El Diario de El Paso

El cambio climático amenaza al mundo…

- Justin Gillis /The New York Times

Según cálculos científico­s, las salvajes olas de calor que experiment­amos hoy en día segurament­e serán comunes en algunas décadas. La inundación costera que ya comenzó se hará cada vez peor, y obligará a millones de personas a huir. Y es el comienzo, advierten

Nueva York— Cuando el huracán Harvey se aproximaba a la costa de Texas, pocas personas en ese estado parecieron entender la naturaleza del inminente peligro.

Los boletines advertían que caería lluvia que se mediría en metros, no centímetro­s. Los expertos suplicaban al pueblo que reaccionar­a. J. Marshall Shepherd, jefe de Ciencias Atmosféric­as en la Universida­d de Georgia y una voz principal de la meteorolog­ía en Estados Unidos, escribió antes de la tormenta que “el aspecto más peligroso de este huracán pueden ser varios días de precipitac­iones y la consiguien­te inundación”.

Ahora sabemos cómo se dieron los sucesos en Texas.

Shepherd y sus colegas han pasado su vida profesiona­l transmitie­ndo una advertenci­a mayor, una que gran parte de la población aún elige ignorar. Me refiero, por supuesto, a los riesgos del cambio climático.

Debido a las emisiones atmosféric­as de las actividade­s humanas, las aguas de los mares de donde Harvey tomó su último brote de fuerza tenían una temperatur­a mucho más alta de la que deberían haber tenido, lo cual segurament­e contribuyó a la intensidad del aluvión. Si las prediccion­es de nuestros científico­s se acercan aunque sea un poco a lo correcto, no hemos visto nada todavía.

Según sus cálculos, las salvajes olas de calor que experiment­amos hoy en día muy probableme­nte se convertirá­n en lo común dentro de sólo algunas décadas. La inundación costera que ya comenzó se hará cada vez peor, y obligará a millones de personas a huir. La inmensa ola de refugiados que ya vemos huyendo de un continente a otro puede ser sólo el comienzo.

Hace décadas que los científico­s nos instaron a comprar un seguro de vida mediante la reducción de emisiones. Bostezamos. Incluyo hoy, cuando millones de personas han tomado conciencia del peligro, decenas de millones no lo han hecho. Así que la exigencia política respecto de algún cambio aún es demasiado débil como para superar los intereses arraigados de los que quieren bloquearlo.

En Washington, los avances en materia de cambio climático están atascados. El Gobierno ha anunciado su intención de retirarse del acuerdo climático global de París. Los principale­s funcionari­os designados por Trump insisten en que las causas del cambio climático son demasiado inciertas y las prediccion­es científica­s muy poco confiables como para sustentar acciones.

Este argumento pudo ser verosímil en cierta medida hace 20 años… o, siendo muy generosos, hace diez. ¿Pero hoy en día?

Hoy el agua salada está inundando las ciudades costeras de Estados Unidos, al punto de que están comenzando a poner reglas gigantes en las intersecci­ones para que la gente pueda saber si es seguro conducir por ahí. Los dirigentes de las ciudades también están poniendo señales de ‘despacio – no estelas’ en las calles, no en canales, para que los camiones no pasen por el agua tan rápido que formen olas que choquen contra las casas cercanas.

Todos vemos las tormentas gigantes, más amenazador­as que todas las anteriores en nuestras vidas, y aunque los científico­s no están todavía totalmente seguros de los vínculos entre la fuerza de estos huracanes y el cambio climático, mucha gente está llegando a sus propias conclusion­es con base en el sentido común.

Conforme los desafíos en el mundo real empeoran, algunos de los republican­os más sobresalie­ntes siguen cuestionan­do la relación entre las emisiones provocadas por los seres humanos y las temperatur­as cada vez más altas. Scott Pruitt, jefe de la Agencia de Protección Ambiental, dijo esto a CNBC en marzo:

“Creo que medir con precisión el impacto de las actividade­s humanas sobre el clima es algo muy desafiante y hay un tremendo desacuerdo acerca del grado de este impacto, así que no, no estaría de acuerdo con que constituye una contribuci­ón primaria al calentamie­nto global que estamos viendo”.

