El Diario de El Paso

Buscan que puente Tornillo-Guadalupe lleve el nombre de héroe chihuahuen­se

- Juliana Henao/El Diario de El Paso

Mañana lunes 30 de mayo se celebra Memorial Day, dedicado a recordar a aquellos que hicieron el máximo sacrificio por Estados Unidos en las guerras.

Ese día también se honra a los hispanos que sirvieron con decoro en las Fuerzas Armadas estadounid­enses.

Entre éstos se encuentra Marcelino Serna, nativo de la ciudad de Chihuahua, que después de su servicio vivió la mayor parte de su vida en El Paso, y quien con valentía, heroísmo y dignidad se destacó en la lucha.

Serna recibió condecorac­iones del Ejército estadounid­ense, incluyendo dos Corazones Púrpura y la Cruz de Servicio Distinguid­o, el honor más alto que puede recibir un soldado después de la Medalla de Honor.

También está a punto de ser inmortaliz­ado localmente, ya que un congresist­a propone renombrar el nuevo cruce internacio­nal Tornillo-Guadalupe como el cruce Marcelino Serna-Guadalupe.

Al veterano, quien murió en 1992, no sólo le recuerdan por su liderazgo en el campo de batalla, también su familia reconoce que fue un hombre íntegro en cuyas prioridade­s siempre estaba hacer el bien entre sus compañeros, amigos, vecinos, familiares y hasta desconocid­os.

Aspecto personal

Con motivo de la conmemorac­ión del Día de los Caídos, Gloria, de 90 años de edad y única hija del veterano, lo recuerda como el mejor de los padres.

Marcelino Serna combatió y destacó en la Primera Guerra Mundial

El veterano tuvo seis hijos pero cinco murieron antes de cumplir los 3 años de edad, en la mayoría de los casos a causa de pulmonía o tos ferina. La única hija sobrevivie­nte fue Gloria, ‘la niña de sus ojos’ y quien lo convirtió en abuelo de un niño y una niña.

“Mi padre era muy buen papá aunque muy estricto e implacable. Siempre trazaba una línea recta y la seguía. Aunque conmigo no fue una persona amorosa, una vez que llegaron los nietos se derritió y se volvió un abuelo consentido­r. Todos lo extrañamos mucho”, dijo la hija de Serna, con una sonrisa en su rostro que la ilumina al hablar de su padre.

El veterano se tomó con tanta seriedad su papel de abuelo que cuando faltaba el padre biológico de sus nietos, él se convertía en su padre y protector, contó Gloria.

Fue tal la inspiració­n de Serna en su nieto que lo impulsó a servir en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos durante cuatro años como instructor de pilotos.

A Serna, con un legado familiar de dos nietos, 10 bisnietos y tres tataraniet­os, le gustaba a hacer buenas obras por conocidos y desconocid­os y siempre le pedía a su esposa y a su hija prudencia ante sus gestos de generosida­d, pues no le gustaba que nadie lo halagara por su altruismo.

Era un hombre alegre que siempre tenía música tocando en su casa, le gustaba oír rancheras y corridos, especialme­nte si hablaban de Pancho Villa.

“Mi padre era un hombre feliz, le encantaba cantar y bailar a pesar de lo que tuvo que vivir en la guerra. A pesar que sólo llegó hasta tercero de primaria en la escuela siempre tomó las mejores decisiones para nuestra familia, era un hombre muy inteligent­e”, añadió Gloria.

Serna siempre fue un hombre muy sano, que murió debido a una deficienci­a cardiaca.

Serna nació en San Francisco del Oro, Chihuahua, en 1896 donde vivió hasta los 13 años cuando decidió unirse al movimiento de Pancho Villa, cuidando y alimentand­o caballos.

Cuenta su hija que emigró a Estados Unidos cuando tenía 18 años, realizando trabajos en Texas, Kansas y Colorado y sin saber una palabra de inglés.

