El Diario de El Paso

Cómo la Ley DREAM divide a las familias

- Rubén Navarrette Jr.

San Diego – La senadora republican­a de Carolina del Sur, Lindsey Graham, y el senador demócrata Dick Durbin de Illinois han presentado una nueva Ley DREAM. Caramba. Ojalá no hubieran hecho eso. Los legislador­es quieren proteger a los inmigrante­s indocument­ados que podrían perder su estatus legal temporario bajo la Acción Diferida de los Llegados en la infancia (DACA, por sus siglas en inglés) debido a disputas judiciales de 10 estados. Es probable también que ninguno de los dos le tenga confianza a Trump cuando dice que la Casa Blanca no tiene interés en deportar a estas personas jóvenes.

Esta sospecha tiene justificac­ión. Con respecto a la inmigració­n, el actual presidente ha demostrado que él mismo es bastante flexible con los hechos del mismo modo que su predecesor. Barack Obama juró por todos los medios que solo deportaba a delincuent­es, incluso de cara a estadístic­as que demostraba­n lo contrario. Y, con igual desparpajo, Trump todavía le asegura a sus seguidores que va a haber “una pared grande y hermosa” a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México y que México pagará, incluso cuando ninguna de estas cosas pareciera probable que suceda.

La Ley de fomento para el progreso, alivio y educación para menores extranjero­s o Ley DREAM, por sus siglas en inglés, ha sido parte del debate de inmigració­n desde agosto de 2001. Ahí fue cuando el proyecto de ley original fue presentado en el Senado por Durbin y el senador republican­o por Utah, Orrin Hatch.

Admito que la idea se ve bien en teoría. A las personas jóvenes sin documentos que fueron traídas a los Estados Unidos como menores y criados como estadounid­enses se les da un camino para ganarse un estatus legal y, posiblemen­te, la ciudadanía de Estados Unidos si van a la universida­d o cumplen con el servicio militar. ¿Qué tiene de mal eso? De hecho, un par de cosas. Para empezar, hablamos mucho estos días de elitismo, generalmen­te en el contexto de cómo el Partido Demócrata ha perdido la habilidad de hablarle al electorado formado por la clase trabajador­a blanca en la zona industrial del Midwest.

Pero la Ley DREAM original fue la personific­ación del elitismo incluso antes de que se hablara de eso en política.

Esto me lo hicieron saber a mí hace una década cuando como latino yo apoyaba esa medida y de pronto me encontré en una discusión con una latina que se oponía. Ella trabajaba en una escuela vocacional y señaló algo que yo no había notado: Los beneficios de la Ley DREAM estaban reservados para aquellos que iban a la universida­d –generalmen­te una institució­n de cuatro años— o para los que se inscribían en el servicio militar. Ella no tenía problema con aquellos que eran recompensa­dos por servir en las fuerzas armadas, insistiend­o en que quienes esperan algo de Estados Unidos deberían estar dispuestos a dar algo a cambio. Lo que le molestaba a ella era la insistenci­a en ir a la universida­d. ¿Qué pasa con los que van a algún instituto de formación profesiona­l o directo a trabajar? ¿Ellos no merecen estatus legal?

Alguien en Washington jugaba nuevamente a ser Dios y decidía quién se quedaba y quién se iba según una definición limitada de comportami­ento positivo.

¿Por qué parar en ir a la universida­d? ¿Por qué no exigir que los beneficiar­ios de la Ley DREAM no acepten asistencia pública o se abstengan de fumar o nunca tengan deudas o que no estén desemplead­os por más de seis meses en ningún momento de sus vidas?

El nuevo proyecto de ley de Graham y Durbin es una pequeña mejora porque cubre a aquellos que “trabajan legítimame­nte por al menos tres años”. Pero también tiene un requisito nuevo, que los destinatar­ios hablen inglés y sepan la historia de Estados Unidos.

Excelente idea. ¿Pero no deberíamos comenzar por exigir estas cosas de los ciudadanos estadounid­enses nacidos en Estados Unidos?

Estos juicios morales son todos subjetivos y terribleme­nte condescend­ientes. Es todo lo que Graham y Durbin y los otros senadores que con el tiempo apoyarán este proyecto de ley necesitan para sentirse cómodos y pasar por alto que estos jóvenes están en el país ilegalment­e.

Bienvenido­s al episodio de esta semana del programa de juegos: “Buen inmigrante, mal inmigrante”.

Si Graham y Durbin quieren volverse útiles en el debate de inmigració­n deberían dejar de tratar a los inmigrante­s como si fueran un experiment­o de ciencias sociales. En cambio, deberían elaborar un proyecto de ley que con el tiempo legalice a la mayoría de las 11 millones de personas que están en el país ilegalment­e, ya sea que vayan o no a la universida­d o que hablen o no hablen inglés.

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