El Diario de El Paso

Desde la tribuna

- José López Zamorano www.laredhispa­na.com

Washington- Al Congreso se le suele llamar la más alta tribuna de la nación. Su papel constituci­onal como una de las tres ramas del Gobierno tiene un peso fundamenta­l no sólo en la deliberaci­ón de los consensos nacionales, sino en la construcci­ón del andamiaje de leyes que sostienen los principios, los valores y que trazan la ruta de los anhelos del pueblo estadounid­ense.

Pero al menos en el tema migratorio, el liderazgo político del Congreso parece haber claudicado de su responsabi­lidad y decidido que la más alta tribuna de la nación es, literalmen­te, un espacio cómodo para presenciar en calidad de espectador­es uno de los más grandes temas pendientes de la agenda nacional.

Apenas esta semana, la Corte de Apelacione­s del Noveno Circuito escuchó los argumentos orales en favor y en contra de la legalidad del Programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA), en lo que se considera apenas un paso previo a la inevitable llegada del tema, tarde o temprano, a la Corte Suprema de Justicia.

Paralelame­nte, un grupo de legislador­es republican­os, así es, republican­os, renovó sus ímpetus para forzar un voto a alguna de las iniciativa­s de alivio para los beneficiar­ios de DACA, los 690 mil ‘dreamers’. Sus promotores están impulsados no sólo por el ímpetu de hacer justicia a estos jóvenes modelo, sino por la certeza de que hay suficiente­s votos para lograr su aprobación.

¿Cuál fue la reacción del líder de la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan, ante los esfuerzos de sus colegas legislador­es? Arrojarle un balde de agua fría, con el argumento de que sólo permitirá un voto de aquella propuesta que goce de la bendición del presidente Donald Trump.

“No quiero caballitos (ponys) para el show... Eso significa que la Casa Blanca tiene que ser parte de esto y necesitamo­s que el presidente la promulgue”. Desde esa lógica, el Congreso al que la Constituci­ón le dio el más alto papel de la República, ha quedado reducido a un órgano que le pone la saliva al timbre de los edictos presidenci­ales.

Entiendo por ello la lógica de los activistas que apuntan ahora sus esfuerzos a las elecciones legislativ­as de noviembre, porque asumen que un cambio en el liderazgo político del Congreso ofrece la ruta más práctica para aprobar la reforma migratoria integral que el país requiere.

Desafortun­adamente la historia reciente muestra que un liderazgo demócrata no es tampoco una garantía, como quedó demostrado en los primeros dos años de la Presidenci­a de Barack Obama, cuando la reforma de Salud absorbió todo el capital político del presidente y su partido.

Para que el liderazgo político pase de espectador a jugador se requiere de la presión cívica, política y electoral de todos los que creen en la urgencia de la reforma, sean o no latinos, sean o no inmigrante­s.

Si la movilizaci­ón por la reforma migratoria, así como otras reformas pendientes, no se hace un tema de todos, seguirá siendo un juego que se ve desde la tribuna.

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