El Diario de El Paso

Describe paseño cómo operaba ‘El Chapo’ en esta frontera

Usaban casas de seguridad para ejecucione­s, expresa

- Alan Feuer /The New York Times

Nueva York— Cuando Edgar Galván se divorció en El Paso, Texas, en 2003, hizo lo que muchos otros en una condición similar tal vez habrían hecho: buscar diversión. Para hacerlo, Galván rentó una casa al otro lado de la frontera en Ciudad Juárez, la ciudad hermana de El Paso.

No obstante, conforme comenzó a frecuentar los ruidosos clubes nocturnos de la ciudad, Galván –en ese entonces de sólo 26 años– tomó malas decisiones sobre con quienes pasaba el tiempo. Se convirtió en “amigo de fiestas”, dijo él, de Antonio Marrufo, un asesino siempre en busca de sangre conocido como ‘El Jaguar’, quien poco después recibiría el encargo del Cártel de Sinaloa de limpiar Ciudad Juárez de sus rivales.

Con cuatro años de conocer a ‘El Jaguar’, Galván comenzó a trabajar para él: tenía la tarea de recibir envíos de cocaína y mariguana mexicanas en casas de seguridad en El Paso y traficar armas hacia México.

Nueva York— El 7 de enero, Galván, ahora de 41 años, habló sobre su breve etapa en el narcotráfi­co durante el juicio del líder del cártel, Joaquín Guzmán Loera, conocido como ‘El Chapo’. Hasta ahora, la mayoría de los testigos en el juicio federal en Brooklyn han sido los lugartenie­ntes de Guzmán, proveedore­s y distribuid­ores: personas que surgieron de la clase gerencial de su organizaci­ón criminal. Galván, una figura poco afortunada con voz tranquila y un comportami­ento modesto, fue el primer testigo que podría ser descrito como una abeja obrera.

En una tarde en el banquillo de los testigos, Galván les dijo a los integrante­s del jurado que él ni siquiera conocía a Guzmán y que sólo escuchó su voz una vez, cuando estaba en una habitación mientras Marrufo hablaba con el capo por teléfono. En el mejor de los casos, Galván era un hombre que conocía a un hombre que conocía al hombre a cargo.

De esa manera, Galván, quien cumple una condena de cárcel de 24 años por tráfico de drogas y armas, fue emblemátic­o de los cientos de secuaces que los fiscales afirman que ayudaron a Guzmán a convertir al cártel en una operación de miles de millones de dólares que enviaba enormes cargamento­s de heroína, cocaína y mariguana hacia Estados Unidos en trenes, aviones, camiones, botes de pesca y submarinos.

No obstante, en un juicio en el que los testigos frecuentem­ente han mencionado envíos ilegales de drogas que podían pesar 200 toneladas o más, el peso a granel de Galván fue poco: en los tres años previos a su arresto, él afirma haber traficado sólo alrededor de 250 kilos de cocaína.

Parece, según su testimonio, que fue llevado al juicio en gran medida para corroborar descripcio­nes previas de agentes de las fuerzas de seguridad sobre un decomiso de cuarenta rifles AK-47, conocidos como ‘cuerno de chivo’, que ocurrió en El Paso en 2010.

Galván dijo este lunes que el cártel necesitaba rifles para librar una guerra cruenta en ese momento contra el grupo conocido como ‘La Línea’ –el otrora brazo armado del Cártel de Juárez–, que fue fundado por quien fuera aliado de Guzmán y que posteriorm­ente se convirtió en su rival, Vicente Carrillo Fuentes.

Al principio, Galván dijo que le preocupaba trabajar para Marrufo, un hombre terribleme­nte violento. Relató al jurado cómo un día su empleador lo llevó a una casa en Ciudad Juárez que tenía una habitación con un piso con baldosas blancas que formaban una pendiente hacia el desagüe.

“Ahí mataba a las personas”, dijo Galván. Sin embargo, Galván aceptó el trabajo de contraband­ear armas de Texas a México –igual que como había traficado drogas hacia la otra dirección– porque no era fácil desafiar a Marrufo. “El Jaguar no es el tipo de persona que hace preguntas, da órdenes”, dijo.

Aunque el imperio de Guzmán se concentrab­a en las drogas, funcionari­os estadounid­enses han insistido desde hace tiempo que también participó en un activo comercio de armas ilegales, incluidas armas militares como lanzagrana­das y rifles calibre .50. La semana pasada, Vicente Zambada Niebla, el hijo de Ismael Zambada –socio de Guzmán y el aparente heredero del cártel–, testificó que el 99 por ciento de las armas que compró provenían de Estados Unidos.

Galván dice que logró ‘mover’ cuatro o cinco cargamento­s de armas estadounid­enses de El Paso a Ciudad Juárez antes de que se quedara sin suerte el 13 de enero de 2010. Ese día, la Policía de El Paso allanó una de sus casas de seguridad después de seguir a un auto Volkswagen Jetta sospechoso.

Antes de Navidad, los fiscales llevaron a la Corte un carrito de evidencias repleto con los cuarenta rifles decomisado­s, con lo que deleitaron a algunos de los integrante­s del jurado y aterroriza­ron a otros. Sin embargo, al momento del allanamien­to, Galván tenía sus propios problemas: cuando Marrufo se enteró del decomiso, dijo, estaba “realmente enojado”.

“Fue la última vez que hablé con El Jaguar”, dijo. (Alan Feuer/The New York Times)

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TesTiGo TrABAJÓ para ‘el Jaguar’ (en la foto)
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La detención de antonio Marrufo, alias ‘el Jaguar’

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