La crisis está en la Oficina Oval
Nueva York— ¿Qué tan oportuno fue que el propósito del primer discurso del presidente Trump desde la Oficina Oval, que solicitó transmitieran en horario estelar las cadenas televisivas importantes, fuera incitar al público estadounidense sobre una crisis que básicamente él inventó?
Con ayuda del Presidente, la crisis fronteriza se volvió algo mucho más trágico que una egoísta ficción política.
Dedicado a políticas mal pensadas y aún peor ejecutadas con el pretexto de combatir una inexistente crisis nacional de seguridad, Trump ha contribuido a crear una apremiante crisis humanitaria. Las desesperadas familias migrantes detenidas en forma masiva están saturando un sistema llevado más allá sus límites por una administración que decidió ignorar las implicaciones de sus actos.
Ahora Trump está mencionando la urgencia de la situación para adoptar más medidas de línea dura ineficientes que la mayoría de los estadounidenses no apoyan, sobre todo el absurdo muro fronterizo por el cual ha cerrado secciones cruciales del Gobierno. El Presidente y sus colaboradores han estado presentando datos imprecisos, anécdotas engañosas, exageraciones y otros “datos alternos” en torno al flujo de delincuentes, drogas y terroristas por la frontera sur. Al parecer tiene la esperanza de describir un panorama nefasto de peligros para la seguridad y de sufrimiento humano tan terribles que el pueblo estadounidense lo apoye y presione a los congresistas demócratas para ceder a sus exigencias sobre el muro.
Al fracasar en ello, Trump también ha estado mencionado la posibilidad de evadir al Congreso. Con sus asesores cada vez más preocupados de que los legisladores republicanos se dispongan a abandonarlos en el tema de la parálisis, el Presidente ha amenazado con declarar emergencia nacional, lo cual cree le permitiría ordenar al Pentágono construir el muro.
Dicha medida daría pie a una furiosa impugnación legal, si no una total crisis constitucional que podría prolongarse indefinidamente. Sin embargo, también brindaría a Trump una vía para un acuerdo sobre el muro con el Congreso sin parecer débil.
El muro fronterizo comenzó como idea para generar aplausos en los mítines de Trump, habiendo sobrevivido como el raro objetivo de políticas que le importa. Tal vez no le interese mucho la verdadera seguridad fronteriza, pero su símbolo sí.
En los dos años de su presidencia, Trump sigue siendo poco apto para la labor de dirigir al país. Si bien la base republicana continúa enamorada de él, la mayoría del electorado se ha cansado de sus berrinches y extravagancias.
Esa es la razón de que Trump necesite con tanta desesperación convencer al pueblo estadounidense de tener ante sí una crisis.
Si Trump estuviera interesado en proteger la frontera y en aliviar el sufrimiento que sus políticas están empeorando, podría tomar varias medidas inmediatas. Para empezar, podría poner fin al lamentable paro a efecto de que se pueda pagar a las personas responsables de proteger la frontera, de que los jueces puedan regresar a atender las solicitudes de asilo y, sí, para que se pueda dar mantenimiento e incluso mejorar las barreras físicas y virtuales ya instaladas.
Necesitaría suavizar el fanfarroneo de que las cosas sólo se hacen a su modo y sentarse para sostener en serio un debate con los legisladores acerca de cómo abordar el sistema inmigratorio nacional tan inoperante.
Sería indicio de que el Presidente por fin está tomando en serio las inquietudes sobre la inmigración que hasta hoy sólo ha exacerbado.