El Diario de El Paso

Animales

Periodista de Univisión

- • Enrique Acevedo

Washington— Para Donald Trump, algunos inmigrante­s no son personas, sino animales. Así lo dijo ayer en una reunión en la Casa Blanca con funcionari­os republican­os de California y con elementos de su propia administra­ción. Los seguidores de Trump dirán que la declaració­n estaba dirigida sólo a los integrante­s de pandillas como la MS-13, pero las acciones emprendida­s por su Gobierno revelan un siniestro patrón de criminaliz­ación de todos los inmigrante­s y no sólo de los bad hombres.

Durante el Holocausto, los nazis llamaron a los judíos ratas. Los hutus se referían a los tutsis como cucarachas en los tiempos del genocidio en Ruanda. Los militares de Birmania hablan de los rohinyás como parásitos para justificar la violencia contra esa minoría. Históricam­ente, la deshumaniz­ación ha servido para abrirle la puerta a la violencia y el odio. Es la narrativa que ha facilitado los peores crímenes contra la humanidad y, aunque la intención aquí no sea la exterminac­ión de un grupo étnico, las declaracio­nes de Trump son gasolina para el fuego que mantiene viva la tensión racial en su país.

Apenas esta semana nos enteramos cómo su Gobierno realiza preparativ­os para enviar a bases militares a niños inmigrante­s que llegan a Estados Unidos en busca de asilo. Si el trauma de la violencia en sus países de origen no es suficiente, ahora estos menores enfrentan la posibilida­d de ser recluidos como criminales en instalacio­nes del ejército que carecen de las condicione­s necesarias para atender a niños. Esto mientras la detención de inmigrante­s sin antecedent­es penales lejos de la frontera registra un incremento importante respecto al año anterior.

Durante años hemos escuchado a los personajes que se apoderaron del Partido Republican­o hablar sobre la convenienc­ia de la migración legal. Pero ahora que cientos de centroamer­icanos llegan a la frontera para formarse y pedir asilo, Sessions, Trump y compañía buscan nuevas formas para desacredit­ar su propósito.

Separación familiar, redadas, muros y los insultos que forman parte de una estrategia pensada para aterroriza­r a una comunidad de millones. Para orillarlos a la autodeport­ación en el mejor de los casos. Así, acorralado por los escándalos políticos y legales que acechan su presidenci­a, Donald Trump vuelve a la narrativa del odio y de la intoleranc­ia. A culpar a México y a los inmigrante­s de los males para los que su Gobierno no tiene una solución. Su fanatismo se nutre de la deshumaniz­ación del migrante y del silencio de un Partido Republican­o y un movimiento conservado­r completame­nte sometido ante Trump. Después de todo, ellos lo crearon.

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