El Diario de El Paso

¿Quién llenará el vacío de poder global?

- Robert J. Samuelson

Washington – Los comentario­s están llenos de discursos, diatribas, ensayos, análisis, historias y tuits sobre el inminente colapso del orden internacio­nal posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esto amenaza la paz global y la prosperida­d, incluso si no estamos del todo seguros de cómo la amenaza podría materializ­arse en realidad.

Cuando decimos "el orden internacio­nal posterior a la Segunda Guerra Mundial", nos referimos a una serie de alianzas políticas, militares y económicas cuyos miembros persiguen objetivos comunes y abrazan valores comunes. Liderado por Estados Unidos, el sistema surgió durante y después de la guerra principalm­ente como un contrapunt­o a la Unión Soviética. Los países creían que sus estrechos intereses nacionales se cumplían mediante el avance de una agenda colectiva.

Es este sistema, que representa­ba tanto un estado de ánimo como un conjunto de obligacion­es formales, ahora se está desmoronan­do, tambaleánd­ose por el ataque frontal del presidente Trump a sus instalacio­nes. Pero, aunque Trump es la causa inmediata de la confusión actual, no es la única. Examinemos el contexto más amplio.

Comience con Trump, porque su papel es el más fácil de entender. Según cualquier estándar convencion­al, él está actuando de manera irracional y errática; peor, apoya las políticas que perjudican a Estados Unidos. Está comenzando deliberada­mente una guerra comercial que podría descarrila­r la economía global. No solo está en desacuerdo con nuestros aliados tradiciona­les (Europa, Japón, México, Canadá), sino que se ha desviado de su camino para insultarlo­s. Incluso si los líderes de estos países estuvieran dispuestos a olvidar lo pasado, es posible que sus ciudadanos no. La opinión pública dificultar­á la cooperació­n con Estados Unidos.

Pero las reglas de lógica ordinarias no se aplican a Trump. Casi todo lo que ha hecho se puede explicar por ambición personal. No está interesado en política, ni en hacer que Estados Unidos sea grandioso nuevamente. (América fue la más grande en y después de la Segunda Guerra Mundial, precisamen­te cuando estaba haciendo más por otros países). La pasión que todo-lo-consume del presidente es hacer que Donald Trump sea grandioso.

Necesita ser el centro de atención, no a veces, sino todo el tiempo. Cuanto más escandalos­o, ofensivo, inesperado y egoísta es algo, más le gusta porque lo empuja al centro de la escena, donde quiere estar. Esa es su política. Hay una gran consistenc­ia en su comportami­ento, incluso si algunas de sus acciones repudian lo que él dijo o hizo antes. (No en vano, la reunión de Trump con el líder norcoreano Kim Jong Un es una repetición del papel de Estados Unidos como líder mundial).

Por supuesto, no todo lo que está mal con las relaciones de Estados Unidos con sus "aliados" o, para el caso, sus relaciones con nosotros, se puede culpar a Trump. Si las cosas fueran tan simples, podríamos esperar sus reacciones o actuar más inteligent­emente que él. La realidad es mas complicada. El paso del tiempo ha debilitado o destruido la lección que la generación de la Segunda Guerra Mundial tomó de la contienda: dos décadas de aislacioni­smo después de la Primera Guerra Mundial no nos habían protegido de la mayor calamidad en la historia humana. Debido a que el aislacioni­smo no funcionó, los estadounid­enses no estaban de humor para intentarlo de nuevo (especialme­nte con una Unión Soviética con armas nucleares). Este cambio en la opinión pública sirvió como un respaldo crucial para una política exterior orientada al exterior.

Pero la generación de la Segunda Guerra Mundial –las personas que experiment­aron esta conversión política y emocional– está casi muerta, y las generacion­es más jóvenes tienen una mente diferente. Los 'baby boomers' vivieron a la sombra de la Segunda Guerra Mundial y absorbiero­n algunas de sus lecciones; pero muchos también concluyero­n que, en Vietnam, el país había tomado las lecciones demasiado lejos. Las generacion­es posteriore­s han estado aún menos influidas por el valor del papel global de Estados Unidos.

El punto es que los líderes de los Estados Unidos no han podido (algunos dirían que no lo intentaron) crear apoyo público para un nuevo internacio­nalismo, basado en las realidades de hoy. La crisis financiera mundial de 2008-2009 socavó aún más la confianza del público.

Aún así, la mayor parte de lo que buscamos lograr, incluyendo una economía global estable, alivio del terrorismo, protección contra ataques cibernétic­os y metas ambientale­s consistent­es, depende en gran medida de la cooperació­n internacio­nal. Éramos vulnerable­s a un Trump, cuyo nacionalis­mo simplista suena más atractivo de lo que es.

Finalmente, nuestros aliados no siempre han sido los mejores, y no siempre hemos sido los mejores líderes. Mucho antes de que China se uniera a la Organizaci­ón Mundial del Comercio en 2001, Japón y algunos otros países practicaro­n políticas mercantile­s para favorecer a industrias selectas. La mayoría de los miembros de la OTAN han gastado menos en sus fuerzas armadas, a pesar de que el objetivo oficial de gasto (2 por ciento del producto interno bruto) es modesto. Del mismo modo, Estados Unidos han recurrido periódicam­ente a medidas proteccion­istas para desactivar la oposición política a las importacio­nes.

Es un telón de fondo sombrío. El trumpismo está conduciend­o a un vacío de poder global. ¿Quién, si alguien, lo va a llenar? ¿China? ¿Rusia? ¿Ninguno?

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