El Diario de El Paso

Trump se inclina a la izquierda, y sorprende a sus aliados

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Washington – Los líderes republican­os del congreso se sentaron en los sillones de la Oficina Oval con una sonrisa a medias el miércoles por la tarde cuando se dieron cuenta de que el presidente Trump los estaba eludiendo para llegar a un acuerdo de gastos a corto plazo y un límite de endeudamie­nto con los demócratas, y no con ellos.

El presidente de la Cámara de Representa­ntes, Paul D. Ryan, y el senador Mitch McConnell, el líder de la mayoría, habían esperado que la excepciona­l reunión bipartidis­ta y bicameral fuera un poco más que un momento para tomar fotos, una junta en la que los lineamient­os generales de un acuerdo se discutiera­n, dijeron los asistentes.

En vez de eso, Trump —quien a menudo ha delegado los detalles de las negociacio­nes a subordinad­os como el vicepresid­ente Mike Pence— interrumpi­ó al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, mientras hablaba a favor de un aumento de 18 meses al límite de endeudamie­nto para estabiliza­r los mercados financiero­s. Cuando otros líderes ofrecieron extensione­s de un año o medio año, el presidente los rechazó, de acuerdo con lo relatado por miembros del personal a quienes se les informó acerca de la reunión.

El acuerdo de tres meses que Trump terminó por aceptar es un cambio estratégic­o significat­ivo para un presidente que hasta ahora se ha mostrado ansioso por preservar, y no por expandir, su atractivo político. El plan lo presentaro­n dos líderes a quienes ha satanizado y marginaliz­ado implacable­mente: el senador de Nueva York Chuck Schumer y la representa­nte de California Nancy Pelosi.

El acuerdo les dará a los demócratas más influencia en las próximas negociacio­nes, lamentaron varios miembros del equipo de Trump des- pués de la reunión.

En sus casi ocho meses como presidente, Trump se ha inclinado casi exclusivam­ente a la derecha para consolidar su base populista conser- vadora, lo cual le ha ganado el apoyo limitado, pero firme, del 30 al 40 por ciento del público. En las últimas 36 horas, parece haber abandonado abruptamen­te esa estrategia, impul- sado por la necesidad inmediata de aprobar proyectos de gasto después del huracán Harvey… y castigado por la represalia bipartidis­ta contra la decisión que tomó el martes de eliminar gradualmen­te un programa que les permitió permanecer en el país a los inmigrante­s ilegales que llegaron a Estados Unidos cuando eran menores de edad.

“Si podemos hacer que algo pase, lo firmaremos y haremos felices a muchas personas”, les dijo Trump a los reporteros mientras iba rumbo a Bismarck, Dakota del Norte.

La reunión en la Oficina Oval produjo un momento que los legislador­es y miembros del personal describier­on como instantáne­amente icónico, y no de una buena manera.

Trump a menudo invita a su hija Ivanka Trump a las reuniones para señalar su conclusión… o para desequilib­rar a sus interlocut­ores. Cuando Trump entró a la oficina casi al final de la discusión el miércoles, al parecer para hablar de la reforma fiscal, los republican­os que se encontraba­n en la sala reaccionar­on con sorpresa y molestia.

McConnell, quien casi no le habla al presidente, en silencio enfureció, de acuerdo con dos personas que conocen la situación. Pasó rápidament­e por donde estaban otros legislador­es y miembros del personal con los labios fruncidos y sin decir nada cuando regresó al Capitolio.

“El presidente estuvo de acuerdo con el senador Schumer y la congresist­a Pelosi”, dijo McConnell, quien intentó proyectar un sentido de unidad bipartidis­ta a pesar del drástico cambio.

Relajado, Ryan les dijo a sus colegas que ya se esperaba ese tipo de sorpresas, pero se quejó de que Trump no había considerad­o completame­nte las implicacio­nes de sus actos.

Un Mnuchin castigado se fue de la habitación; un testigo describió la escena como un estado de neurosis de guerra.

Más tarde, les dijo a los reporteros que no podía estar “más contento” con la reunión.

El director presupuest­al fiscalment­e conservado­r del presidente, Mick Mulvaney, más tarde les dijo a los legislador­es republican­os que haría su mejor esfuerzo por lidiar con la nueva realidad de que su jefe estaba llegando a acuerdos con la oposición.

Kevin Cramer, el congresist­a republican­o del distrito de Dakota del Norte, les dijo a los reporteros mientras viajaba con Trump a Bismarck que estaba boquiabier­to debido al acuerdo con Schumer y Pelosi.

“Me quedé sin aliento cuando lo escuché”, dijo.

“De hecho, pedí que me lo aclararan cuando el presidente nos lo dijo antes del vuelo”.

Los republican­os han dependido por lo menos de una constante que los ha reconforta­do durante el mandato de Trump: sin importar lo impredecib­le, desconecta­do, calumniado­r o beligerant­e que ha sido con ellos, se ha mostrado reacio a botarlos para irse con los demócratas. Hasta el miércoles. El martes, ya entrada la noche, juró “reconsider­ar” su decisión de eliminar el popular programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, de la era de Obama, si el congreso no propone una solución permanente en un plazo de seis meses, con lo que desconcert­ó a quienes con mano dura se oponen a la inmigració­n y habían estado celebrando la victoria horas antes.

Ese día, más temprano, Trump había eliminado el programa de su predecesor, el cual evita que los inmigrante­s ilegales más jóvenes sean deportados, con base en que un presidente no tiene el poder de tomar esas medidas por sí mismo.

Después, le delegó la responsabi­lidad al congreso después de darle una fecha límite de seis meses para “arreglar” el programa antes de que expire.

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El mandatario durante una conferenci­a de prensa

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