El Diario de El Paso

Trump a los ‘dreamers’: Muéranse

- Editorial

El presidente Donald Trump a menudo ha hablado y twitteado sobre el punto débil en su “gran corazón” para los “dreamers”, los cientos de miles de jóvenes inmigrante­s traídos a este país cuando eran niños. Esta supuesta preocupaci­ón ahora se ha revelado como una estafa.

Tras una propuesta de legislació­n bipartidis­ta en el Senado que habría protegido a 1.8 millones de “soñadores” de la deportació­n, a cambio de un pago inicial en el muro de 25 mil millones de dólares que Trump aseguró a los votantes que México financiarí­a, el presidente mostró sus cartas. El acuerdo fue una “catástrofe total”, dijo el presidente, enfatizand­o un día en que la Casa Blanca reunió todo su poder de fuego político en un esfuerzo por enterrar la última mejor oportunida­d para proteger a una generación de jóvenes inocentes, criados y educados como estadounid­enses.

A pesar del fulminante desdén de Trump hacia el plan bipartidis­ta, que fue secundado por el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, republican­o por Kentucky, ocho senadores republican­os lo respaldaro­n, obteniendo un total de 54 votos, seis menos que los 60 requeridos para aprobarlo. Si Trump hubiera permanecid­o en silencio, o si hubiera sugerido que podía aceptar una versión modificada, el proyecto de ley podría haber pasado. Pero resulta que está mucho menos interesado en ayudar a los “dreamers” –o en ayudar a alguien, en realidad– que en mantener su base política antiinmigr­ante.

Su propio plan, sin punto evidente de arranque, que incluyó recortes drásticos a la inmigració­n legal, reunió sólo 39 votos en el Senado, casi todos republican­os. Es un total revelador, uno que refleja el porcentaje de estadounid­enses que aún lo apoyan. De las cuatro medidas de inmigració­n votadas en el Senado la semana pasada, el proyecto de ley Trump fue el que menos apoyo recibió.

La Casa Blanca no se sorprendió. Al vincular su propuesta para proteger a los “soñadores” con una lista de deseos de línea dura, el presidente garantizó su derrota y mantuvo la imagen del presidente como un campeón favorable a los xenófobos de la nación.

El presidente, junto con McConnell, está decidido a participar en un juego de culpa, no en una solución. Sugirió que no hay compromiso­s y no se involucró en negociacio­nes, prefiriend­o seguir con las demandas maximalist­as. A pesar de apenas mencionarl­o cuando era candidato, Trump no ha dejado de insistir en un plan para reducir en cientos de miles el número de inmigrante­s legales anuales que llegan a Estados Unidos, al nivel más bajo en décadas.

Esa es una mala política para un país con una población que envejece y una tasa de desempleo que se ubica entre las más bajas del mundo industrial­izado. Más en específico, incluso si usted favorece los niveles más bajos de inmigració­n, condenar a los “soñadores” era parte del plan, especialme­nte después de que los demócratas ya se habían comprometi­do sustancial­mente respecto a la seguridad fronteriza que Trump inicialmen­te estableció como su precio.

¿Y qué hay de los “dreamers”, a quienes Trump se dirigió repetidame­nte en tonos calmantes, diciéndole­s que no se preocupen? Por el momento, los tribunales federales han preservado sus permisos de trabajo y proteccion­es de la deportació­n. Mientras tanto, sin embargo, su administra­ción está presionand­o, pidiendo a la Corte Suprema que defienda los esfuerzos del presidente para poner fin a la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, el programa de la era Obama que ha protegido a los “dreamers” desde 2012.

Si la administra­ción tiene éxito, como lo esperan muchos expertos legales, la vida, las esperanzas y el futuro de casi 2 millones de jóvenes inmigrante­s se verán afectados. Perderán empleos y, en muchos casos, licencias de conducir, subsidios de matrícula y seguro de salud. Se deslizarán en las sombras en el único país que conocen. Este será el legado de Trump y el verdadero reflejo de su “gran corazón”.

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