Este año nuevo, agreguemos algo a nuestras vidas
Chicago— El término “autocuidado” es ya un cliché tan empalagoso, que trae a colación imágenes de millennials narcisistas pagando un brazo o una pierna por hacer yoga mientras gatos o cabras caminan sobre ellos en plena pose.
Pero después de un año como el 2018, este es un buen momento para reflexionar sobre la sabiduría de los propósitos de Año Nuevo.
Los propósitos —usualmente son perder peso, hacer más ejercicio, comer de manera saludable, ahorrar dinero— requieren cumplirse. Eso significa tener determinación, disciplina y hacer alguna especie de sacrificio.
Es un impulso bien intencionado que se alienta por medio del simbólico comienzo de un nuevo calendario.
¿Pero por qué nos hacemos esto a nosotros mismos cada año? ¿Por qué decidimos recurrir a una bien intencionada forma de privación justo en enero —uno de los meses más fríos y lúgubres del año en la mayor parte del país— justo cuando es más difícil salir para hacer ejercicio y cuando la temida temporada de pagar impuestos está a la vuelta de la esquina?
Es una receta para el fracaso y, según algunos reportes, un escaso ocho por ciento de la población que preparan sus propósitos de Año Nuevo, de hecho, logran cumplirlos. Pero pensémoslo mejor.
Muchos propósitos requieren el abandono de algo —como nuestra comida favorita o el tiempo que pasamos relajándonos, mismo que se supone debe ser canalizado hacia el ejercicio extenuante.
Debemos enfocarnos en agregar, no en substraer.
¿Qué tal si nos proponemos subir las escaleras lo más posible, en lugar de la escalera eléctrica o el elevador, en vez de comprometernos con una costosa membresía de algún gimnasio? ¿O agregar una porción de vegetales a una de nuestras comidas, todos los días; o vender algo que casi no utilizamos con el fin de conseguir un poco de dinero extra?
¿Qué tal el propósito de prometernos a nosotros mismos enriquecer nuestras vidas en maneras que no son medibles, como lo son nuestro peso o nuestro balance bancario?
Por ejemplo: mi esposo y yo estamos atrapados en una rutina de que tenemos que salir a cenar cada semana, al grado que cuando arribamos al restaurante de siempre los meseros ya tienen nuestra orden lista y nuestras bebidas en la mesa antes de que nos quitemos nuestros abrigos. Nuestro propósito es conocer 10 nuevos restaurantes el año entrante.
Esto es algo muy distinto a mi usual manera de pensar sobre las metas para el Nuevo Año.
Por el transcurso de los últimos años me he impuesto expectativas poco realistas como qué tanto puedo progresar al intentar aprender a tocar el piano —resultando en una gran decepción al no poder dominar cierta pieza y agotamiento por tratar de practicar a diario.
Este año me enfocaré en intentar de disfrutar del tiempo que tengo disponible para practicar sin tener que recriminarme a mí misma por no hacerlo lo “suficiente”.
A parte estoy tomando una clase de magia.
Sí, una clase dada por un experto mago para aprender a hacer magia al estilo Chicago.
Escuchen, hace unos meses les di un vistazo a las tablas actuariales del sistema del Seguro Social e hice los cálculos: me quedan alrededor de 45 años. No sería bueno que los pasara exigiéndome demasiado a mí misma o ignorando todos los pequeños y extraños intereses de los que siempre quise disfrutar. Lo mismo aplica para todo lo demás. Ser ahorrativo con el dinero y llevar una vida más saludable son metas importantes que deben ser vistas como cambios a un estilo de vida, no sólo artilugios de enero que terminan en el olvido para el Día de la Candelaria. Hay que hacer estas cosas de alguna manera que sea perdurable.
Pero también hay que considerar agregar algo a nuestra vida que pueda mejorar nuestras mentes, nuestro espíritu o nuestro corazón figurativo (y quizás incluso nuestro corazón físico, también).
Inscríbase en una clase de tap, en esa clase de danza con la que siempre soñó. Practique un instrumento o tome clases de canto para que en verdad pueda participar en esas noches de karaoke con sus compañeros de trabajo.
Forme una liga de boliche, aprenda a tejer, haga un podcast, escriba su novela, haga malabarismo, arme esculturas de Lego, compre un set de pintura al óleo con números, trabaje como voluntario en su refugio local para animales, tome clases gratis masivas en línea, emprenda un negocio, escuche buena música, ayude a alguien a aprender a leer, done sangre, o prometa que se lavará los dientes después de cada comida.
Y sí, si le parece divertido, tome una clase de yoga con la esperanza de que una cabra le pisotee la espalda.
La vida es dura. Está llena de trabajo y contratiempos inevitables, sorpresas poco placenteras y noticias que nos exprimen el alma. Comience su año planeando alimentar su yo interior, en lugar de hacerlo pasar hambres.
¿Qué es lo peor que puede pasar (quizás ser mordido por una cabra)? No tiene nada de malo pensar de manera más jovial y cuidarse a sí mismo.