El Diario de El Paso

México gritó el 1 de julio

- • José López Zamorano

México celebró el primero de julio una jornada democrátic­a donde votó alrededor del 63% de los 89 millones de mexicanos elegibles para votar. En muchos sentidos fue una fiesta cívica adornada por signos evidentes de civilidad y madurez política: Los perdedores aceptaron su derrota en tiempo record y el ganador, Andrés Manuel López Obrador, extendió un ramo de olivo en aras de la reconcilia­ción nacional.

Fue sin duda un proceso ejemplar de participac­ión cívica que debería inspirar a todas las generacion­es de votantes mexicanos, especialme­nte los jóvenes, a reconocer que el voto efectivame­nte cuenta y que al depositar el sufragio estamos poniendo nuestro grano de arena para definir el futuro de país que queremos. La democracia no se agota en el voto, pero sin éste es imposible darle legitimida­d y dirección.

Sin embargo, también quedaron expuestas grandes manchas que empañaron el proceso electoral, como los asesinatos de casi medio centenar de candidatos y las amenazas que obligaron a otros a dejar la contienda. Si el fin de la impunidad es una de las metas del próximo gobierno, esta es una zona de preocupaci­ón que merece atención. Es una dramática paradoja que una de las elecciones más concurrida­s en la historia de México, haya sido también una de las más violentas.

Los mexicanos en el exterior también se sumaron a la fiesta democrátic­a. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional Electoral (INE) un total de 98,854 mexicanos que residen en 106 países en el extranjero votaron desde sus lugares de residencia. Aunque se trata de una cifra record, que rebasa con creces los experiment­os de voto golondrino en elecciones presidenci­ales previas, es una proporción anémica si asumimos que más de 12 millones de mexicanos viven fuera de su país, la mayoría en Estados Unidos.

Es decir que menos del 1% de los mexicanos en el extranjero completaro­n el maratónico proceso que incluía solicitar la credencial del voto a través de la red consular mexicana, obtener por paquetería las boletas electorale­s y devolverla­s por la misma vía a México. Acaso la evidencia de que apenas un porcentaje magro de exiliados completó el proceso, haga repensar en métodos alternativ­os o complement­arios.

Por ejemplo quienes cuenten con credencial­es de voto válidas, podrían tener la opción de votar por correo o en personas a través de la extensa red de consulados de México en Estados Unidos, un país donde se concentran alrededor de 8 cada diez votantes mexicanos en el exterior.

Se dice que muchos hispanos no votamos, ni en nuestros países de origen, ni en nuestros países adoptivos, porque venimos de países donde no siempre se respeta la santidad del sufragio.

Eso parece ser cosa del pasado en el caso de México y debe ser un aliciente para que todos los mexicanos y aquellos con doble nacionalid­ad voten para ayudar a definir el destino de sus vidas sea en México o en el extranjero. Si el voto es nuestra voz, México gritó el primero de julio.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States