Elizabeth Warren y su partido de ideas
Nueva York –Han pasado casi 40 años desde que Daniel Patrick Moynihan —un intelectual serio convertido en político influyente— causó revuelo al declarar: “repentinamente, los republicanos se han convertido en un partido de ideas”. No dijo que fueran buenas ideas, pero le pareció que el Partido Republicano estaba abierto a una nueva forma de pensar, algo que no veía en los demócratas.
No obstante, eso fue hace mucho tiempo. El Partido Republicano de hoy es un partido de mentes cerradas, hostiles a la pericia, agresivamente desinteresadas en las pruebas, cuya idea de un argumento político requiere repetir a todo volumen las mismas viejas doctrinas desmentidas. Las “innovadoras” propuestas de Paul Ryan en 2011 (los recortes fiscales y la privatización de Medicare) fueron casi idénticas a las de Newt Gingrich en 1995.
Mientras tanto, los demócratas han experimentado un renacimiento intelectual. Han emergido de su servilismo de los noventa; ya no tienen miedo a desafiar las devociones conservadoras y hay mucho debate serio y bien informado al interior del partido sobre distintos temas, desde los servicios médicos hasta el cambio climático.
No hay que estar de acuerdo con ninguno de los distintos planes de Medicare para todos, ni las propuestas de un Nuevo Acuerdo Verde, para reconocer que se trata de ideas importantes que se están debatiendo de manera seria.
La cuestión es si nuestro entorno mediático puede lidiar con un verdadero partido de ideas. ¿Las organizaciones noticiosas pueden diferenciar entre los verdaderos analistas políticos y los que fingen serlo como Ryan? ¿Están siquiera dispuestas a debatir políticas en lugar de limitarse a criticar las supuestas deficiencias de personalidad de los candidatos?
Esto me lleva al caso de Elizabeth Warren, quien tal vez sea el equivalente más cercano a Moynihan en sus mejores épocas.
Al igual que Moynihan, estamos ante una intelectual seria convertida en figura política que tiene influencia en los demás. Su trabajo académico sobre la quiebra y cómo esta se relaciona con el aumento de la desigualdad la convirtió en una figura importante en el debate sobre políticas públicas mucho antes de que ella misma incursionara en la política. Como a muchos otros, me parece reveladora una de sus ideas clave: que el aumento en las tasas de quiebra no fue resultado del consumismo derrochador, sino que principalmente fue un reflejo de los intentos desesperados de la clase media por comprar casas en buenos distritos escolares.
También ha probado ser capaz de traducir las ideas académicas en políticas públicas prácticas. Y he de confesar que me mostré escéptico ante su creación: la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor. No porque pensara que fuera una mala idea, sino porque tenía dudas sobre qué tanta diferencia podía hacer una agencia federal encargada de vigilar que no hubiera fraudes financieros. Pero me equivoqué, las prácticas financieras fraudulentas dirigidas a los consumidores desinformados hacen mucho daño y la oficina estaba a todas luces teniendo un efecto enormemente benéfico en las finanzas de las familias hasta que el presidente Donald Trump la saboteó.
Así mismo, Warren no ha dejado de proponer ideas poco convencionales sobre políticas públicas, como su propuesta de que se le permita al gobierno federal incursionar en el negocio de producir algunos medicamentos genéricos. Este es el tipo de cosas que provocan alaridos de escarnio de la derecha, pero que los verdaderos expertos en políticas públicas consideran una contribución valiosa al debate.
¿Existe alguien como Warren del otro lado del pasillo? No. No solo no hay políticos republicanos que tengan un peso intelectual comparable, ni siquiera hay intelectuales medianamente competentes con alguna influencia en el partido. El Partido Republicano no quiere gente que piense bien y analice la evidencia; quiere gente como, por ejemplo, el “economista” Stephen Moore, quien servilmente confirma el dogma del partido, incluso si los hechos básicos no están bien.
¿Todo esto significa que Warren debería ser presidenta? Ciertamente no, muchas cosas determinan si alguien tendrá éxito en ese trabajo y la seriedad intelectual no es necesaria ni suficiente. No obstante, los logros de Warren como académica/legisladora son fundamentales para su identidad política y claramente deberían ser lo primero y lo más importante en cualquier reportaje sobre sus intenciones de contender a la presidencia.
Pero, obviamente, no lo son. Lo que estoy viendo son reportajes acerca de si manejó bien las interrogantes sobre su ascendencia nativa estadounidense, o si es “simpática”.
Este tipo de periodismo es destructivamente perezoso y también tiene antecedentes terribles. Tengo edad suficiente para recordar el casi universal retrato de George W. Bush como un tipo honesto y franco, a pesar de las mentiras evidentes detrás de sus propuestas de políticas y de que luego nos llevó a la guerra con falsas pretensiones.
Además, los reportajes basados en banalidades son, en la práctica, profundamente sesgados, no en un sentido partidista convencional, sino en su conjetura implícita de que un político no puede ser serio salvo que él (y sí, tiene que ser un hombre) sea un hombre blanco conservador o a lo sumo de centro. Este tipo de sesgo, de continuar, será un gran problema para un Partido Demócrata que nunca ha tomado las políticas públicas tan en serio, pero que nunca había sido tan progresista y diverso.
Hay que cuestionar este sesgo, y no solo me refiero a Warren. Pensemos en el contraste entre la adulación inmerecida que recibió Ryan y todo el tiempo que le tomó a la creencia popular reconocer que Nancy Pelosi fue la más eficiente presidenta de la Cámara de Representantes de los tiempos modernos.
Repito, no estoy afirmando que Warren debería necesariamente convertirse en presidenta, pero sí personifica cómo se ve y escucha un legislador intelectual serio en 2019. Y si los medios que consumimos no pueden reconocerlo, estamos en serios problemas.