Por qué no se puede balancear el presupuesto
Casi todo el mundo piensa en una cura simple para el obcecado déficit presupuestario de Estados Unidos: un crecimiento económico más rápido. El gobierno de Trump insiste particularmente en ese enfoque. Sostiene que las reducciones fiscales y los cortes regulatorios que propone acelerarán el crecimiento económico y reducirán el déficit. Sin duda, el crecimiento económico más rápido ayudará. Pero una evaluación más realista sugiere que, aun con un crecimiento económico acelerado, seguirá habiendo enormes brechas entre los gastos gubernamentales y los impuestos.
Ahora que la Casa Blanca presentará su primer presupuesto entero (dio a conocer segmentos del mismo anteriormente), vale la pena recalcar ese punto. La sugerencia es que sólo aumentos fiscales poco populares y recortes de gastos llevarán un equilibrio presupuestario. No hay magia en un crecimiento económico más rápido. En verdad, el foco en la aceleración del crecimiento económico puede distraer la atención de otras preguntas más difíciles sobre cómo debe actuar el gobierno y quién debe pagar. Deben ponerse sobre la mesa no sólo Medicaid y las estampillas para alimentos, sino el Seguro Social, otros programas y la posibilidad de impuestos más altos.
Nadie niega que el crecimiento económico norteamericano vaya a la zaga con respecto a los precedentes posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Entre 1950 y 2016, la economía creció a un promedio del 3.2 por ciento anual, informa la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés).
Pero el crecimiento económico bajó en alrededor de un 2 por ciento anual desde 2010. Aunque esa diferencia de un 1 por ciento en las tasas de crecimiento económico parece pequeña, no lo es. En una economía de 18 billones de dólares, un punto porcentual representa 180 mil millones de dólares. Son ingresos previstos que podrían dividirse entre el gobierno y las familias privadas.
En su último pronóstico, la CBO proyecta que la economía solo crecerá a un 1.8 por ciento anual entre 2017 y 2027. El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, sostuvo que las políticas del gobierno podrían elevarlo a un 3 por ciento, igualando aproximadamente el promedio posterior a la guerra. Muchos economistas son escépticos, porque un crecimiento económico más lento surge de dos tendencias difíciles de modificar: (1) la jubilación masiva de los baby-boomers, que reduce la fuerza laboral; (2) avances débiles en la productividad—las empresas tienen dificultad en ganar eficiencia.
Un nuevo informe del Committee for a Responsible Federal Budget, que no apoya a ningún partido, concluyó que restaurar un crecimiento económico de un 3 por ciento anual sería enormemente difícil, aunque no imposible. Marc Goldewin, de esa entidad, dijo que la economía tendría que revertirse a su desempeño de la década de 1990, con políticas económicas estables, avances tecnológicos generalizados y altas tasas de inmigración.
Aún así, supongamos, para propósito de la discusión, que la economía alcanza un crecimiento económico del 3 por ciento anual. ¿Cómo afecta eso el presupuesto? Aunque sería una buena noticia, es menos de lo que uno cree. Enterrado en el informe anual de la CBO sobre el panorama del presupuesto encontramos cálculos sobre la manera en que los cambios en la economía afectan el presupuesto. Cálculos aproximados sugieren que lograr un 3 por ciento de crecimiento económico anual podría reducir el déficit en unos 3 billones de dólares en el curso de una década.
Es mucho dinero, hasta para el estándar de Washington. Aún así, representa sólo alrededor de un tercio del aumento de 9 billones de dólares en la deuda federal—el total acumulado de déficits presupuestarios anuales—calculado para la misma década. El mensaje no es que el crecimiento económico sea nocivo. Es que, incluso sobre lavase de suposiciones optimistas, el crecimiento económico por sí solo no eliminará el déficit. La decisión fundamental sigue en pie: O bien toleramos enormes déficits indefinidamente o decidimos qué impuestos elevar y qué programas recortar.