ESCAPADA AL FUTURO
Vengo del futuro para decirles que allá los refrigeradores tienen pantallas táctiles, los televisores responden a comandos de voz y los autos son el vehículos eléctrico de Nissan, el Leaf.
No es que haya usado una máquina para viajar en el tiempo, sino que decidí pasar un día entero en la Nissan Intelligent House, una casa acondicionada con electrodomésticos conectados a internet, asistentes inteligentes y cargadores para autos eléctricos.
Llegué el jueves desde temprano. La casa está ubicada al poniente de la Ciudad, en un fraccionamiento alejado del ajetreo del tránsito.
Tan pronto crucé la puerta, me encontré con un pequeño lobby y la cocina. Por allá, una aspiradora robotizada recorría el pasillo de forma autónoma; en otro rincón, el refrigerador mostraba la comida almacenada mediante una inmensa pantalla; más allá, un chef preparaba helado con nitrógeno.
Fui invitado a conocer uno de los atractivos de la casa de Nissan: un spa del futuro.
Ahí, la iluminación y la música se controlan con comandos de voz, a través de la bocina inteligente Google Home.
Me fue colocado un antifaz de fototerapia que integraba pequeños foquitos rojos; de acuerdo con el equipo de Nissan, este tipo de terapia mejora el flujo sanguíneo.
Cerré los ojos y me relajé. Cuando sentí que llevaba media hora, me quité el antifaz.
No habían pasado ni 10 minutos. Hubiera querido quedarme a tomar toda una siesta, pero seguí con mi recorrido por la casa.
Cuando comenzó a darme hambre, decidí ir a comer fuera.
En la cochera, dos Nissan Leaf permanecían estacionados frente a sus respectivos cargadores.
Subí a uno de los ellos y presioné el botón de encendido.
Sí, me quedé esperando el sonido del motor hasta que recordé que estaba sobre un vehículo eléctrico.
De hecho, para prevenir accidentes, el auto emite una sutil alarma cuando se activa la reversa, lo que advierte a peatones y a otros conductores que está en movimiento.
Tomé camino hacia una cafetería. Apenas salí a la avenida principal, presioné un botón en la consola para activar el sistema e-Pedal, que reduce la velocidad del auto conforme se levanta el pie del acelerador.
A lo largo del recorrido de 10 kilómetros, casi no tuve la necesidad de tocar el pedal del freno.
Y digo casi porque en las pendientes de bajada, el frenado automático del e-Pedal no entra de forma inmediata.
Para cuando volví a casa había pasado de 72 a 65 por ciento de la capacidad de la batería.
De acuerdo con la computadora de viaje, serían necesarias 5 horas y media para recarga la pila al 100 por ciento, lo que permite contar con autonomía de 240 kilómetros.
Decidí dejar conectado el vehículo. Y es que aquí, en el futuro, ya no es necesario ir hasta la gasolinería, basta con dejar cargando el auto en la tarde o noche. Casi casi como si fuera tu smartphone.