Berrinches de Trump desatan guerra comercial
Por un lado, el ataque de Trump a nuestros socios comerciales extranjeros se asemeja a su ataque a los inmigrantes: en ambos casos, el ataque se enmarca como una respuesta a la maldad que solo existe en su imaginación.
No, no hay una ola de delitos violentos cometidos por los inmigrantes, ni la pandilla MS-13 está tomando el control de los pueblos estadounidenses; no, la Unión Europea no impone aranceles “horribles” a los productos estadounidenses (el arancel promedio es de solo tres por ciento).
Sin embargo, por el otro lado, la crisis comercial es muy distinta de la crisis humanitaria en la frontera. Los niños arrebatados de sus padres y colocados en jaulas no pueden tomar represalias. Los gobiernos extranjeros molestos, muchos de ellos aliados estadounidenses que se sienten traicionados, pueden y lo harán.
No obstante, todo parece indicar que Trump y sus asesores todavía no lo entienden; siguen ignorando despreocupadamente en lo que se están metiendo.
En marzo, mientras Estados Unidos imponía aranceles a las importaciones de acero y aluminio —y sí, justificando sus acciones contra Canadá (!) con argumentos de seguridad nacional—, a Peter Navarro, el zar del comercio de la Casa Blanca, se le preguntó por las posibles represalias. “No creo que ningún país actúe en represalia”, declaró, basando su afirmación en la supuesta ventaja que tiene Estados Unidos porque importa más de lo que exporta.
El domingo, Canadá —un país con el que, por cierto, intercambiamos casi la misma cantidad de exportaciones e importaciones— anunció que aplicará aranceles en represalia a un total de 12 mil 600 millones de dólares en productos estadounidenses.
La Unión Europea y China también anunciaron aranceles en represalia. México, con su nuevo presidente electo de izquierda, es muy poco probable que sea complaciente. De igual modo, la Unión Europea ha advertido que hará mucho más si Trump sigue adelante con su amenaza de imponer aranceles a los automóviles europeos, ya que en ese caso podría imponer aranceles en represalia a casi 300 mil millones de dólares en exportaciones estadounidenses.
Es importante entender que este no es el “estira y afloja” habitual de las controversias comerciales.
Las reglas del libre comercio, establecidas bajo el liderazgo estadounidense en la década de 1940 y respaldados por la Organización Mundial del Comercio (OMC), sí permiten algo de flexibilidad. Por ejemplo, a los países se les permite imponer aranceles temporales cuando hay aumentos repentinos en las importaciones, como el arancel que Barack Obama aplicó a los neumáticos chinos en 2009.
Sin embargo, tanto la escala como la motivación de los aranceles de Trump —su raciocinio a todas luces fraudulento de la seguridad nacional— son nuevas. Equivalen a rechazar las reglas del juego que creamos; la UE, en su advertencia, dice sin rodeos que las acciones de Estados Unidos “ignoran el derecho internacional”. Como era de esperarse, Axios informa que el gobierno de Trump ha redactado una legislación que en efecto nos sacaría de la OMC.
Estados Unidos ahora se comporta de maneras que podrían llevar muy fácilmente al colapso de todo el sistema de comercio y a una reducción drástica y perturbadora del comercio internacional.
A pesar de ello, Trump parece creer que todo el mundo se doblegará ante el poderío económico de Estados Unidos y su destreza para hacer acuerdos. “Los países nos llaman a diario, para decir: ‘Hagamos un acuerdo comercial”, declaró a Fox News.
Claro, también declaró que el director de U.S. Steel le llamó para decirle que la empresa iba a abrir seis nuevas plantas, cosa que no está haciendo, y parece ser que la conversación nunca ocurrió.
Así que nos dirigimos a una guerra comercial y es difícil ver hasta dónde escalará. Después de todo, los gobiernos extranjeros no pueden darle a Trump lo que quiere porque quiere que dejen de hacer cosas que en realidad no están haciendo.
¿Cómo afectará todo esto a la economía estadounidense? Los exportadores saldrán dañados, claro está, y las exportaciones sustentan unos diez millones de empleos. Algunas industrias que compiten con las importaciones podrían acabar agregando empleos. No obstante, no serán los mismos empleos, en los mismos lugares: una guerra comercial ocasionaría un importante desplazamiento de trabajadores.
Lo que es particularmente sorprendente en este momento es que hasta las industrias que Trump afirma querer ayudar se pronuncian en contra de sus políticas, exhortándolo a dar marcha atrás. General Motors advierte que los aranceles propuestos a los automóviles conducirán a una “menor inversión, menos empleos y salarios más bajos” para sus empleados. La Asociación de Fabricantes de Motores y Equipos de Estados Unidos ha urgido al gobierno a renunciar a sus aranceles, declarando que las “acciones unilaterales contraproducentes erosionarán los empleos y el crecimiento de Estados Unidos”, además de no contribuir en nada a proteger la seguridad nacional.
¿Qué entienden estas industrias que Trump y sus compinches no pueden comprender? Que la economía internacional no es un juego en el que aquel que tenga superávits comerciales gana y que alterar las cadenas de suministro mundiales puede dañar casi a cualquiera.
Pero, como dije, no parecen estar entendiendo nada de esto. Al ver las represalias extranjeras, las protestas de la industria y las noticias sobre los empleos que se pierden debido a sus aranceles, otro gobierno podría considerar la posibilidad de estar tomando el camino equivocado. ¿Esta administración? Nunca.
Si sirve de algo, no me parece que la mayoría de los negocios ni la mayoría de los inversionistas en los mercados financieros estén tomando la amenaza de la guerra comercial muy en serio. Están actuando como si esta fuera una fase pasajera, como si los adultos fueran a intervenir y detener esta espiral descendente antes de que llegue demasiado lejos.
No obstante, no hay ningún adulto en este gobierno. Básicamente dejan que los berrinches dicten sus políticas. Parece muy posible que haya una guerra comercial en estado avanzado; de hecho, puede que ya haya comenzado.