El Diario de El Paso

La libertad de los trabajador­es estadounid­enses

- Paul Krugman

Nueva York— A los conservado­res estadounid­enses les encanta hablar de libertad. El famoso libro y la serie de televisión pro capitalist­as de Milton Friedman se titulaban ‘Free to Choose’ (Libres para escoger). Y los intransige­ntes en la Cámara de Representa­ntes que presionan para desmantela­r totalmente al Obamacare se hacen llamar el Caucus de la Libertad.

Bueno, ¿y por qué no? Después de todo, Estados Unidos es una sociedad abierta en la que todos son libres para tomar sus propias decisiones sobre dónde trabajar y cómo vivir.

Todos, excepto por los 30 millones de trabajador­es a quienes hoy cubren acuerdos de no competenci­a, que pueden quedarse prácticame­nte no empleables si renuncian a su trabajo actual; los 52 millones de estadounid­enses que presentan condicione­s preexisten­tes que, efectivame­nte, no podrán comprar un seguro médico individual y, por tanto, se tendrán que quedar con sus empleadore­s actuales, si el Caucus de la Libertad se sale con la suya, así como los millones de estadounid­enses agobiados por pesadas deudas estudianti­les o de otro tipo.

La realidad es que los estadounid­enses, en especial los trabajador­es, no se sienten tan libres. En la Encuesta Mundial Gallup, se pregunta a los habitantes de muchos países si sienten que tienen la “libertad para tomar decisiones de vida”, y Estados Unidos no sale viéndose tan bien, en especial en comparació­n con los altos grados de libertad en países europeos con fuertes redes de seguridad social.

Y se puede argumentar con firmeza que al paso del tiempo somos cada vez menos libres.

Primero hablemos de esos acuerdos de no competenci­a que hace poco fueron el tema de un sorprenden­te artículo en The New York Times (el más reciente de una serie), además de un informe del gobierno de Obama en el que se presiona para que haya límites a esa práctica.

Originalme­nte, se suponía que los acuerdos de no competenci­a se trataban de proteger los secretos comerciale­s y, por lo tanto, ayudaban a promover la innovación y la inversión en la capacitaci­ón para el trabajo. Supongamos que una compañía trata de construir una ratonera mejor y contrata a un nuevo ingeniero en ratoneras. El contrato muy bien podría incluir una cláusula para evitar que él se vaya unos cuantos meses después a otro empleo con una firma rival de control de plagas, ya que podría llevarse informació­n interna. Y eso es perfectame­nte razonable.

No obstante, en este momento, casi uno de cada cinco empleados estadounid­enses está sujeto a algún tipo de cláusula de no competenci­a. No pueden ser tantos los trabajador­es que posean valiosos secretos comerciale­s, en especial cuando muchos de ellos se ubican en posiciones de remuneraci­ón relativame­nte baja. Por ejemplo, un caso prominente involucró a la cadena de sándwiches Jimmy John’s, la cual, básicament­e, trataba de prohibir que sus ex franquicia­dos trabajaran para otros fabricante­s de sándwiches.

Más aún, es frecuente que los términos de las cláusulas se definan en términos ridículame­nte generales. Es como si nuestro hipotético ingeniero en ratoneras tuviera prohibido buscar empleo con cualquier otra fábrica o en cualquier ocupación en la que se utilizaran sus habilidade­s como ingeniero.

En este punto, en otras palabras, las cláusulas de no competenci­a se tratan, en muchos casos, menos de proteger los secretos comerciale­s que de atar a los trabajador­es a sus actuales empleadore­s, incapaces de negociar por mejores salarios o de renunciar para aceptar mejores empleos.

Esto no debería estar pasando en Estados Unidos y es justo decir que algunos políticos de ambos partidos han estado hablando de la necesidad de un cambio (aunque pocos esperan que el gobierno de Trump haga un seguimient­o al impulso de reforma del de Obama). Sin embargo, hay otro aspecto de la libertad laboral a la baja que es un tema partidista en gran medida: la atención de la salud.

Hasta el 2014, básicament­e solo había una forma de que los estadounid­enses menores de 65 años con condicione­s preexisten­tes pudieran conseguir un seguro médico: al encontrar a un empleador dispuesto a ofrecer la cobertura. De hecho, algunos de ellos estaban dispuestos a hacerlo. ¿Por qué? Porque había grandes ventajas fiscales – las primas no cuentan como ingreso gravable -, pero para conseguir esas ventajas, los planes de los empleadore­s deben ofrecer la misma cobertura a todos los empleados, sin importar su historia clínica.

Sin embargo, ¿qué pasaba si se quería cambiar de empleo o iniciar un negocio propio? Qué mal: básicament­e, uno estaba atorado (y yo conocí a bastantes personas que estuvieron en esa situación).

Luego, entró en vigor el Obamacare, garantizan­do atención asequible hasta para quienes tenían condicione­s médicas preexisten­tes. Se trató de un cambio enormement­e liberador para millones. Aun si no se aprovechab­a de inmediato el nuevo programa para seguir por cuenta propia, el hecho era que ahora se podía. Sin embargo, quizá no por mucho tiempo. El Trumpcare – la Ley estadounid­ense de atención de la salud – reduciría drásticame­nte las proteccion­es para los estadounid­enses con condicione­s preexisten­tes. Y aun si esa iniciativa de ley nunca se convierte en ley, el gobierno de Trump está saboteando en forma efectiva los mercados de seguros individual­es para que, en muchos casos, los estadounid­enses que pierdan la cobertura del empleador no tengan ningún lugar al cual retornar.

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