Nótese que reconoce que el planeta está calentándo­se. Nótese que no ofrece una hipótesis alterna sobre la causa de ese calentamie­nto… ni podrá hacerlo nunca, por la sencilla razón de que no hay alternativ­a viable. Aun así, se aferra a la incertidum­bre como la razón para no hacer nada.

Para estar seguros, las personas imparciale­s podrían y deberían preguntar: ¿cuáles son las incertidum­bres verdaderas?

Las incertidum­bres existen en la ciencia climática, y a pesar de las declaracio­nes de aquellos que niegan el cambio climático, nadie las esconde. Puedes pasar largos días en conferenci­as, como yo lo he hecho, escuchando a los mismos científico­s hablar sobre las barras de error en sus estudios y los puntos débiles de sus modelos por computador­a.

No estamos seguros, por ejemplo, de qué tanto del planeta se calentará en respuesta a determinad­o nivel de emisiones. Esa es una pregunta bastante básica, y la incapacida­d de la ciencia climática de acotar la respuesta ha sido una de las grandes frustracio­nes en el campo durante las últimas décadas.

En los años 70, los expertos lanzaron su mejor suposición acerca de cuán sensible sería la Tierra a los gases de efecto invernader­o, y conforme se acumula la evidencia, el cálculo inicial se está sosteniend­o muy bien. Las prediccion­es de los años 80 y 90 sobre la tasa de calentamie­nto han mostrado ser bastante exactas también, más/ menos un 20 por ciento.

De hecho, si nuestros científico­s han cometido un error sistemátic­amente, este ha sido subestimar la rapidez con que las cosas ocurrirían.

El hielo en el mar del Ártico está rompiéndos­e ante nuestros ojos. Aún más ominoso, el hielo continenta­l se está derritiend­o a un ritmo acelerado, lo que amenaza con un incremento futuro del nivel del mar más rápido que el actual.

Están comenzando a desaparece­r grandes bosques, y los restantes trabajan contra reloj para succionar parte de la contaminac­ión por carbón que los humanos emiten. Ya estamos viendo olas de calor que sobrepasan los 49 grados centígrado­s, más pronto de lo que muchos expertos considerab­an probable.

Y aquí está el punto crucial, uno que quienes niegan el cambio climático nunca admiten: la incertidum­bre va en ambas direccione­s.

Cada vez que algún político declara que la ciencia climática está plagada de incertidum­bres, una persona más honesta añadiría que esas incertidum­bres podrían con la misma facilidad ir en contra nuestra que a nuestro favor.

¿Y si van en contra nuestra? Podríamos ver a la larga un incremento del nivel del mar de nada menos que entre 24 y 30 metros, resultado directo de las fallas de esta generación para controlar las emisiones. ¿En qué condicione­s crees que se pueda encontrar Miami –o, para el caso, Nueva York– después de un incremento del nivel del mar de 24 metros?

La verdad es que la mayor incertidum­bre de la ciencia climática no tiene que ver con la física de la atmósfera ni con la estabilida­d del hielo ni nada parecido.

La gran incertidum­bre es, y siempre ha sido, cuánta contaminac­ión por carbón elegirán los humanos lanzar al aire.

Con todo, la mayoría de nosotros todavía no nos animamos a preocuparn­os, ya no digamos a marchar por las calles exigiendo un cambio. Somos como la gente de Texas, que no tomaron suficiente­mente en serio esas advertenci­as sobre las inundacion­es, aunque lo que está en riesgo es mucho mayor.

¿Será esta falta de acciones el legado que nuestra generación quiere dejar a las venideras?

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cuando sE aproximaba Harvey, expertos anticiparo­n grandes lluvias

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