La fallida presidencia tiene en caída libre al Partido Republicano
Washington – Después de la debacle del programa de salud del Partido Republicano ocurrió un revelador acto de franqueza.
Paul D. Ryan, presidente de la Cámara, admitió que su partido, que controla la Cámara, el Senado y la Casa Blanca no es un “partido gobernante” porque no pudo lograr “que 216 personas se pusieran de acuerdo sobre cómo hacer las cosas”.
Desde el surgimiento del Tea Party, ha habido tal vez 30 miembros de la Cámara – el Freedom Caucus – que consistentemente no han querido votar las políticas del centroderecha porque sus convicciones antigubernamentales son implacables.
Incitados e inducidos por los medios de comunicación conservadores, hicieron que el entonces presidente John Boehner, republicano por Ohio, tuviera una vida infernal y recibieron a Ryan, republicano por Wisconsin, con los tenedores muy afilados.
Por lo tanto, el partido que está en la parte álgida de su fortuna política se encuentra totalmente paralizado. Una camarilla política que tiene el control de todo es incontrolable.
De cara a la elección del año pasado, los republicanos conocían esos problemas y sabían que tenían que lidiar con ellos.
El Partido Republicano necesitaba un líder capaz que pudiera unirlo, por lo menos temporalmente, con una visión firme, unificadoramente conservadora, o eliminar el apoyo centrista demócrata con una política innovadora.
Necesitaban un presidente que estuviera por encima del promedio.
Lo que consiguieron es un líder incapaz y desprovisto de detalles. Es un líder que es impaciente y que se distrae fácilmente. El contenido y las consecuencias de sus tweets son pésimos, peores son los rasgos de la personalidad que revelan: deseos de venganza, superficialidad y falta de disciplina.
Esta es una mala combinación, aunque eso no debe sorprendernos. El presidente no tenía experiencia para gobernar. No tenía una agenda detallada para hacerlo. Insultó a todos los que gobernaron anteriormente.
Su nueva estrategia es atacar: “El Freedom Caucus va a afectar toda la agenda republicana si no hacen equipo rápido. ¡Debemos luchar contra ellos y contra los demócratas en el 2018!”.
Al enfocarse en congresistas de manera individual, como lo ha hecho, Trump corre el riesgo de verse patético si ellos no se intimidan. ¿Va a tener mítines en sus distritos? ¿Va a criticarlos en las pláticas radiofónicas conservadoras? ¿Va a recaudar dinero para sus contrincantes más moderados?
Si toma esa ruta, entonces la guerra civil del Partido Republicano llegará a un nuevo estado de amargura, ya que el progreso legislativo se pospondrá hasta que una facción medular del partido se someta o sea derrotada. Los republicanos se están dando cuenta de lo que se han hecho a sí mismos.
Pensaron que podrían llevarse bien con Trump, que podrían contenerlo, que los adultos podrían servirle de guía y que el daño podría ser limitado. En lugar de eso, están viendo una espiral descendiente de incompetencia y desprecio público – un colapso que está a punto de tocar fondo con una presidencia fallida, un partido que no está capacitado para gobernar.