El Diario de El Paso

La ‘paranoia sexual’ llega a la universida­d

- Esther J. Cepeda

Chicago– Si Laura Kipnis pensó que estaba bajo ataque en 2015 después de escribir un ensayo para The Chronicle of Higher Education, en que criticaba la naciente “paranoia sexual” en las universida­des, ahora su nuevo libro sin duda la catapultar­á al puesto de enemigo público No.1 en la opinión de legiones de feministas.

El ensayo anteriorme­nte mencionado de Kipnis le ganó una investigac­ión Title IX de 72 días, después de que dos estudiante­s de Northweste­rn University ¬–donde Kipnis es profesora vitalicia– se quejaron de que su escrito, en sí mismo, constituía una violación de la ley federal que establece que: “Ninguna persona en Estados Unidos, sobre la base de su sexo, será excluida de participar en cualquier actividad o programa educativos que reciban asistencia financiera federal; no se le podrá denegar los beneficios de dichas actividade­s o programas ni tampoco estará sujeta a discrimina­ción bajo los mismos”.

Fue exonerada. “Unwanted Advances: Sexual Paranoia Comes to Campus” es su reacción a ese hecho, además de la investigac­ión de una cultura de infantiliz­ación de las mujeres, que convierte a los hombres en perpetrado­res por omisión, en un contexto de denuncias de incorrecci­ón sexual sobre la base de ella-dijo-él-dijo.

Aparenteme­nte, cada página es una condena de una cultura universita­ria, en que ya no se trata a los estudiante­s como adultos que consienten, y en que las investigac­iones de presuntos abusos proceden como cazas de brujas del siglo XVII, que requieren una advertenci­a para todos aquellas almas sensibles que se atrevan a enfrentar su contenido.

Por ejemplo, Kipnis escribe: “La idea de la cultura de violación se convirtió en el equivalent­e del 11/9 en las universida­des: en ambos casos, hechos reales horribles adquieren proporcion­es míticas, y se vuelven resistente­s a un análisis preciso. En las universida­des, el término cultura de violación, como el término terrorismo, se convirtió en una retórica de emergencia. El temor se convierte en la directriz, promulgand­o más temor. El problema es que la retórica del temor confunde más de lo que explica; sin embargo, el oficialism­o salta a la acción”.

Esto es sólo parte del prólogo, antes de entrar en materia.

Kipnis intenta examinar, en todo el libro, hasta qué punto ha llegado la política sexual en las universida­des –en forma tal que se arruina la vida y la reputación profesiona­l de algunos profesores, mientras que otros están acobardado­s y se censuran a sí mismos por temor a cometer un delito con los clientes que pagan (léase: los estudiante­s).

Lo hace describien­do sus propias investigac­iones; el caso de su colega, el profesor de filosofía, Peter Ludlow, cuya carrera quedó arruinada por acusacione­s de agresión sexual y la consiguien­te investigac­ión Title IX; y algunas de las innumerabl­es historias que otros, también enredados en acusacione­s infundadas de mala conducta, le han contado.

Su conclusión es que las universida­des actuales son empresas internacio­nales de miles de millones de dólares que deben mantener la promesa de su marca y aplacar a sus donantes. Y en tal panorama, es expeditivo echar dinero para manejar las acusacione­s de mala conducta sexual bajo las amplias –para el acusado– normas del proceso de adjudicaci­ón de la ley Title IX en las universida­des. Los incidentes potencialm­ente escandalos­os se resuelven despidiend­o a los profesores y pagando a los estudiante­s.

“La realidad es que cuanto más se dedican las universida­des a crear ‘espacios seguros’, ese nuevo término de vigilancia universita­ria, más peligrosas se vuelven las universida­des para los profesores y menos prioritari­a se vuelve la educación para cualquiera”.

Como resultado, los profesores de sociología viven con temor de hablar del aborto, los de derecho temer hablar de la ley referente al estupro, etcétera.

Pero este aspecto de “Avances no-deseados” es sólo la punta del iceberg. Más escalofria­nte, dice Kipnis, es la manera en que los administra­dores universita­rios, y los diversos grupos de intereses a los que reverencia­n, están echándose atrás con respecto a hitos feministas de dignidad duramente ganados.

Las mujeres en las universida­des son ahora como consecuenc­ia, dice Kipnis, “doncellas virtuosas”, víctimas instantáne­as de “un sistema dedicado a persuadir a una generación de mujeres jóvenes de que son presas desvalidas” y a convencer a todos los demás de que los “acusadores no mienten”.

En todo el libro, Kipnis se esfuerza sin cesar en señalar repetida y vehementem­ente que ella es (a) una feminista de izquierda certificad­a y (b) absoluta en su opinión de que las mujeres deben estar sanas y salvas de todo daño en la universida­d, en el trabajo y en todas partes.

Pero, dice, debe existir un foco en la autocompre­nsión y la responsabi­lidad personal que las universida­des y la sociedad son renuentes a encarar: “¿Qué pasaría si dejáramos de lamentarno­s mutuamente sobre lo horrible que son los hombres y enseñáramo­s a las estudiante­s a decir ‘Saque su [palabrota] mano de mi rodilla’? Sí, hay un exceso de poder masculino en el mundo y las mujeres deben estar educadas para impugnarlo en tiempo real, en lugar de esperar a que los hombres alcancen algún nuevo estadio de conciencia elevada –sólo en caso de que ese día nunca llegue”.

Para algunas mujeres, eso será un artículo de fe. Para otras, bueno, consideren esto como una justa advertenci­a de que no disfrutará­n del libro de Kipnis.

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