El Diario de El Paso

Donald Trump ataca a Jeff Sessions

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Nueva York— Es alentador ver que el ataque pasivo-agresivo del Presidente Donald Trump, durante una semana, contra su propio procurador general, Jeff Sessions, se ha pasado de la raya, incluso para muchos de los partidario­s más firmes del presidente.

Rush Limbaugh llamó al comportami­ento de Trump “impropio” en su programa de radio el lunes. De Sessions dijo: “Odio verlo siendo tratado de esta manera”. En los confines de Fox News, Tucker Carlson dijo que la humillació­n del presidente del fiscal general era “un acto inútil y autodestru­ctivo”, y Carlson imploró Trump: “Por el amor de Dios, despide a Jeff Sessions. Es tu amigo, uno de los pocos que tienes en Washington”.

Mientras tanto, senadores republican­os se alinearon para defender a Sessions y sugerir, con tanta suavidad, que Trump podría querer reconsider­ar sus acciones.

No podemos estar en desacuerdo con nada de esto, aunque nos sorprende la sensación de sorpresa. La degradació­n de Session por parte de Trump –comenzando con una entrevista alucinante que dio la semana pasada al Times– está en línea con todo lo que ha dicho y hecho desde que despidió a James Comey, director del FBI, en mayo, en un inepto intento de cerrar la investigac­ión de la oficina para determinar si la campaña de Trump colaboró con el Kremlin para influir en el resultado de las elecciones de 2016. Trump ha sido impredecib­le en muchas cosas, pero ha sido totalmente consistent­e cuando se trata de resistirse a cualquier investigac­ión, aunque sea justificad­a y de espíritu público, sobre su campaña o sus allegados.

El abuso gratuito de Trump de Sessions es, sin embargo, impresiona­nte. Con su bravuconer­ía con el pulgar, el presidente va públicamen­te a buscar al principal funcionari­o policial de la nación por seguir lo que la ética profesiona­l y las reglas del departamen­to requerían que el fiscal general hiciera: recusarse de cualquier investigac­ión relacionad­a con la campaña presidenci­al. (Trump mantuvo la fusilada el miércoles, criticando a Sessions por no haber despedido al director del FBI, Andrew McCabe, cuya esposa tiene vínculos políticos con Hillary Clinton).

La recusación de las sesiones era, por supuesto, debido a su papel como uno de los partidario­s más tempranos y firmes de Trump, y sus propios contactos no revelados con funcionari­os rusos: hechos que le hacen imposible mantener la neutralida­d e independen­cia esenciales para cualquier investigac­ión creíble. Trump, que parece entender poco y cuidar aún menos de la importanci­a de estas limitacion­es, piensa que el trabajo de Sessions es protegerlo al impedir esas investigac­iones. En otras palabras, espera que el fiscal general obstruya la justicia en su nombre.

Trump es sorprenden­temente contundent­e al respecto, calificand­o la negativa de Sessions de “injusta para con el presidente”, como si se le debiera una lealtad personal que reemplace al imperio de la ley. La ironía es que Sessions ha sido el más leal de los partidario­s de Trump, posiblemen­te más comprometi­do en implementa­r la agenda de Trump que el propio presidente.

Esta página no es un fan de Sessions, cuya visión oscura de América incluye una postura dura sobre la inmigració­n ilegal, un retorno a la guerra contra las drogas y otras políticas desacredit­adas contra el crimen, y un gobierno nuevamente facultado para apoderarse de efectivo y otros propiedad de ciudadanos ordinarios sin el debido proceso. Pero así como Sessions tuvo razón de recusarse a sí mismo, tiene razón al defender su terreno ahora, desafiando efectivame­nte a Trump en su intento para despedirlo.

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