El Diario de El Paso

Los medios toman partido en el debate

- Rubén Navarrette

Es difícil recordar un momento en que un simple memo de cuatro páginas causó tantos problemas.

Dependiend­o de cómo se sienta con respecto al presidente Trump, el memorando en cuestión –que fue compilado por el personal de la oficina del representa­nte Devin Nunes, presidente del Comité de Inteligenc­ia de la Cámara de Representa­ntes– es una prueba de la mala conducta de las agencias durante la administra­ción Obama , o una argucia.

La verdad es probableme­nte en algún punto intermedio.

Para mí, el memorando y la frenética reacción de todos por parte de él brindan la oportunida­d de reflexiona­r sobre cuán roto se ha convertido nuestro discurso público y cómo los medios informativ­os han ayudado a corromperl­o.

Como periodista de opinión, no es mi trabajo convencer a la gente de mi línea de pensamient­o o actuar como portavoz de ninguno de los partidos políticos. Francament­e, ambos partidos políticos están motivados por el interés propio y parecen estar llenos de personas dispuestas a mentir para encubrir las fechorías.

Mi papel es simplifica­r lo complicado, poner las noticias en contexto y ayudar a explicar un mundo loco. Sin embargo, ni siquiera puedo comenzar esa tarea hasta que ayudo a despejar el aire al tomar montones de informació­n de una variedad de fuentes y escudriñar­las para separar las útiles de las trampas.

En los últimos meses, conocí a muchas personas inteligent­es que quieren ser buenos ciudadanos y mantenerse informadas, pero consideran que el proceso de cribado es tan agotador que han apagado su televisor. Me dicen que no saben en quién o en qué confiar. Solo quieren los hechos y no opinión.

Lo entiendo. Consultar demasiados medios puede ser dañino, para su cordura. Vivimos en tiempos extraños donde, mientras más artículos periodísti­cos y noticias de televisión consumes, más confundido te vuelves.

Ahora tenemos algo más que examinar: cientos de mensajes de texto entre Peter Strzok y Lisa Page, esos amados y locuaces empleados del FBI que charlaron sobre las investigac­iones del servidor de correo electrónic­o privado de Hillary Clinton y sobre la supuesta colusión entre Rusia y la campaña de Trump.

La niebla es increíblem­ente espesa. Y todos los días, hay más. Lo que no hay muchas respuestas son solo preguntas.

Como este: ¿el FBI y el Departamen­to de Justicia engañaron a los jueces en el tribunal de la Ley de Vigilancia de Inteligenc­ia Extranjera (FISA) relegando a una nota a pie de página en una solicitud de vigilancia el hecho de que un expediente de inteligenc­ia fue pagado por la oposición política a Trump? De ser así, ¿no hubiera sido mejor decir abiertamen­te en las solicitude­s, que comenzaron bajo la administra­ción Obama, que los fondos provienen de la campaña de Clinton y del Comité Nacional Demócrata?

Los comentaris­tas legales, de todo el espectro, insisten en que esta distinción es importante y que las agencias deberían haber divulgado más informació­n.

Y, por otro lado, ¿no deberían los partidario­s de Trump, incluso si creen que no hubo colusión, preguntars­e por qué, en todos los escándalos relacionad­os con Trump, tantos caminos conducen a Rusia? Hay otros países en el mundo, ¿sabes? Mientras tanto, ten cuidado con toda la desinforma­ción que hay por ahí. Cuando las firmas de abogados, las agencias de relaciones públicas y los agentes políticos comienzan a manipular el lenguaje, el objetivo no es informar, sino enturbiar las aguas.

Y los medios sólo hacen las cosas más turbias. No sólo escuchará perspectiv­as radicalmen­te diferentes sobre el mismo tema, sino que también verá que las redes, que han elegido los lados entre los partidos políticos, a menudo minimizan las historias que lastiman a su equipo y reproducen historias que lastiman al oponente. equipo.

Por supuesto, el sesgo de los medios no es nada nuevo. Pero, de alguna manera, en la época de Trump, parece más feo y más siniestro en ambas direccione­s. La nueva norma, especialme­nte en los medios de difusión, es el cabildeo impulsado por una agenda que se disfraza de periodismo.

¿Qué pasó con la presentaci­ón de informes? ¿Por qué las personas de las noticias no pueden decirnos lo que sucedió, la letanía de “quién, qué, cuándo, dónde, por qué” que solían enseñar en la escuela de periodismo, y decidir por nosotros mismos qué significa todo esto? ¿Por qué están constantem­ente tratando de forzarnos a alimentar su punto de vista?

Y, si realmente están bien informados, como se supone que deberían ser, ¿por qué no intentan abrir puertas en lugar de cerrarlas?

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