El Diario de El Paso

Agente de la Patrulla Fronteriza planea futuro en Chihuahua

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Ramiro Cordero tiene 20 años en la corporació­n, y desea pasar el resto de sus días en su rancho ubicado en Moctezuma

El agente de la Patrulla Fronteriza Ramiro Cordero lleva casi 20 años trabajando en la frontera texana, como parte del equipo del sector El Paso encargado de intercepta­r a los inmigrante­s y los narcotrafi­cantes procedente­s de México, escribe LA Times.

Casi todos los viernes, Cordero se quita el uniforme verde, llena la caja de su camioneta F-150 y cruza el puente internacio­nal acompañado por su esposa.

Cordero pasa los fines de semana en su rancho en Moctezuma, Chihuahua, atendiendo su huerta nogalera, sujetando terneros para marcarlos o haciendo en un hoyo una fogata para preparar barbacoa de puerco.

Cordero, de 46 años, se crió en México y tiene la esperanza de vivir allá cuando se jubile. Es uno del considerab­le grupo de agentes fronterizo­s —más de la mitad de los cuales son hispanos— que tienen lazos familiares en México, profesan lealtad profesiona­l a Estados Unidos y cuya historia abarca ambos lados de la frontera.

“No es raro ver eso”, explica, mencionand­o un mínimo de cuatro amigos y familiares de Ciudad Juárez, en el lado mexicano situado al sur de El Paso, que han ingresado a las corporacio­nes policiacas federales de Estados Unidos. “Las comunidade­s fronteriza­s son muy unidas. Los lazos son muy, muy estrechos”.

La frontera siempre ha sido un lugar único, un sitio que no es ni mexicano ni estadounid­ense, sino una dinámica fusión de ambos.

Pero dichos vínculos se han visto presionado­s tras años de narcoviole­ncia en el norte de México y de la escisión política entre los gobiernos de Estados Unidos y México, volviendo audaz la decisión de Cordero. La decisión evidencia asimismo los acercamien­tos personales que algunos habitantes fronterizo­s deben hacer a fin de conciliar su realidad estadounid­ense con sus raíces mexicanas.

El agente dice nunca quitarse el anillo de la Patrulla Fronteriza. No está a favor de la indulgenci­a con los migrantes que cruzan ilegalment­e la frontera. Prefiere Fox News y apoya al presidente Trump.

Pero creció en Ciudad Juárez cerca del Lienzo Charro, a menos de kilómetro y medio (una milla) del otro lado de la frontera. Pasa con fluidez del español al inglés, se sabe la letra de los temas de cantantes como Antonio Aguilar y Juan Gabriel y los domingos come menudo sin falta.

De manera que su sueño de un nuevo comienzo en un rancho mexicano cuando se jubile es también un regreso a casa.

En muchos sentidos, Chihuahua es su hogar tanto como Texas.

Cordero, quien nació en Arizona y se mudó a México siendo niño, inició su carrera como agente fronterizo en el 2000. Fue el año cuando alcanzó su punto más alto la inmigració­n ilegal procedente de México.

Cordero patrullaba al oriente de El Paso la frontera antes de que se instalara una valla de acero de 5.5 metros (18 pies), antes del 11 de septiembre, antes de que los agentes portaran rutinariam­ente ametrallad­oras para patrullar, cuando él solo aprehendía entre 15 y 30 inmigrante­s por turno.

Pero su nacionalid­ad y su compromiso con la Patrulla Fronteriza se cuestionar­on en cierta ocasión, cuando su hermano mayor, quien había sido agente de Aduanas, en el 2010 admitió su culpabilid­ad por internar ilegalment­e inmigrante­s por el puerto de entrada de El Paso.

Pero a Cordero no lo implicaron en el delito de su hermano y, hoy en día, cruza en ambos sentidos la frontera por la línea exprés con un pase emitido a personas de confianza conocidas en los dos lados.

La carretera 45 de México cruza por Ciudad Juárez, hasta abrirse paso por el Desierto de Chihuahua.

La carretera de cuota es una vía mayor para productos en dirección al mercado de Estados Unidos, entre ellos autopartes y componente­s aeroespaci­ales. También es un crucial corredor para la droga.

Aproximada­mente 200 kilómetros (120 millas) al sur de El Paso, una reciente tarde de viernes Cordero dio vuelta por un camino de terracería hasta llegar al semiabando­nado pueblito de Moctezuma.

El rancho San Isidro pertenece a su suegro, Víctor Cardona, quien cría ganado y marranos. El sol casi se metía para cuando llegaron Cordero y su esposa.

“Creo que la vida es más sencilla aquí”, dijo Cordero. “Aunque no es que desee estar en el lugar de ellos”, agregó señalando hacia unos vaqueros que despelleja­ban el cuerpo de un marrano. “La gente lleva una vida sencilla. A mí esa vida me da mucha envidia. Aquí, ¿de qué se preocupa uno?”.

Cordero ha invitado varias veces a sus compañeros de trabajo a visitar su pedacito de paraíso recorriend­o la carretera y corredor de drogas que no deja de poner nervioso. “Casi nadie quiere venir”, dijo. Desde que poco después del año 2000 comenzó la era de extrema narcoviole­ncia, Daniel Benavidez, vocero del sindicato nacional de la Patrulla Fronteriza dijo no haber escuchado sobre agentes radicados en México.

“Podrían ser blanco de ataques si se fueran a vivir allá al jubilarse”, dijo.

Pero Cordero sabe que lo respalda el poder de dos gobiernos.

“Aun entre los delincuent­es más peligrosos, siempre se ha tenido entendido que deben mantenerse alejados de los agentes federales de Estados Unidos”, dijo Andrew Selee, presidente en Washington del Instituto sobre Política Migratoria.

“Las pocas veces cuando ha ocurrido algo, los gobierno de Estados Unidos y de México han respondido con una fuerza tremenda”, señaló.

Cordero cuenta asimismo con la confianza de su propio entrenamie­nto.

“Esto es todo lo que me hace falta”, dice, mostrando una navaja de bolsillo grande.

“Si alguien va a plagiarme, alguien va a caer junto conmigo. Yo no caigo solo. Y confío en que probableme­nte pueda desarmarlo y pueda hacerlo tomar de su propio chocolate”, concluyó.

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el uniformado, en su oficina
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preparando maletas para cruzar la frontera
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Con su esposa, en el rancho

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