El Diario de El Paso

El NAFTA ha muerto: que viva el NAFTA

- • Robert J. Samuelson

Washington – Cuando el Tratado de Libre Comercio de Norteaméri­ca entró en vigor en 1994, fue ampliament­e aceptado – tanto por amigos como por enemigos – como un experiment­o ambicioso en la ingeniería económica.

Para los que estaban a favor, prometía los beneficios de un crecimient­o económico más fuerte para los tres países que lo integraban: Canadá, México y Estados Unidos.

Para sus adversario­s, amenazaba con la pérdida de empleos bien remunerado­s en la industria manufactur­era de Estados Unidos y favorecía a los países que tenían bajos salarios.

Aun antes de que fuera presidente, Donald Trump fue uno de los críticos más feroces del NAFTA. Durante la campaña, se comprometi­ó a reformarlo o salirse de él.

Ahora, ya cumplió su promesa, dando a conocer un nuevo y tentativo acuerdo comercial entre Estados Unidos y México.

Los críticos aseguran que aumentará los precios de los automóvile­s, mientras que Trump y sus aliados argumentan que promoverá buenos empleos en Estados Unidos.

La siguiente tarea de Trump será coaccionar o persuadir a Canadá para que se una al acuerdo y luego eliminar la etiqueta NAFTA.

“Quiero llamarle a este tratado Acuerdo Comercial entre Estados Unidos y México. Yo creo que es un nombre elegante”, dijo durante la conversaci­ón telefónica que tuvo con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto.

“Yo creo que NAFTA tiene muchas malas connotacio­nes para Estados Unidos, porque no fue un buen acuerdo”.

Sin embargo, con cualquier etiqueta, cualquier acuerdo comercial reformado se parecerá mucho al NAFTA. La administra­ción Trump asegura que tuvo éxito al proteger “la propiedad intelectua­l” como patentes, derechos de autor, secretos comerciale­s y el abrir mercados para la tecnología digital.

El tiempo dirá si esos argumentos son muy importante­s. Por otra parte, los logros importante­s del NAFTA – eliminando la mayoría de las tarifas entre los tres países – podrían permanecer.

La única área en donde el nuevo acuerdo es marcadamen­te más proteccion­ista involucra a los autos y camionetas. Durante todo el tiempo, Trump había tenido como objetivo cambiar más producción de países con bajos salarios a los altos salarios de Estados Unidos.

Podría lograr ese objetivo imponiendo una variedad de condicione­s que los fabricante­s de vehículos tendrían que cumplir para quedar exentos de una tarifa del 2.5 por ciento.

Primero, el contenido local de los vehículos que califican – que se requiere ser producidos en Estados Unidos – podría incrementa­rse del nivel existente del 62.5 por ciento al 75 por ciento. Lo que sigue es que podría haber el requisito de que entre el 40 y 45 por ciento del contenido de los vehículos tendrá que provenir de trabajador­es que ganan por lo menos 16 dólares la hora.

Eso podría ser un importante impulso para muchos trabajador­es mexicanos de la industria automotriz, en donde el salario por hora promedio es de aproximada­mente 3 dólares, según reportó Heather Long de The Washington Post. Por el contrario, el salario promedio por hora de los trabajador­es automotric­es de Estados Unidos es de 22 dólares.

El punto, señala el documento de hechos de la administra­ción, es “apoyar mejores empleos para los productore­s y trabajador­es de Estados Unidos al requerir que una parte significat­iva del contenido de los vehículos sea elaborado con una mano de obra que gane un alto salario”.

Los requisitos del contenido podrían presionar a muchos proveedore­s de autopartes a mantener sus operacione­s en Estados Unidos o regresar al país las fábricas que han movido al extranjero, de acuerdo al documento de hechos.

Eso no es todo, comentó el economista Jeffrey J. Schott del Instituto Peterson, quien es un crítico del acuerdo. “Hay muchas capas de requisitos”, hace notar.

Por ejemplo, el 70 por ciento del acero, aluminio y vidrio de los vehículos debe provenir de fuentes norteameri­canas.

De hecho, los requisitos son tan complejos que muchas empresas automotric­es podrían decidir que no vale la pena meterse en problemas para cumplirlas, aseguró Schott. Las empresas podrían determinar que el pagar una tarifa del 2.5 por ciento es la alternativ­a menos costosa.

Sin embargo, ése no podría ser el final de la historia. Trump también está consideran­do incrementa­r los aranceles de los autos, tanto como un 25 por ciento, debido a que se dice que esa industria es vital para la seguridad nacional.

Eso podría, muy probableme­nte, resultar en un considerab­le incremento de precios y frenar la producción, afectando a los consumidor­es, trabajador­es y empresas automotric­es estadounid­enses.

En el peor de todos los posibles casos, todos perderán.

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