Lo que sea que Trump oculta, nos daña a todos
Nuestra democracia está en grave peligro.
El presidente Donald Trump está totalmente comprometido por los rusos o es un grandísimo tonto, o ambas, pero, en cualquier caso, ha probado no estar dispuesto o no ser capaz de defender a Estados Unidos de una campaña rusa para dividir y debilitar nuestra democracia.
Es decir, o el imperio inmobiliario de Trump ha aceptado grandes cantidades de dinero de oligarcas turbios vinculados con el Kremlin, a tal grado que literalmente come de su mano, o son ciertos los rumores de que, mientras dirigía el concurso de Miss Universo, Trump incurrió en comportamientos sexuales incorrectos, que la inteligencia rusa tiene grabados, y no quiere que salgan a la luz o en realidad Trump le cree al presidente ruso Vladimir Putin cuando dice que es inocente de intervenir en nuestras elecciones, a pesar de los hallazgos específicos de los directores de la CIA, la NSA y el FBI.
En resumen, Trump está ocultando algo que verdaderamente es una amenaza para él, o es penalmente incompetente para ser comandante en jefe. Es imposible decir cuál de las explicaciones de su comportamiento es cierta, pero parece muy probable que uno de esos escenarios explique su negativa a responder al ataque directo de Rusia a nuestro sistema; en una inactividad que sencillamente no tiene precedentes en ningún presidente estadounidense de la historia. Rusia no es nuestra amiga; ha actuado de manera hostil y Trump sigue ignorándolo todo.
Hasta ahora, Trump ha estado incumpliendo las normas de la presidencia. En estos momentos, el comportamiento de Trump equivale a la negativa a cumplir el juramento que hizo al asumir el cargo, que es proteger y defender la Constitución. A continuación, una analogía imperfecta, pero cercana: es como si George W. Bush hubiese dicho tras el 11 de septiembre: “No es para tanto. Me voy a jugar golf el fin de semana a Florida y voy a bloguear que todo es culpa de los demócratas… no es necesario reunir al Consejo de Seguridad Nacional”.
En una época en la que el fiscal especial Robert Mueller —haciendo uso de varios años de espionaje del FBI, la CIA y la NSA— ha presentado acusaciones formales en contra de 13 nacionales rusos y tres grupos rusos— todos vinculados de una o de otra forma con el Kremlin— por interferir con las elecciones estadounidenses que se celebraron en 2016, Estados Unidos necesita a un presidente que encabece la defensa de la nación en contra de este ataque a la integridad de nuestra democracia electoral.
¿Cómo debería actuar en tal caso? Informaría a los ciudadanos sobre la gravedad del problema; reuniría a todas las partes interesadas —las autoridades electorales estatales y locales, al gobierno federal, ambos partidos y a todos los propietarios de las redes sociales que los rusos usaron para llevar a cabo su interferencia— para defendernos de manera efectiva, y reuniría a nuestros expertos militares y de inteligencia para montar una defensa efectiva contra Putin, “la mejor de todas”.
En cambio, tenemos a un presidente que tuitea vulgarmente que los rusos “se mueren de la risa en Moscú” por cómo hemos estado investigando sus intervenciones —y explotando el espantoso tiroteo en la escuela de Florida— y el fracaso del FBI para enviar de manera oportuna a su oficina de campo en Miami información sobre el asesino— para dejar mal parado a todo el FBI y crear una nueva excusa para cerrar la investigación de Mueller.
Pensemos por un momento en lo descabellado que fue el tuit de Trump del sábado por la noche: “Es muy triste que el FBI no haya visto ninguna de las varias señales que envió el tirador de la escuela de Florida. Esto no es aceptable. Están gastando mucho dinero tratando de probar la colusión rusa con la campaña de Trump: no hay tal colusión. ¡Regresen a lo básico y háganos sentir orgullosos a todos!”
Al contrario; nuestras agencias, el FBI, la CIA y la NSA, trabajando con el fiscal especial, nos han hecho sentir sorprendentemente orgullosos. Han descubierto un plan ruso para dividir a los estadounidenses e inclinar nuestra más reciente elección hacia Trump —es decir, han debilitado la raíz misma de nuestra democracia— y el presidente les dice que regresen a lo importante que es rastrear a los futuros causantes de masacres en escuelas. Sí, el FBI cometió un error en Florida. Sin embargo, actuó de manera heroica en lo que respecta a Rusia. ¿Qué es más elemental que proteger la democracia estadounidense?
Resulta tan evidente lo que Trump se propone: nuevamente, es un verdadero títere de Putin o, lo más probable, está ocultando algo que sabe que los rusos tienen sobre él y sabe que cuanto más se alargue la investigación de Mueller, más probable será que lo encuentre y lo saque a la luz.
Donald, si es usted tan inocente, ¿por qué se toma tantas molestias para tratar de callar a Mueller? Y si en realidad está actuando como presidente —y no como quien todavía dirige la Organización Trump, y al mismo tiempo quiere ser presidente, que es como tan a menudo se comporta— por qué no encabeza de verdad no solo una defensa cibernética adecuada de nuestras elecciones, sino además una ofensiva contra Putin.
Putin usó el ciberataque para envenenar la política estadounidense, diseminar noticias falsas, ayudar a elegir a un candidato caótico, todo a fin de debilitar nuestra democracia. Nuestras habilidades cibernéticas deberían estar usándose para diseminar la verdad sobre Putin —cuánto dinero ha robado, cuántas mentiras ha diseminado, cuántos rivales ha encarcelado o desaparecido— todo para debilitar su autocracia. Eso es lo que un verdadero presidente debería estar haciendo en este preciso momento.
Me parece que lo que oculta Trump tiene que ver con dinero. Es algo relacionado con sus vínculos financieros con las élites empresariales unidas al Kremlin. Quizá hayan hecho una enorme inversión en él. Quién puede olvidarse de lo que dijo su hijo Donald Trump Jr. en 2008: “Los rusos constituyen una importante tajada de muchos de nuestros activos”. Tal vez sean dueños del presidente.
Sin importar qué sea, Trump está tratando de esconderlo o es tan ingenuo sobre Rusia que está dispuesto no solo a resistirse a defender nuestra democracia como se debe, sino además está verdaderamente presto a debilitar algunas de nuestras instituciones más importantes, el FBI y el Departamento de Justicia, con tal de que su condición comprometida no se sepa.
Eso no se debe tolerar; es un código rojo. Hoy la amenaza más grande a la integridad de nuestra democracia se encuentra en el Despacho Oval.