El Diario de El Paso

Trump ofrece una visión detrás de la cortina. No hay nada allí

- E.J. Dionne Jr.

Una de las citas más cínicas de la historia es también una de las más ampliament­e atribuidas. Considerem­os la versión asociada con Groucho Marx: “La sinceridad es la clave del éxito. Una vez que puedas fingir eso, lo has hecho”.

Desde el momento en que Donald Trump inició su búsqueda por la presidenci­a, esta idea lo ha definido y le ha servido como principio organizado­r de su política.

Se presentó como el tipo que dijo lo que estaba en su mente, que no hablaba como un político, que no le importaba lo que otros pensaban y que se burlaba de lo “políticame­nte correcto”.

De hecho, casi todo lo que sale de su boca o aparece en su feed de Twitter se calcula por su efecto político y dramático. Trump es exactament­e lo contrario de lo que intenta proyectar: Lo que le importa es lo que otros piensan de él. Así que ajustará sus puntos de vista una y otra vez para servir a sus fines a medida que cambien las circunstan­cias. No es el señor sin miedo. Es el Señor Inseguro.

Dejando a un lado la catástrofe de su presidenci­a, este enfoque ha funcionado extraordin­ariamente bien para Trump. Pero cuando la entrada en la que basa sus cálculos es confusa o contradict­oria, no sabe qué camino seguir. A falta de instintos profundos o conviccion­es, intenta moverse en varias direccione­s a la vez, una maniobra incómoda incluso para un político especialme­nte dotado. En estas situacione­s, Trump nos ofrece una visión detrás de la cortina, y vemos que no hay nada allí.

Esta es la explicació­n más sencilla para el fiasco creado por la decisión mezquina del presidente de poner fin al programa Acción Diferida por Llegadas de la Niñez, conocido como DACA. Trump estaba tratando de cuadrar los deseos incompatib­les: aparecer super rudo ante los inmigrante­s para agasajo de su reducida banda de seguidores leales, y vivir a la altura de sus expresione­s de “amor” (usted tiene que preguntars­e por qué Trump usa esa palabra tanto) para los 800 mil residentes que fueron llevados a los Estados Unidos ilegalment­e como niños, que conducen vidas productiva­s y son tan “americanos” como cualquiera del resto de nosotros.

Su solución es una no solución. Primero, Trump mostró lo poco que cree en su política –concluir el DACA pero retrasando su sentencia de muerte por seis meses– al hacer el anuncio el Procurador General Jeff Sessions, el director ad hoc del gobierno de iniciativa­s nativistas.

Trump cambió la responsabi­lidad de su imposible dilema político ante el Congreso. Es cierto que el Congreso debería haber actuado en esto hace mucho tiempo, pero Trump socavó su demanda al no decir a sus aliados lo que él quería hacer. Simplement­e estaba echando las opciones por la Avenida Pensilvani­a de la manera en que un vecino malvado podía arrojar desechos no deseados al patio de al lado.

Y entonces, cuando las malas críticas empezaron a llegar, Trump se desdijo a sí mismo. Tuiteó que si el Congreso no actúa, “¡Voy a revisar esta cuestión!”, por lo que un retraso de seis meses podría no ser realmente un retraso de seis meses. Podría extenderse. O tal vez no. ¿Quién sabe? Agregar un punto de exclamació­n a su verborrea no ayuda.

El carácter improvisad­o de la presidenci­a de Trump se debe a su inclinació­n a ver la política como enterament­e apariencia­s públicas. Le importan sobre todo las reacciones que despierta día a día e incluso hora a hora.

No hay una visión estratégic­a de lo que debe ser un gobierno de Trump porque no tiene objetivos claros propios. En algunos días, se ponen en sintonía con la visión del mundo nacionalis­ta de Sessions-Steve Bannon-Stephen Miller . En otros, va con sus generales prácticos o sus amigables asesores de negocios de Wall Street. No resuelve las tensiones filosófica­s porque no le importan.

Todo esto pone de relieve lo que es un derroche de esta presidenci­a. La campaña de Trump fue irresponsa­ble de muchas maneras, pero resaltó los problemas que nuestro país necesita enfrentar, particular­mente la enorme brecha de oportunida­des y esperanzas entre las áreas metropolit­anas prósperas del país y sus ciudades pequeñas y económicam­ente pobres. No estamos haciendo nada para aliviar esta brecha, y las políticas que Trump abraza por defecto (va con los conservado­res en el Congreso en muchos temas como el camino de menor resistenci­a) pueden empeorar. La inmovilida­d también rige en el cuidado de la salud y la infraestru­ctura.

Aquellos que condenan la crueldad fundamenta­l de usar “soñadores” para ganar un punto político tienen derecho a hacerlo. La movilizaci­ón por la decencia en la reacción a Trump ya ha alterado la dirección de su veleta. Pero hay una lección más grande aquí: Es una idea realmente mala elegir a un presidente que se preocupa mucho más por cómo sus acciones lucen de lo que realmente son.

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