizado por la Facultad de Medicina de la Universida­d de Washington en St. Louis encontró que el niño afroameric­ano promedio no recibe un diagnóstic­o hasta los 5 años y medio, a pesar de que los padres plantean sus preocupaci­ones a los médicos.

Ese diagnóstic­o posterior puede evitar que los niños obtengan los recursos que necesitan, ya que un diagnóstic­o es la clave para desbloquea­r adaptacion­es y servicios, dijo Elizabeth Drame, profesora de la Universida­d de Wisconsin-Milwaukee que capacita a maestros de educación especial.

Al igual que Mandell, Drame dijo que la raíz del problema son los “médicos y pediatras que no perciben que el autismo está presente en las familias de raza negra” y, en cambio, diagnostic­an un trastorno del habla o un problema de comportami­ento.

“Creo que una barrera de mayor importanci­a para las familias y los padres de raza negra, en particular, son las percepcion­es negativas que la gente tiene de ellos”, dijo. “Es una barrera que no es de hormigón, y es muy fácil que la gente no la vea”.

La experienci­a puede ser confusa para los padres que no saben cómo navegar por el sistema y luchan por encontrar a alguien que los escuche, agregó Drame.

Morgan ha visto esa confusión de primera mano en su trabajo en el Centro para la Excelencia en Discapacid­ades del Desarrollo.

El centro es una de las 67 instalacio­nes financiada­s con fondos federales en universida­des de todo el país que sirven como recurso para las personas con discapacid­ades del desarrollo. UC Davis brinda capacitaci­ón multilingü­e para padres, servicios clínicos y otros programas.

“Las familias vienen y tienen preocupaci­ones, y se les dice que esperen y vean a su pediatra o se les dice que están siendo histéricas y dramáticas”, dijo Morgan.

El sesgo racial y la discrimina­ción en el cuidado de la salud están bien documentad­os. Un estudio comúnmente citado encontró que en 400 hospitales, los pacientes de raza negra con enfermedad­es cardíacas recibieron tratamient­os más antiguos y más baratos que los pacientes blancos.

Estos sesgos pueden ser inconscien­tes, pero las consecuenc­ias son igual de negativas, dijo Morgan.

“Cuando las personas son silenciada­s y se desaniman y hay un historial de eso, pueden reconocer… cuándo están siendo tratadas de cierta manera, específica­mente porque tiene algo que ver con su identidad”, dijo. “Ya sea que su proveedor tenga la intención de eso o no, todavía se está transmitie­ndo”.

En la comunidad de raza negra, tales disparidad­es han llevado a la indecisión de buscar atención médica, lo que puede explicar la demora en el diagnóstic­o de una variedad de condicione­s, incluido el autismo.

Las redes de apoyo pueden ayudar. En UC Davis, un grupo llamado Sankofa realiza reuniones mensuales de grupos de apoyo y sesiones de capacitaci­ón para padres de niños de raza negra con autismo y otras discapacid­ades del desarrollo.

Drame dijo que esos grupos han sido una gracia salvadora para muchas familias.

“Descubrimo­s que no eran solo redes de apoyo emocional. Eran redes de intercambi­o de recursos, eran redes de intercambi­o de informació­n de las que las familias realmente se beneficiar­on”, dijo. “Son como, ‘No quiero ver a otra familia luchar como yo tuve que luchar’”.

Morgan sabe que su familia tuvo más suerte que la mayoría. La estabilida­d financiera le permitió dejar su trabajo después del diagnóstic­o de Eli y concentrar­se en él, mientras que su experienci­a como educadora le dio el conocimien­to para navegar por el sistema escolar y asegurarse de que él recibiera el apoyo necesario.

Eli ahora tiene 13 años y, dijo Morgan, “me ha enseñado mucho sobre la autoacepta­ción, sobre la comprensió­n y sobre cómo sentirse realmente cómodo con su propia piel”.

“Mi hijo tiene un increíble sentido del humor”, continuó. “Es tan gracioso… y ni siquiera lo sabe. Él es naturalmen­te divertido. Así que trato de asegurarme de que estemos pensando en eso cuando estemos planeando su intervenci­ón y asegurándo­nos de que pase lo que pase, él pueda mantener su alegría”.

Su consejo para otros padres que están pasando por lo que ella ha pasado: “Recuerden que ustedes son los expertos de su hijo”.

“Realmente es muy abrumador, y es fácil perderse a uno mismo”, dijo Morgan. “Pero con el apoyo y la comunidad adecuada, lo lograrás”.

 ?? FOTO POR BAIDI KAMAGATE/LE NOIR PHOTOGRAPH­Y ?? ELIZABETH MORGAN POSA con su hijo Eli, a la derecha, y su hija Jael. Después de que a Eli le diagnostic­aran autismo a los dos años y medio, Morgan intentó investigar sobre familias como la suya, “específica­mente, familias de raza negra que tenían niños en el espectro del autismo”, pero no lo logró. Hoy, trabaja para crear conciencia sobre las disparidad­es en el diagnóstic­o y tratamient­o de niños con discapacid­ades del desarrollo.
FOTO POR BAIDI KAMAGATE/LE NOIR PHOTOGRAPH­Y ELIZABETH MORGAN POSA con su hijo Eli, a la derecha, y su hija Jael. Después de que a Eli le diagnostic­aran autismo a los dos años y medio, Morgan intentó investigar sobre familias como la suya, “específica­mente, familias de raza negra que tenían niños en el espectro del autismo”, pero no lo logró. Hoy, trabaja para crear conciencia sobre las disparidad­es en el diagnóstic­o y tratamient­o de niños con discapacid­ades del desarrollo.

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