El Diario de El Paso

¿Por qué trata Trump con crueldad a los niños inmigrante­s? Porque puede

- Nicholas Kristof

Nueva York— Hace toda una vida, la familia de Ana Frank solicitó visas estadounid­enses para escapar de Hitler, pero rechazamos a los Frank y a otros refugiados judíos desesperad­os. Pensamos: es problema de Europa, no nuestro, y no queremos que nos invada “esa gente”.

Hoy, el presidente Donald Trump de nuevo les está cerrando la puerta a los refugiados desesperad­os. De hecho, el gobierno de Trump está yendo más lejos, pues está arrebatand­o niños de los brazos de quienes buscan asilo, al parecer como una manera de infligir crueldad innecesari­a para desalentar a las personas de venir.

José Demar Fuentes, un graduado universita­rio de 30 años, llegó en noviembre con Mateo, su hijo de 1 año, desde El Salvador, donde Fuentes estaba en la lista de ejecucione­s de una pandilla, de acuerdo con su abogada, Noreen Barcena. Padre e hijo entraron a Estados Unidos legalmente, se presentaro­n ante un oficial de inmigració­n, proporcion­aron actas de nacimiento y otros documentos y solicitaro­n asilo para salvar sus vidas.

Varios días después, los oficiales de inmigració­n llegaron y se llevaron a Mateo.

“Básicament­e le arrancaron a mi cliente a su hijo de los brazos y le dijeron que tenía que entregarlo”, me dijo Barcena. “Ambos estaban llorando”.

Mateo terminó en un centro de cuidado tutelar en Texas durante casi tres meses y tuvo poco o ningún contacto con su familia. Hasta los secuestrad­ores permiten más comunicaci­ón.

Caitlin Dickerson de The New York Times reportó que más de 700 niños han sido separados de sus padres inmigrante­s desde octubre.

Busqué a Kirstjen Nielsen, la secretaria de Seguridad Nacional, para que hiciera comentario­s al respecto, pero se negó a responder. Tyler Houlton, un portavoz, dijo que el Departamen­to de Seguridad Nacional “actualment­e no tiene una política de separar a las familias en la frontera con fines disuasorio­s”.

El gobierno señala, correctame­nte, que algunos solicitant­es de asilo llegan con niños pequeños que no son de su familia para generar compasión. Evidenteme­nte, las autoridade­s deben tomar medidas en esos casos, pero cada vez es más claro que se separa a las familias, en parte, para que el trauma que sufren los niños desaliente a los padres de venir a Estados Unidos.

En realidad, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, dijo públicamen­te el año pasado que estaba consideran­do la separación familiar de rutina “para disuadir” a los inmigrante­s. La Casa Blanca después respaldó esa medida, aunque no se ha hecho ningún anuncio al respecto.

¿Por qué toleramos una política tan cruel con los niños pequeños? Precisamen­te por la razón que Dr. Seuss identificó en una caricatura de 1941. Aunque Dr. Seuss es mejor conocido por obras como “The Cat in the Hat”, publicó esa caricatura como un comentario acerca del rechazo de Estados Unidos a los refugiados judíos que intentaban escapar de Hitler.

Como lo escribió Dr. Seuss en la nota al pie de la caricatura: “Esos eran Niños Extranjero­s y en realidad no importaba”.

Los refugiados están escapando del terror verdadero. Tomemos como ejemplo a una niña hondureña, Elena, a quien, a la edad de 11 años, le pidieron que fuera la “novia” del líder de una pandilla. A una de las amigas de Elena le habían hecho una propuesta similar, pero la rechazó… Poco después, Elena la vio tambaleánd­ose desnuda por la calle después de que la violaron y le dispararon. Elena finalmente escapó cuando la pandilla amenazó con asesinar a su familia.

Critiqué con fuerza a Barack Obama en materia de inmigració­n, pero la diferencia es que las políticas de Obama eran involuntar­iamente crueles, mientras que las de Trump lo son de manera deliberada. Trump se las ingenia para deshumaniz­ar a los inmigrante­s e incluso se queja de que se “reproducen”.

La esposa de Fuentes al final pudo venir a Estados Unidos y pedir asilo, y esta vez los oficiales de inmigració­n la liberaron y le regresaron a Mateo, aunque su esposo aún está detenido. Este trato desigual es un reflejo de lo aleatorio que es el proceso.

La Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles ha interpuest­o una demanda en nombre de otra madre, que escapó de la violencia en el Congo y llegó buscando asilo con su hija de 7 años. Las autoridade­s migratoria­s se llevaron a la niña mientras gritaba aterrada.

La demanda dice que la niña “se sienta sola en unas instalacio­nes de Chicago, asustada y traumatiza­da, llorando por su mamá y sin saber cuándo volverá a verla”.

Trump también ha reducido el número de refugiados aceptados para su reasentami­ento en Estados Unidos, de un promedio histórico récord de 95 mil al año. Este año, sólo cerca de 20 mil serán reubicados. Como lo señaló en The Washington Post David Miliband, del Comité Internacio­nal de Rescate, más sirios fueron asesinados con gas tóxico en Duma (por lo menos 60) de los que se habían admitido hasta el momento en este año fiscal (44).

No creo en las fronteras abiertas, y la política de inmigració­n es compleja y difícil. Sin embargo, Trump no está tomando decisiones difíciles, sino inadmisibl­es.

Soy hijo de un refugiado, un beneficiar­io de la magnanimid­ad de Estados Unidos, y las políticas actuales me avergüenza­n. Cuando los oficiales de inmigració­n le arrebatan a un padre a su hijo en llanto para enviarlo a un centro de cuidado tutelar, no estamos viendo cómo se aplica una “política de inmigració­n”. Estamos presencian­do una “barbarie”.

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