La gran apuesta de los demócratas
Washington— Llegué a Estados Unidos en 1982, atraído por el país e interesado en su política. Aquellos eran días de trauma económico (una gran recesión) y miedos por la seguridad nacional. Y vine de la India, donde la sabiduría convencional era cuasi-socialista y antiestadounidense. Sin embargo, me fascinó Ronald Reagan y su Partido Republicano. Reagan parecía personificar el espíritu de Estados Unidos: optimista, de gran corazón y amante de la libertad. Los demócratas eran bienintencionados, pero al señalar las fallas internas y las fallas de política exterior de Estados Unidos, parecían saltearse la gran imagen: que Estados Unidos representaba el futuro, no la Unión Soviética.
Tal como mostraron las convenciones de los dos partidos en las últimas dos semanas, el mundo político se ha dado vuelta. Actualmente el Partido Demócrata irradia confianza en Estados Unidos, y los republicanos critican a su país.
Las convenciones de 1984 fueron las primeras que tuve la oportunidad de seguir y me paralicé. Como consecuencia, me quedé hasta tarde cada noche en un cuarto común de la universidad para poder comprender todos los discursos. El discurso que más recuerdo es uno dado en la convención republicana en Dallas. Reagan había designado como su embajador ante las Naciones Unidas a una demócrata de toda la vida, la académica de Georgetown, Jeane Kirkpatrick. Ella habló desde el podio con un tono cuidadoso y deliberado, ensartando a los demócratas con argumentos que se podrían aplicar fácilmente hoy en día, a los republicanos. (Jennifer Rubin del Washington Post ha también escrito hace poco acerca del impacto de ese discurso).
Kirkpatrick explicó que ella admiraba a los demócratas como Harry Truman, ya que no se avergonzaban de ver a Estados Unidos ‘como una gran nación’. No obstante, ella dijo que ‘los demócratas de San Francisco’, habían perdido esa fe instintiva. (La convención demócrata fue celebrada en esa ciudad, ese año). También señaló que cuando Moscú fue hostil, los demócratas eligieron no culpar al Kremlin sino a Estados Unidos. ‘Pero entonces, ellos siempre culpan primero a Estados Unidos’, observó.
Ella explicó que cuando los estadounidenses fueron asesinados por terroristas en el Líbano, los demócratas ‘no culparon a los terroristas ... ellos culparon a Estados Unidos’. Ella entonó: ‘pero, entonces, ellos siempre culpan primero a Estados Unidos’. Las palabras se convirtieron en una frase hecha para la campaña.
Fue una exageración, así como todo este tipo de retórica, pero capturó algo real, así como lo hace hoy acerca de Trump. Sin importar si habla acerca de los chinos, o de los ataques terroristas o de Vladimir Putin, él no los critica. Por el contrario, el tiende a enfocarse en las deficiencias de los estadounidenses, la debilidad, estupidez e ingenuidad de Washington.
La crítica más seria de Kirkpatrick, incluso se aplica más aptamente al candidato republicano. Ella describió que el Partido Demócrata se comportaba ‘menos que una paloma o un halcón que como un avestruz, convencida de que dejaría afuera al mundo, al esconder su cabeza en la arena’. Ella rechazó duramente esta retirada. ‘Estados Unidos no puede permanecer como una sociedad abierta, democrática si somos dejados solos; un Estados Unidos de guarnición en un mundo hostil’. Preguntó qué le sucedería a Europa si Estados Unidos retirase su protección. ‘Necesitamos amigos y aliados con quienes compartir los placeres y la protección de nuestra civilización’.
Ella explicó que el éxito de Ronald Reagan se debe a tres factores: su ‘confianza en la legitimidad y el éxito de las instituciones estadounidenses; la confianza en la decencia de los estadounidenses; y la confianza en la importancia de nuestra experiencia para el resto del mundo’.
El partido de Trump es diferente, se caracteriza por la duda y el declive, temeroso del futuro. ‘Este país es un infierno. Nos estamos yendo hacia abajo con rapidez’, él dice. Por el contrario, un sereno y seguro presidente Obama y su esposa Michelle, recordaron a su partido, a su país y al mundo que ‘Estados Unidos ya es grandioso’.
Encuestadores y expertos señalan que una gran parte del país siente que estamos en el ‘camino equivocado’, y que en estas circunstancias, no funcionará el optimismo. Ese sentido de penumbra explica el atractivo de Trump y también de Bernie Sanders.
No obstante, Hillary Clinton y Barack Obama están apostando fuertemente que estas tendencias no son profundas ni permanentes. Se están apoyando en la esperanza de que los estadounidenses no están tan enojados como para aceptar una política de declive y división. Ellos están invocando a Franklin Roosevelt. En las profundidades de la Depresión, y en el despertar de la guerra, Roosevelt siempre creyó que la mayoría de los estadounidenses querrían un país que fuese asertivo acerca de su propósito y seguro de su futuro. Ese era el Partido Demócrata que él construyó y, en gran parte, fue aquél en el escenario en Filadelfia esta semana.
Vale la pena recordar que en 1980, una gran mayoría pensó que el país se estaba dirigiendo cuesta abajo. Cuatro años después, ellos estaban convencidos que era de mañana en Estados Unidos.