‘Pega’ a Trump su obsesión por muro
Promesa que le ayudó a despegar en campaña ahora juega en su contra
Washington— Antes de que se convirtiera en el tema principal del drama que se vive por el cierre gubernamental, y que ahora amenaza con consumir su Presidencia en un momento crítico, la promesa del presidente Donald Trump de construir un muro en la frontera Suroeste del país, era un truco de memoria para un candidato indisciplinado.
Mientras Trump comenzaba a explorar una campaña presidencial en el 2014, sus asesores políticos arribaron a la idea de un muro fronterizo a manera de una especie de estrategia mnemónica, una forma de asegurarse de que su candidato –quien odiaba tener que leer de un libreto pero que le encantaba alardear sobre sí mismo y sobre sus talentos como constructor– recordara hablar sobre tomar medidas severas contra la inmigración, tema que sería central en su emergente campaña.
“¿Cómo se le puede hacer para que continúe hablando sobre la inmigración?” recordaba Sam Nunberg, uno de los primeros asesores políticos de Trump mientras hablaba con Roger J. Stone Jr., otro asesor. “Lo vamos a hacer que hable sobre construir un muro”.
Washington— Y así fue que Trump habló, y la mención del muro desataba el ruidoso vitoreo de las audiencias conservadoras, emocionando al candidato para pronto convertirse en un lema de campaña en sus discursos. Los cánticos de “¡Construyamos el muro!” eran coreados en todas las arenas del país.
Ahora, la obsesión de Trump con un muro fronterizo –la encarnación material de su agenda migratoria que consiste en mantener a todos los inmigrantes fuera del país– ha chocado contra el otro muro de las nuevas realidades de un Gobierno dividido, enfrentando al presidente contra los demócratas, quienes rechazan la idea por completo. Tal estancamiento es particularmente notable, dado que incluso algunos de los más duros conservadores en torno al tema de la inmigración no consideran que el muro sea la más importante prioridad y temen que la preocupación de Trump con ello lo obligue a concretar un acuerdo que intercambiará una medida relativamente inefectiva por concesiones de mayor calibre en torno a la inmigración.
“Siempre pensé que esto crearía un peligro de que él estaría dispuesto a intercambiar lo que fuera con el fin de conseguir construir el muro –creo que eso aún es un peligro en potencia”, dijo Mark Krikorian, director ejecutivo del Centro para los Estudios en Inmigración. “Aún me preocupa eso incluso ahora”, afirmó.
Ese temor ha sido tomado en cuenta a veces, cuando Trump ha explorado la posibilidad de concretar un acuerdo con los demócratas ofreciendo otorgarles el estatus legal permanente a los inmigrantes que fueron traídos a Estados Unidos de manera ilegal cuando aún eran menores, conocidos como “dreamers”. El presidente siempre ha renunciado a las discusiones en el último minuto antes de prometer preservar el programa de Acción Deferida para Inmigrantes que Arribaron al País Durante su Infancia, conocido como DACA, pero el viernes, FAIR, un grupo antiinmigración le volvió a advertir que eso sería un error.
Para muchos activistas conservadores que han presionado por décadas a que se implementen agudas reducciones en la inmigración, tanto ilegal como legal –y algunos de los legisladores republicanos que fungen como sus aliados– un muro en la frontera con México es apenas relevante, no pasa de ser una nota de pie de página a una larga lista de cambios políticos que según ellos creen son necesarios para arreglar un sistema que se encuentra descompuesto. (Julie Hirschfeld y Peter Baker / The New York Times)