Se va a aplicar la ley, Sr. Presidente
Nueva York— ¿Por qué no nos detenemos un poco y contemplamos lo que los estadounidenses y el mundo estamos atestiguando?
La mañana del lunes, agentes del FBI catearon la oficina, casa y habitación del hotel en Nueva York del abogado personal del presidente de Estados Unidos.
Confiscaron evidencia de posibles delitos federales, incluyendo fraude bancario y electrónico y violaciones al financiamiento de la campaña relacionada con los pagos hechos a mujeres, incluyendo a una actriz porno, quienes aseguran que tuvieron amoríos con el presidente antes de que asumiera el puesto y les pagaron e intimidaron para que guardaran silencio.
Esa tarde, el presidente, rodeado por oficiales militares de alto rango, lanzó una espontánea diatriba en contra de importantes oficiales que aplican la ley en Estados Unidos —oficiales de su propio gobierno— acusándolos de “atacar a nuestro país”.
También, The Times reportó el lunes por la noche que los investigadores están examinando un donativo por 150 mil dólares que hizo a la fundación personal del presidente un magnate ucraniano del acero, otorgada durante la campaña presidencial a cambio de aparecer en un video que duró 20 minutos.
Mientras tanto, el ex encargado de la campaña del presidente se encuentra acusado y su ex asesor de seguridad nacional se declaró culpable de mentirles a los investigadores. Su yerno y otros colaboradores están bajo investigación.
Damas y caballeros, ése es nuestro presidente. Así es como Donald Trump hace negocios, y ése es el tipo de personas de las que se rodea.
Trump ha pasado su carrera en compañía de constructores, celebridades y también de estafadores, timadores, matones y delincuentes, él miente, engaña, hace alarde de ello y mayormente se ha salido con la suya, protegido por amenazas de litigio, dinero de fuentes ocultas y sus bravuconerías.
Aunque esos métodos podrían demostrar que tienen sus límites cuando son aplicados desde la Oficina Oval. Mientras los líderes republicanos del Congreso mantienen un silencio cobarde, Trump tiene actualmente una verdadera razón para sentir miedo.
Un cateo en la oficina de un abogado no se lleva a cabo todos los días, eso significa que varios funcionarios del gobierno y un juez federal tienen una razón para creer que podrían encontrar evidencia de un delito y no confían en que el abogado no destruiría esa evidencia.
El lunes, cuando apareció con su equipo de seguridad nacional, Trump, cuyo lema podría ser “el dinero podría parar en cualquier lugar menos aquí”, culpó airadamente a todos los que pudo nombrar sobre lo “injusta” que es la investigación que ya ha consumido el primer año de su presidencia, aunque apenas está empezando a ponerse candente.
Dijo que el procurador general Jeff Sessions cometió “un terrible error” al recusarse de hacerse cargo de la investigación insinuando que un procurador general más leal hubiera obstruido la justicia y bloqueado la investigación.
Se quejó de las “horribles cosas” que hizo Hillary Clinton y “de todos los delitos que fueron cometidos”. Catalogó a los destacados investigadores del equipo del fiscal especial Robert Mueller “como el grupo de personas más parciales”.
Y al referirse a Mueller dijo “ya veremos qué pasa”. “Muchas personas me han dicho ‘deberías despedirlo’”.
De hecho, los cateos sobre las premisas utilizadas por Michael Cohen, el abogado de Trump, fueron realizadas por la Unidad de Corrupción Pública de la Oficina del Procurador de Manhattan, y a solicitud no del equipo del fiscal especial, sino de acuerdo a una orden de cateo que obtuvieron los investigadores en Nueva York después de ser referidos por Mueller, quien primero consultó con el subprocurador general Rod Rosenstein.
Además, el ex director del FBI que fue designado por republicanos consultó con el subprocurador general, que también fue designado por republicanos, quien autorizó que se refiriera el asunto a la oficina de campo del FBI que no es conocida por su parcialidad anti-Trump. Sin duda, se trata de un “Estado Profundo”.
Trump también atacó a las autoridades que según dijo “irrumpieron” en la oficina de Cohen. “La prerrrogativa entre un abogado y su cliente no existe!”, comentó el presidente a través de un tweet la mañana del martes, durante lo que presumiblemente es considerado como su momento ejecutivo.
Está en un error. La prerrogativa es una de las cosas más sacrosantas en el sistema legal estadounidense, pero no protege las comunicaciones para promover un delito.
De cualquier manera, uno podría preguntarse, si ésta es una gran cacería de brujas y Trump no hizo nada ilegal ni tiene nada inapropiado qué ocultar, ¿por qué le importa tanto ese derecho, en primer lugar?
Por supuesto, la respuesta es que tiene mucho qué ocultar.
Ése no fue el primer cateo realizado a primeras horas de la mañana a un cercano colaborador de Trump. Esa distinción estuvo destinada para Paul Manafort, el ex presidente de la campaña de Trump y la persona que le susurró al oído a la oligarquía rusa, quien actualmente enfrenta una serie de cargos federales lo suficientemente larga como para mantenerlo en prisión el resto de su vida.
¿Y qué hay de Cohen? Ya fue despedido de su bufete legal y cuando le empiecen a fincar cargos, probablemente va a recibir el mismo tratamiento de Trump.
Entre las cosas grotescas que se esfumaron en el trasfondo del carnaval de mal gobierno de Trump en las últimas 24 horas fue que la reunión del lunes fue ostensiblemente realizada para hablar sobre una cuestión de importancia global: un ataque con armas químicas contra civiles sirios.
En lugar de eso, Trump se colocó como tema principal, haciendo un reclamo narcisista y auto-compasivo de que la investigación representaba un ataque contra el país “en estricto sentido”.
No, Trump un verdadero ataque contra Estados Unidos es lo que sucedió por decir el 11 de septiembre del 2001. ¿Recuerdas esa fecha? Miles de personas perdieron sus vidas. Tu respuesta fue señalar que la caída de las torres gemelas significaba que tu edificio era ahora el más alto en el centro de Manhattan.
Por supuesto, eso tampoco resultó ser cierto.