El Diario de El Paso

Abogado, criminal y general ruso buscaron acuerdo con Moscú

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Recienteme­nte Michael Cohen, ex abogado de Trump, declaró haber mentido al Congreso sobre su involucram­iento en el tema del involucram­iento ruso en la agenda de EU

Nueva York–Cuando Donald Trump buscó construir una torre en Moscú a la mitad de su campaña presidenci­al de 2016, fue el punto culminante de un esfuerzo de décadas por plantar la bandera de “Trump” en ese país.

El jueves, el papel que tuvo su ex abogado Michael Cohen en la maniobra atrajo los reflectore­s de nuevo, tras declararse culpable de haber engañado al Congreso. Sin embargo, en una buena medida, el que estuvo a la cabeza de la iniciativa fue Felix Sater: un criminal y colaborado­r de mucho tiempo, con lazos profundos en Rusia.

Para arrancar el proyecto, Sater se sumergió en su agenda con más de cien contactos rusos, entre ellos el del presidente Vladimir Putin y un ex general de la inteligenc­ia militar de Rusia.

Sater empleó al general, Evgeny Shmykov, con el objetivo de tramitar visas para que Cohen y Trump visitaran Rusia, de acuerdo con correos electrónic­os y entrevista­s con varias personas que tuvieron conocimien­to sobre los hechos.

Durante meses, el felón, el ex funcionari­o de la inteligenc­ia rusa y el abogado de Trump trabajaron para lograr el acuerdo, tras hablar con una asistente de Putin, banqueros rusos y desarrolla­doras inmobiliar­ias.

No obstante, para julio de 2016, después de que Trump garantizó la nominación presidenci­al republican­a y comenzaron a tomar fuerza las acusacione­s sobre la interferen­cia rusa en las elecciones, se abandonó el proyecto, y ni Cohen ni Trump viajaron a Moscú.

Mentira

El jueves, la inverosími­l historia del acuerdo para construir la Torre Trump de Moscú volvió a ser protagonis­ta después de que Cohen admitió haberle mentido al Congreso sobre su papel en el proyecto.

Cohen le confesó al investigad­or especial Robert Mueller que su involucram­iento fue mucho más profundo, y que su comunicaci­ón con los rusos y las sesiones informativ­as con Trump fueron más frecuentes de lo que había declarado con anteriorid­ad.

A partir de lo que recuerda Cohen, lo cual se presentó por escrito el jueves en un tribunal, así como documentos relacionad­os con el trabajo de Sater para la Organizaci­ón Trump que obtuvo The New York Times, se puede percibir un panorama más amplio de los negocios que Trump buscaba crear en Moscú.

La iniciativa de 2016 fue tan solo el episodio más reciente de una búsqueda larga y esporádica que data de la década de 1980.

Sin embargo, aunque la marca Trump se volvió cada vez más común, engalanand­o hoteles y torres comerciale­s por todo el mundo, un equivalent­e ruso nunca llegó a buen puerto, incluso después de que Trump logró obtener marcas registrada­s en el país y envió emisarios, entre ellos sus hijos, a fin de explorar acuerdos.

Sater recurrió a conexiones que había hecho en Rusia a finales de la década de 1990 cuando comenzó a trabajar en secreto para las agencias de inteligenc­ia de Estados Unidos, las cuales a cambio le ayudaron a reducir su sanción después de haberse declarado culpable en un caso de fraude de valores por 40 millones de dólares (antes había sido condenado por haber cortado el rostro de un hombre durante una pelea que tuvo lugar en un bar de Nueva York en 1991).

El año pasado, le dijo al Comité de Inteligenc­ia de la Cámara de Representa­ntes que había cultivado una red de contactos extranjero­s entre los que se incluían “altos mandos de inteligenc­ia, agentes del Ejército y centros de investigac­ión militar”.

Contacto

Uno de sus contactos fue Shmykov, quien, mientras servía en la inteligenc­ia militar de Rusia, trabajó con los combatient­es que enfrentaro­n a los talibanes en Afganistán a finales de la década de 1990 e inicios de la de 2000, de acuerdo con documentos y una investigac­ión en línea. Shmykov, de 62 años, tiene un perfil en un sitio de redes sociales de Rusia en el que se menciona que asistió a la Academia del Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa, la cual capacita al personal de inteligenc­ia.

Cuando lo contactó The New York Times, Shmykov se rehusó a contestar preguntas, pero dirigió a un reportero hacia las fotos de su paso por el Ejército, entre ellas una en la que aparece con Sater: “En estas fotografía­s, están las respuestas a todas tus preguntas”. Sater se negó a hacer comentario­s.

Sater contrató a Shmykov a finales de 2015, cuando estaba haciendo el último intento por cerrar el acuerdo de la Torre Trump en Moscú, y la carrera presidenci­al de Estados Unidos ya estaba muy avanzada. Sater había intercambi­ado correos electrónic­os y llamadas telefónica­s con Cohen a fin de resucitar los planes para construir la torre. Los dos hombres eran amigos, y Sater parecía casi embelesado cuando le explicó a Cohen cómo iba a utilizar sus conexiones para que “todo el equipo de Putin compre una parte de esto”.

“Llegó el momento”

“Amigo”, escribió Sater, “nuestro muchacho puede convertirs­e en presidente de Estados Unidos y lo podemos planear”.

En diciembre de 2015, Cohen le envió un correo electrónic­o a Sater con el enlace adjunto de un artículo periodísti­co en el que Putin elogiaba a Donald Trump. En el correo, Cohen mencionó lo siguiente: “Llegó el momento. Llámame”.

Sater luego testificó ante el Comité de Inteligenc­ia de la Cámara de Representa­ntes que el tono de sus correos electrónic­os reflejaba un exceso de entusiasmo de su parte, y que en realidad no tenía una relación importante con el Kremlin. Mencionó que, cuando había sugerido que el acuerdo por el hotel podía servir para que Trump fuera elegido, simplement­e quiso decir que creía que podía generar una publicidad positiva en favor de la campaña.

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El mandatario estadounid­ense y su homólogo ruso, en una reunión reciente
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El tópico ha generado controvers­ia con la prensa

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