Trump sataniza a los migrantes actuales
Chicago– Estamos cerca de concluir un largo y horroroso año en el que los latinos han enfrentado diariamente la satanización y han sido considerados como una amenaza para los estadounidenses.
Hemos visto horripilantes imágenes en la frontera de mujeres y niños de México, Centro y Sudamérica en una jaula como animales y hemos soportado la humillación pública y la violencia de personas envalentonadas por el rencor que siente el presidente Trump hacia virtualmente cualquier persona que no sea anglosajona y varón.
La semana pasada, el presidente dio a conocer una proclamación durante el Día de Acción de Gracias valorando a los primeros pobladores que arribaron a tierra americana para “establecer su casa en el Nuevo Mundo”, después de enfrentar “la enfermedad, condiciones difíciles y la incertidumbre, pero confiaron en Dios para tener un futuro más brillante”.
Justo días después, vimos a oficiales de la Patrulla Fronteriza estadounidense disparándoles balas de goma a familias que se encontraban en la frontera y que intentaban ejercer su derecho legal de solicitar asilo.
Sólo un ciego podría ignorar las similitudes que existen entre esos peregrinos anglosajones y anglicanos del pasado y los migrantes de piel oscura llenos de polvo, que actualmente vienen en caravana desde Honduras y otros países centroamericanos a la frontera con Estados Unidos, habiéndoles dicho a los reporteros a lo largo del camino que esperan que Trump “nos pueda abrir las puertas”.
Y aquí estamos nuevamente, viendo fotografías de lo que con certeza se ve como una violación a los derechos humanos internacionales: agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos rociándoles botes de armas químicas hacia la multitud que estaba en el lado mexicano de la frontera que compartimos con Tijuana, mientras las madres, que sentían ahogarse con el gas lacrimógeno les cubrían el rostro a sus bebés e hijos que aún usan pañales.
Eso es demasiado como para intentar “tratar a todos con caridad y respeto mutuo, difundiendo el espíritu del Día de Acción de Gracias por todo nuestro país y el mundo”.
Es doloroso ver que estén ocurriendo esos eventos, aunque siempre existe la esperanza de que ese horripilante panorama impacte a las personas para que muestren una onza de piedad por los demás seres humanos que están en apuros y que han puesto su fe en la capacidad de Trump para sentir compasión.
¿Es inadecuada esa esperanza?
Aunque la imagen que se hizo viral a nivel mundial del cadáver de Alan Kurdi, un migrante sirio de 3 años, en una playa turca en el 2015 no impidió la muerte de miles de refugiados sirios ni de que más países europeos cerraran sus fronteras.
Así que, ¿qué esperanza pueden tener los centroamericanos? Por lo menos un poco.
Para nosotros, la enorme población de hispanos que hay en Estados Unidos, los migrantes que vemos en la televisión y en fotografías no provocan miedo ni son gente extraña –se ven, actúan y suenan como si fueran nuestras familias, amigos y vecinos.
Además, los migrantes del sur de la frontera han demostrado desde hace mucho que han podido ingresar a Estados Unidos, y no sólo consiguen progresar, sino que han contribuido enormemente tanto a la economía como a nuestra cultura y simultáneamente han asimilado totalmente –verse a sí mismos como totalmente “americanos” –mientras muestran un profundo orgullo por sus tradiciones.
Algo mejor que eso, sin embargo, es saber que nosotros, como espectadores impotentes, tenemos cierto poder para influenciar en lo que le sucede a esos peregrinos de la era moderna que están en nuestra frontera sur.
“Pensemos de nuevo en la política de cero tolerancia que el presidente aplicó a principios de este año, hubo un momento de inflexión durante el verano, cuando él se dio cuenta claramente de que se había excedido”, comentó Ali Noorani, director general del Foro Nacional de Inmigración, una organización de activistas no partidista.
“Ese punto de inflexión ocurrió cuando las instituciones locales empezaron a presionar a sus representantes electos para que tomaran alguna acción”.
Noorani me comentó que la manera más efectiva de aliviar la crisis de migración podría ser que Estados Unidos ayude a que los países centroamericanos puedan recuperarse económicamente y para que podamos recalibrar nuestra relación con México.
Aunque señaló que lo mejor es que las personas hablen.
“Todos los días, los estadounidenses tienen que ponerse de pie y decir, “yo soy un líder en mi comunidad y creo que esto está mal”. Tienen que presionar a sus dirigentes institucionales –acudir a sus pastores, jefes de la policía y directores de escuela y pedir que hablen con los legisladores”, dijo Noorani.
“Es importante expresar su inconformidad en línea y compartir esas imágenes. Sin embargo, lo que va a acaparar la atención de la administración de una manera diferente es que nuestras instituciones cívicas nos ayuden a hablar con mandatarios del gobierno y decir “Esto no nos representa ni es lo que somos”.
Existen muchas organizaciones a las que uno puede hacer donaciones para ayudar a los migrantes que se encuentran en Tijuana. Sin embargo, contactar a alguien que tenga alguna influencia con personas de Washington puede cambiar las cosas en la dirección correcta.
Contacte a los líderes de su comunidad y hágales saber que el lanzarles gas lacrimógeno a las mujeres y niños es inaceptable. Eso tendrá más impacto que sólo sentirse incapaz y triste frente a la televisión o en las redes sociales.