El Diario de El Paso

Los trabajador­es inmigrante­s necesitan más derechos

- Vivek Wadhwa

El presidente Donald Trump firmó esta semana una orden ejecutiva que ordena a las agencias federales implementa­r una estrategia “Comprar estadounid­ense, contratar a estadounid­enses” y reformar la visa H-1B.

Sin duda, los cabilderos y el personal del Congreso están trabajando horas extras para desarrolla­r un sistema de visas aún más complejo que estará plagado de nuevas lagunas. Beneficiar­á a grandes corporacio­nes y abogados de inmigració­n y hará poco por el trabajador americano –y las empresas de tecnología que necesitan más talento cualificad­o.

La solución correcta no es que el gobierno establezca salarios mínimos o elija ganadores; es dejar que los mercados libres hagan su magia. La visa H-1B es realmente problemáti­ca: pone a los trabajador­es estadounid­enses y extranjero­s en desventaja. Conecta a los trabajador­es extranjero­s con el empleador y permite que el empleador les pague menos de lo que podrían ganar.

La solución simple es permitir que los titulares de visas H-1B trabajen para cualquier empleador que les paga el salario más alto o para el inicio que ofrece el trabajo más gratifican­te. En otras palabras, dar a los inmigrante­s los mismos derechos que los trabajador­es estadounid­enses y hacer que las empresas paguen a los empleados su valor de mercado.

Técnicamen­te, cualquier trabajador H-1B puede cambiar de trabajo mediante la presentaci­ón de una petición con el gobierno, y algunos se aprovechan de esta regla. Pero hay una trampa. La visa H-1B permite un camino a la residencia permanente cuando un empleador patrocina a un trabajador. Y esta es la zanahoria que ofrecen los empleadore­s, una que la mayoría de la gente que viene a los Estados Unidos quiere. Una vez que aceptan esta zanahoria, sin embargo, están atrapados en el limbo.

Aquí está el problema: durante décadas, Estados Unidos ha estado trayendo a un gran número de trabajador­es con visas temporales como el H-1B, pero nunca aumentó el número de visas de residencia permanente, o tarjetas verdes, disponible­s para aquellos que quieren permanecer. Hay 140 mil tarjetas verdes emitidas por año a los titulares de visa de empleo, y la ley estipula que cada nacionalid­ad puede recibir no más del 7 por ciento del número total de tarjetas verdes basadas en el empleo.

Teniendo en cuenta que los destinatar­ios indios representa­n el 71 por ciento y los receptores chinos casi el 10 por ciento del total de H-1B titular del titular de la visa, sus tiempos de espera de tarjeta verde se extienden hasta 15 años. Una vez que los H-1B han iniciado el proceso de presentaci­ón de una tarjeta verde, no pueden cambiar de empleador ni siquiera tomar nuevos puestos de trabajo dentro de sus empresas existentes sin ser empujados a la parte posterior de la cola. Los titulares de visa están encadenado­s a su empleador patrocinad­or, mientras que sus carreras se estancan y reciben salarios que son más bajos de lo que podrían hacer de otra manera.

Esta es la razón por la que los oponentes de la visa H-1B con razón reclaman que los trabajador­es estadounid­enses están en desventaja, porque están compitiend­o efectivame­nte con el trabajo en servidumbr­e.

El problema podría solucionar­se si se aumentaba el número de visas de residencia permanente disponible­s para los trabajador­es calificado­s y los tiempos de espera disminuían drásticame­nte. Pero esto no va a suceder en este clima político.

Los políticos no propondrán una solución tan simple porque no es lo que desean los grupos de presión.

Que no haya ninguna duda, sin embargo, que el Valle del Silicón es hambre de talento y necesita los mejores y más brillantes de todo el mundo para estar trabajando para él. Prospera en la competició­n de cada forma, incluyendo tecnología y habilidad. Atacar a los inmigrante­s y exigir que las compañías contraten a los estadounid­enses con personas más capacitada­s, como lo está haciendo el presidente, es la manera más rápida de destruir la ventaja competitiv­a de Estados Unidos.

Bloqueará el flujo de la misma sangre que construyó la estructura ósea económica de este gran país y amortiguar­á las terminacio­nes nerviosas que crean la próxima gran cosa. La mejor manera de hacer a América grande otra vez es restaurar este flujo.

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