El genio muy estable de Obamacare
Nueva York— Comprensiblemente, los encabezados siguen dominados por los casi 130 mil escándalos que actualmente afligen al gobierno de Trump. Sin embargo, las encuestas sugieren que es poco probable que el hedor de la corrupción, intenso cual es, domine las elecciones intermedias. En cambio, el mayor problema en la mente de los electores parece ser la atención médica.
¿Saben qué? Los electores están en lo correcto. Si los republicanos conservan el control de ambas cámaras del Congreso, podemos predecir con seguridad que harán otro intento para revocar Obamacare, con lo que dejarán sin seguro médico a entre 25 y 30 millones de estadounidenses. ¿Por qué? Porque sus intentos de sabotear el programa siguen quedándose cortos y el tiempo se está agotando.
No estoy diciendo que el sabotaje haya sido un absoluto fracaso. El Gobierno de Trump logró aumentar significativamente el precio de las primas de los seguros y, sí, digo “logró”, porque en definitiva esa era la meta.
El registro en los centros de afiliación al seguro de la Ley de Atención Médica Asequible también ha bajado desde 2016 –casi toda esa disminución tuvo lugar en los centros que dirige el Gobierno de Trump, en lugar de aquellos a cargo de los estados– y el número general de estadounidenses sin seguro médico, después de disminuir de manera considerable con el presidente Barack Obama, ha aumentado nuevamente.
Sin embargo, lo que los republicanos estaban esperando y planeando era una “espiral de la muerte” de declive en la inscripción y aumento exorbitante de los costos. Aunque las continuas afirmaciones de que dicha espiral de la muerte está en curso hayan surtido efecto –buena parte de la gente cree que los centros de afiliación están colapsando–, no es así. De hecho, el programa ha sido extraordinariamente estable si se tiene en cuenta que está administrado por gente que está tratando de hacer que fracase. ¿Cuál es el secreto de la estabilidad de
Obamacare? La respuesta, aunque nadie la creerá, es que la gente que diseñó el programa era muy inteligente. La realidad política los obligó a construir una máquina de Rube Goldberg; es decir, un aparato sofisticado para lograr en esencia metas básicas; cada experto de salud progresista que conozco habría sido feliz de extender Medicare para todos, pero eso es justo lo que no iba a pasar. Sin embargo, sí lograron crear un sistema que es bastante resistente a los impactos, incluyendo el impacto de una Casa Blanca que quiere destruirlo. Originalmente, se suponía que Obamacare se basaría en tres pilares principales: las aseguradoras privadas no podían discriminar a nadie por padecer enfermedades preexistentes; las personas tenían que comprar un seguro que cumpliera con las normas mínimas –el “mandato individual”–, incluso si en este momento estaban sanos, y se otorgaban subsidios para que el seguro fuera asequible.
No obstante, los republicanos han hecho su mejor esfuerzo para que uno de estos pilares desaparezca; incluso antes de revocar el mandato, ya habían reducido de manera considerable los esfuerzos de alcance en un intento por desalentar a los ciudadanos estadounidenses sanos de inscribirse.
El resultado fue que la población que acabó registrándose para obtener cobertura es menor y está más enferma de lo que habría estado de haber habido más inscripciones, lo cual obliga a las aseguradoras a cobrar primas más altas. Ahí es donde entra el subsidio. Conforme a la Ley de Atención Médica Asequible, los estadounidenses más pobres están cubiertos con Medicaid, de tal modo que las primas privadas no importan. Mientras tanto, muchos de los que tienen ingresos más elevados –de hasta un 400 por ciento por encima de la línea de la pobreza o más de 95 mil dólares para una familia de cuatro integrantes– son candidatos a obtener subsidios. Se trata del 59 por ciento de la población pero, debido a que muchos de los que tienen un mayor ingreso reciben un seguro médico de sus empleadores, estamos hablando de un 83 por ciento de los que se registran en los centros de afiliación. Además, está esto: esos subsidios no son fijos. Más bien, la fórmula establece un subsidio lo suficientemente alto para poner un límite respecto de qué tanto pueden elevarse los pagos como porcentaje del ingreso.
Esto quiere decir que, de los 27 millones de estadounidenses que hayan obtenido cobertura a través de la expansión de Medicaid o adquirido un seguro en el centro de afiliación, sólo alrededor de dos millones están expuestos a esos aumentos de primas diseñados por Trump. Sigue siendo mucha gente, pero no la suficiente para activar una espiral de la muerte. De hecho, por motivos complejos (“la carga del plan plata”, no pregunten), las primas en realidad han disminuido para mucha gente, después de aplicado el subsidio.
Esto ocasionó que el Partido Republicano se mostrara extremadamente frustrado.
Desde el comienzo, los republicanos odiaban Obamacare no porque esperaban que fracasara, sino porque temían que tuviera éxito y por ende demostrara que el Gobierno en realidad puede hacer cosas para mejorar la vida de la gente. Su pesadilla se está haciendo realidad poco a poco: aunque tomó bastante tiempo, la Ley de Atención Médica Asequible por fin está cobrando popularidad, y la preocupación de la gente de que el Partido Republicano elimine esta ley se está convirtiendo en una importante desventaja política.
Lo que esto me dice es que, si los republicanos logran aferrarse al Congreso, harán su máximo esfuerzo para destruir la ley, porque sabrán que probablemente sea su última oportunidad. De hecho, si no acaban con Obamacare pronto, el siguiente paso probablemente será un programa mejorado que permita a los estadounidenses de cualquier edad invertir en Medicare.
Así que los electores tienen derecho a creer que los servicios médicos son un tema muy importante en las elecciones intermedias. Quizá no sea lo más importante en juego… hay una gran posibilidad de que la supervivencia de la democracia estadounidense esté en riesgo. Sin embargo, sí es algo muy importante.