La epidemia de desesperanza en Estados Unidos
Las estadísticas sobre la esperanza de vida son un significativo barómetro respecto a la salud de la sociedad. Son un indicador –una señal– de la manera en que la población está sorteando todo tipo de dificultades, desde las guerras, enfermedades y desastres, tanto naturales como provocadas por el hombre.
Durante décadas, la esperanza de vida en Estados Unidos había estado subiendo, al igual como en otras naciones desarrolladas, lo cual era una señal positiva. Sin embargo, las estadísticas más recientes de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, CDC por sus siglas en inglés, son alarmantes. La esperanza de vida en general en Estados Unidos cayó por segunda ocasión en tres años durante el 2017, provocada mayormente por una oleada de sobredosis de drogas y el suicidio.
La información cambia, aunque parece algo pequeño es inusual, se trata de un descenso sostenido de la esperanza de vida al momento de nacer que no se había visto en Estados Unidos desde los años de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de influenza ocurrida en 1918. Robert Anderson, jefe de estadísticas de mortalidad del CDC, observó correctamente: “La idea de que una nación desarrollada y acaudalada como la nuestra esté experimentando un descenso en la esperanza de vida no parece correcto”. “Algo está mal, y no es un misterio.
Estados Unidos está en medio de una crisis de sobredosis de drogas, mientras que el índice de suicidios está aumentando –son tragedias gemelas que, como lo dijo el director del CDC, Robert Redfield, debería ser “una llamada de alerta de que estamos perdiendo muchos estadounidenses, demasiado pronto y muy seguido, ante condiciones que son prevenibles”.
En el 2017, el índice de muertes por sobredosis de drogas en Estados Unidos era un 9.6 por ciento más alto que en el 2016. Hubo 70 mil 237 decesos por esa causa, o sea 21.7 por cada 100 mil personas, comparado con 6.1 registrado en 1999. Es especialmente preocupante que la oleada de muertes por sobredosis de drogas aumentó en un 16 por ciento del 2014 al 2017.
Las muertes están siendo provocadas por opioides sintéticos, primordialmente el fentanilo que se vende en las calles, usualmente combinado con heroína y cocaína, con o sin el conocimiento de los usuarios. El fentanilo es un opioide sintético utilizado para aliviar el dolor y es 50 a 100 veces más potente que la morfina, y tiene usos legítimos en la Medicina, sin embargo, la mayoría de las sobredosis y muertes provienen de la manufactura ilegal del fentanilo, que es vendido por sus efectos parecidos a la heroína.
Las muertes por sobredosis de opioides sintéticos además de la metadona, se dispararon en un 71 por ciento anual, del 2013 al 2017, según reporta el CDC. Unas ligeras buenas noticias fueron confirmadas en la nueva información: la crisis de la prescripción de opioides parece estar respondiendo a los intentos que se están haciendo para mantenerla bajo control, el número de ese tipo de muertes no aumentó del 2016 al 2017.
El presidente Trump y el Congreso han expresado su determinación para solucionar la crisis de los opioides, catalogándola como una emergencia nacional. Sin embargo, el panorama descrito en el reporte anual del CDC es el de una nación que no le está haciendo frente directamente a ese flagelo. Se tienen que hacer mayores esfuerzos rápido para impedir que los usuarios tengan acceso a las drogas, eso puede revertir las sobredosis y salvar vidas, además de proporcionarle tratamiento a aquellas personas que lo necesitan.
La nueva información también muestra que los índices de suicidio en los condados rurales de Estados Unidos son actualmente casi el doble respecto a la mayoría de los condados urbanos. Absolutamente, no existe ninguna excusa para que esos oscuros lugares de muerte y desesperanza existan en una nación tan desarrollada y pudiente como Estados Unidos.