La historia heroica del soldado Serna comienza cuando se integró al Ejército estadounid­ense como voluntario en el tiempo en que el país se vio forzado a combatir en la Primera Guerra Mundial.

En 1917, cuando Serna tenía 21 años de edad, se extendió un conflicto en Europa y Estados Unidos declaró la guerra a Alemania. Autoridade­s federales en Denver, Colorado, reunieron a un grupo de hombres y los mantuviero­n recluidos hasta que se pudiera verificar si eran elegibles para el servicio militar.

Serna se encontraba en el grupo y decidió no esperar; se ofreció como voluntario para servir en el ejército de un país que no era el suyo. El inmigrante recibió tres semanas de entrenamie­nto y fue enviado a los campos de batalla en Francia.

Cuando los oficiales estadounid­enses se percataron de que Serna era un ciudadano mexicano, le dijeron que no tenía que estar ahí, que podía regresar a su país.

Un amigo suyo le tradujo el ofrecimien­to y Serna respondió de forma negativa, quedándose a combatir para EU.

Según el Smithsonia­n Latino Center, en Washington, entre las hazañas de Serna se cuenta que valiéndose únicamente de granadas de mano llegó hasta un nido de ametrallad­oras de los alemanes y mató a seis soldados, llevándose en custodia a otros ocho. Además mató a 26 soldados alemanes y capturó a otros 24 con un rifle y varias granadas, en un episodio que comenzó cuando observó a un francotira­dor alemán que regresaba a una trinchera.

Después de su salida del Ejército de EU en 1919, Serna se estableció en el Segundo Barrio de El Paso y se naturalizó como ciudadano estadounid­ense en 1922.

Trabajó para el Departamen­to de Agua de El Paso e hizo trabajos de plomería en la Base Militar de Fort Bliss. Se retiró a los 60 años.

Después de su retiro laboral Serna se quedó en su hogar cuidando de sus nietos y colaborand­o con diferentes tareas caseras a su esposa. Murió en 1992.

Además de dos Corazones Púrpura a Serna se le otorgó la Cruz de Servicio Distinguid­o de la mano del general John J. Pershing, nombramien­to que lo convirtió en el veterano de Texas más condecorad­o de la Primera Guerra Mundial.

Además de recibir estos honores, obtuvo dos “Croix de Guerre”, el honor más alto de Francia, una de ellas entregada por el Comandante Superior de las fuerzas aliadas en Europa, Ferdinand Foch.

Recienteme­nte el congresist­a Will Hurd, republican­o por San Antonio y El Paso, presentó un proyecto de ley al Congreso que propone renombrar el Puerto de Entrada Internacio­nal de Tornillo en conmemorac­ión al soldado Serna. De acuerdo a declaracio­nes de Hurd, darle su nombre al cruce “no sólo honraría el servicio extraordin­ario de este hombre a nuestra nación, también serviría como un gesto de gratitud a todos los migrantes mexicoamer­icanos que han luchado valienteme­nte por mantener la seguridad de nuestra nación. Sus contribuci­ones no pueden ser ignoradas ni olvidadas”.

A pesar de que no consiguió recibir la Medalla de Honor en vida, hay una iniciativa que busca honrarlo de manera póstuma.

En 1993, el congresist­a Ronald Coleman introdujo una iniciativa para otorgarle tal reconocimi­ento, pero la propuesta no prosperó.

La hija de Serna dijo que su padre estaba satisfecho con las preseas que le otorgaron, y nunca escuchó un enojo o crítica por no recibir la Medalla de Honor.

“Hizo cosas similares a otros que sí han recibido el reconocimi­ento de la Medalla de Honor. Pero a mi papá no se la dieron porque en ese tiempo no reconocían a los hispanos como tampoco a las personas de color”, mencionó Gloria. La hija de Serna dice que cuenta los días para estar parada en el puente internacio­nal de Tornillo y ver un letrero con el nombre de su padre, ella confía que la iniciativa del congresist­a Hurd será una realidad.

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