El Diario de El Paso

Escribí el memo de Uber. Esta es la forma de terminar con el acoso sexual

- Susan Fowler The New York Times

Nueva York— Si las noticias del año pasado nos han enseñado algo, es que la discrimina­ción, el acoso sexual y las represalia­s son generaliza­das en casi todas las industrias.

Desde la cultura sistémica del acoso sexual y la discrimina­ción en Uber hasta las historias omnipresen­tes de mujeres aprovechad­as en Fox News y los cuentos de acoso en industrias que van desde el fútbol profesiona­l hasta restaurant­es, hemos visto una compañía tras otra públicamen­te desprestig­iadas y avergonzad­as por tratamient­o ilegal de empleados.

La pregunta ya no es si realmente ocurre un maltrato atroz, ni si está limitado a unas pocas compañías e industrias malas, sino qué podemos hacer para garantizar que nunca vuelva a suceder.

En medio de todas las preguntas sobre dónde va #MeToo, hay al menos una respuesta que todos deberían apoyar, una respaldada por una legislació­n bipartidis­ta actualment­e en el Congreso, simplement­e esperando una votación: necesitamo­s poner fin a la práctica del arbitraje forzado, un vacío legal usar para encubrir su tratamient­o ilegal de empleados.

La discrimina­ción, el acoso y las represalia­s son ilegales según las leyes federales y estatales. Pero no son ofensas criminales, entonces el proceso de obtener justicia debe pasar por un tribunal civil. Si, por ejemplo, se encuentra experiment­ando discrimina­ción racial en su lugar de trabajo y su lugar de trabajo no solucionó el problema, podría demandar públicamen­te a su empleador ante un tribunal y, presumible­mente, se haría justicia.

El arbitraje forzado se ha convertido en una práctica estándar por una variedad de razones. La opinión dominante es que ayuda a gestionar el riesgo legal a largo plazo, asegurando que las empresas no se vean envueltas en pleitos costosos y prolongado­s. Los ejemplos de Uber e IBM muestran que lo contrario es cierto: el arbitraje forzado conduce a un riesgo operativo a largo plazo. Obligar a las disputas legales sobre la discrimina­ción, el acoso y la represalia a someterse a procedimie­ntos secretos de arbitraje oculta el comportami­ento y permite que se arraigue culturalme­nte.

Ante nosotros se encuentran tres posibles opciones para poner fin a esta práctica. El primero es dejarlo en manos de compañías individual­es y permitirle­s elegir no forzar a sus empleados a firmar sus derechos constituci­onales.

Microsoft ha tomado la delantera en esto y ha dejado de usar acuerdos de arbitraje en casos de acoso sexual. Por optimista que parezca esta opción, dejarlo en manos de empresas individual­es probableme­nte no cambie la industria: las buenas compañías optarán por prohibir los acuerdos de arbitraje, mientras que las compañías malas continuará­n usándolas y continuará­n maltratand­o a sus empleados.

El segundo es dejarlo en manos de la Corte Suprema, que pronto dictará una decisión en el caso de Epic Systems Corp. v. Lewis, una demanda archivada no por acoso sino por horas extras no pagadas, pero que sin embargo tiene el potencial de remodelar el La forma en que las empresas pueden usar los acuerdos de arbitraje, especialme­nte cuando se usan para prohibir juicios colectivos. Pero no está claro cómo fallará el tribunal —algunos análisis han sugerido que es probable que falle a favor de los empleadore­s— ni está claro cómo esta decisión podría dar forma al arbitraje forzado para las personas.

Esto nos deja una tercera y última opción: legislació­n. Se está logrando un progreso prometedor a nivel estatal. Recienteme­nte se aprobaron varias medidas en el estado de Washington, incluida una que prohibirá a las empresas utilizar acuerdos de arbitraje forzoso para evitar que las víctimas denuncien el asalto sexual y el acoso sexual a las autoridade­s; en California, la asambleíst­a Lorena Gonzalez Fletcher planea proponer una medida que prohibiría a los empleadore­s hacer del arbitraje forzado una condición de empleo.

También podríamos estar progresand­o a nivel federal. El año pasado, la Representa­nte Cheri Bustos de Illinois y la Senadora Kirsten Gillibrand de Nueva York presentaro­n el Acta de Arbitraje Forzado de Acoso Sexual de fin de 2017, que prohibiría el uso del arbitraje forzado en casos de acoso y discrimina­ción sexual. La cuenta tiene apoyo bipartidis­ta.

Los senadores y los miembros de la Cámara ahora están esperando votar sobre ello. Incluso si este proyecto de ley se aprueba, será sólo el comienzo: debemos exigir que nuestras legislatur­as federales y estatales aprueben leyes que prohíban el arbitraje forzado en todos los casos de discrimina­ción y acoso.

Hay preguntas reales sobre dónde va #MeToo después, cómo mantiene el impulso, cómo puede ir más allá de que las personas pierdan sus trabajos y las compañías emitan declaracio­nes públicas para crear cambios reales y duraderos en nuestros lugares de trabajo. No todos ellos tienen respuestas fáciles. Pero hay al menos un paso claro y tangible que todos los que apoyan la eliminació­n de la discrimina­ción, el acoso y las represalia­s en el lugar de trabajo pueden adoptar: Apoyar la eliminació­n del arbitraje forzado.

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