Las guerras eternas de Estados Unidos
Este país ha estado en guerra continuamente desde los ataques del 11 de septiembre del 2001, y tiene 240 mil soldados en al menos 172 países y territorios. Las fuerzas estadounidenses participan activamente no solo en los conflictos en Afganistán, Irak, Siria y Yemen que han dominado las noticias, sino también en Níger y Somalia, ambos recientemente escenario de ataques mortales, así como en Jordania, Tailandia y muchos otros lugares.
Unas 37 mil 813 tropas adicionales prestan servicios en misiones secretas en lugares simplemente señalados como "desconocidos". El Pentágono no da más explicaciones.
Existen despliegues tradicionales en Japón (39 mil 980 soldados) y Corea del Sur (23 mil 591) para defenderse contra Corea del Norte y China, de ser necesario, junto con 36 mil 34 tropas en Alemania, 8 mil 286 en Gran Bretaña y mil 364 en Turquía, todos aliados de la OTAN. Hay 6 mil 524 soldados en Bahrein y 3 mio055 en Qatar, donde Estados Unidos tiene bases navales.
Las operaciones de Estados Unidos en zonas de conflicto como África se están expandiendo: 400 efectivos de las Fuerzas Especiales en Somalia entrenan a las tropas locales que combaten a al-Shabab, un grupo islamista, proporcionando inteligencia y, a veces, entrando en batalla con ellos. Un miembro de los SEAL de la Armada fue asesinado allí en mayo. Otros 800 soldados tienen su base en Níger, donde cuatro boinas verdes murieron el 4 de octubre.
Muchas de estas fuerzas participan en operaciones antiterroristas, por ejemplo contra los talibanes en Afganistán; contra el Estado Islámico en Irak y Siria; contra un afiliado de al-Qaida en Yemen. Hasta ahora, los estadounidenses parecen aceptar que estas misiones y los despliegues son necesarios. Aun así, es una pregunta muy real si, además de respaldar estos compromisos, que han costado billones de dólares y muchas vidas durante 16 años, aceptarán nuevos enredos del tipo que el presidente Donald Trump pareció augurar con sus amenazas temerarias y cuestionables sobre Corea del Norte e Irán.
Es hora de hacer un balance de cuán ampliamente las fuerzas estadounidenses ya están comprometidas con las regiones remotas y comenzar a pensar mucho sobre qué parte de esa inversión es necesaria, cuánto tiempo debería continuar y si existe una estrategia más allá de matar a terroristas.
El Congreso ha eludido repetidamente los esfuerzos del senador Tim Kaine, demócrata por Virginia, y otros para poner la guerra contra el Estado Islámico, que cuenta con amplio apoyo popular pero no cuenta con una autorización específica del Congreso, con base legal.
Trump, al igual que sus predecesores, insiste en que la legislación aprobada en 2001 para autorizar la guerra contra al-Qaida es suficiente. No lo es Después de la tragedia de Níger, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Bob Corker de Tennessee, acordó realizar al menos una audiencia sobre el tema de la autorización. Está programado para el 30 de octubre.
Desde el 11 de septiembre, líderes estadounidenses han definido la lucha contra el terrorismo como una lucha permanente. El presidente Barack Obama retiró fuerzas importantes de Afganistán e Iraq. Pero el ascenso del ISIS en Irak y Siria y el resurgimiento de los talibanes en Afganistán obligaron a que muchas regresaran. Los ataques terroristas aquí y en Europa, y el alarmismo de Trump, han reforzado la sensación de asedio del público.
El ejército es esencial para la seguridad nacional, pero no es lo único que mantiene a Estados Unidos a salvo. También lo hacen la diplomacia robusta y nuestro compromiso con las instituciones multilaterales, las cuales Trump ignora o menoscaba.
Los senadores que se niegan a pagar la atención médica y las misiones diplomáticas básicas del Departamento de Estado aprobaron un presupuesto de defensa de 700 billones para el 2017-18, mucho más de lo que Trump incluso solicitó.
No sabemos si esta generosidad continuará. Pero la pregunta más amplia que el pueblo estadounidense debe sopesar es cuántas aventuras militares nuevas todavía está dispuesto a tolerar.