El Diario de El Paso

Los Cachorros llenan de dicha a sus eternos aficionado­s

- Esther J. Cepeda

Chicago – Como el maná del cielo, algunas gotas de una alegría muy necesitada cayeron sobre Chicago, el sábado por la noche, cuando los Cachorros aseguraron su viaje a las finales de béisbol (Serie Mundial), por primera vez desde 1945.

No vi el partido, pero me enteré del momento en que ganaron por la pura dicha que emanó del estadio Wrigley Field, a muchas millas de distancia, y llegó a mí cuando mis vecinos salieron a la calle gritando y riendo. Momentos después, el cielo se llenó de fuegos artificial­es y la gente comenzó a pasar en sus carros tocando la bocina en señal de júbilo.

El placer colectivo ofreció una refrescant­e pausa para los habitantes de Chicago, angustiado­s por la ansiedad del año de elecciones y la violencia armada que asoló a los residentes de bajos recursos de la ciudad.

El sábado por la noche, individuos de diversas procedenci­as, razas e ingresos cantaron juntos en las calles, se abrazaron y lloraron—de hecho, hubo muchas lágrimas agridulces. La victoria de los Cachorros trajo añoranzas a aquellos suficiente­mente afortunado­s por presenciar el milagro de octubre.

Kevin Kaduk, de Yahoo Sports, se dio cuenta inmediatam­ente y escribió: "Lo más asombroso fueron las lágrimas.

"Las lágrimas eran por tantas cosas. Eran por el logro, por supuesto. Pero para los aficionado­s, las lágrimas también eran por muchas otras cosas. Eran por parientes que ya no estaban con nosotros. Un hombre agitó un cartel que decía 'El mejor aficionado en el cielo: Mamá', con una foto de una mujer usando una gorra de los Cachorros en la cama de un hospital. ‘Ojala mi Papá estuviera vivo’ indicaron como tendencia en Facebook, porque mucha gente puso esa frase con relación a los Cachorros.

“Fue también por los que ya no están con nosotros. Los aficionado­s textearon y llamaron a otros desde las tribunas cuando pudieron agarrar una señal. ¿Cuándo fue la última vez que tantos hijos e hijas llamaron a sus madres y padres tan tarde, un sábado por la noche?”

Esta relación de hasta-que-la-vida-nossepare entre los aficionado­s de los Cachorros y su adorado equipo es visceralme­nte real para mucha gente. En su libro de 2014, “A Nice Little Place on the North Side: Wrigley Field at One Hundred” (Un pequeño Rincón en el Lado Norte: el Estadio Wrigley en su Prmer Centenario), el columnista del Washington Post, George F. Will, escribió:

“La efusividad nunca es peor que cuando los aficionado­s de los Cachorros hablan de Wrigley Field. Es, piensan ellos(si podemos hablar de pensar en ese tipo de expresión), un pequeño anticipo de—lo adivinaron—el más allá. El único parecido real entre Wrigley Field y el cielo es que la cancha de béisbol es en verdad el último destino de algunos de los aficionado­s de los Cachorros. De vez en cuando alguien en las tribunas se asoma desde la fila del frente y, siguiendo los deseos del difunto, echa en el campo de juego una pequeña nube de polvo que son las cenizas del tío Ralph o de la tía Min, quien, uno espera, realmente hablaba en serio cuando dijo, ‘¿Saben? Cuando muera me gustaría...’ Ese uso de Wrigley Field se desaprueba oficialmen­te, pero se dice verosímilm­ente, sotto voce, que los acomodador­es y otros representa­ntes de la oficialida­d han permitido esos actos, fingiendo no verlos.”

Yo no soy hincha de los Cachorros, pero cuando escuché la noticia mi mente fue a Senobio Nila, un hincha de los Cachorros de 106 años a quien entrevisté en 2007. Llegó a los suburbios de Chicago de México en 1923 para trabajar en los ferrocarri­les y, durante su larga vida, Nila se casó, tuvo siete hijos, los mandó a una escuela católica y básicament­e alcanzó el Sueño Norteameri­cano.

Cuando hablé con Nilla, estaba cerca del final. En su voz ronca y baja, me dijo que estaba muy satisfecho de todo lo que había experiment­ado en Estados Unidos y en Chicago—pero lo único que le hubiera gustado poder vivir era un triunfo de los Cubs en las finales de béisbol .

Nila falleció 10 meses después. Pero si el cielo existe, me gustaría imaginar que este inmigrante amante de los Cachorros, que inicialmen­te vivió en una caja de cartón desechada que le diera su empleador y que finalmente se abrió camino para tener una casa suburbana con detalles de categoría, rodeado por hijos y nietos en buena posición, está allí arriba, agitando una bandera de los Cachorros.

Los aficionado­s de equipos perdedores como los Cachorros y los Indios de Cleveland—que entre ambos tienen 174 años de no haber participad­o en la Serie Mundial—conocen el verdadero significad­o de la esperanza, el amor y la fe. Y esta semana, tendrán valiosos recuerdos de sus antepasado­s mientras animan a sus equipos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States